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Paz y Ciencia

domingo, 28 de septiembre de 2008

Razón Bi-lógica

Comenta un psicoanalista de cuyo nombre no puedo acordarme que La razón tiene una estructura bilógica: la poética y la aristotélica. El psicoanálisis navega en la primera, es sencillo darse cuenta. Desde allí es "razonable" entender los feroces ataques, por ejemplo que el psicoanálisis y "la psicopatología mezclan tan mal como el agua y el aceite".

El ejercicio del psicoanálisis está lejos de la praxis de lo cotidiano en una consulta de salud mental en España. Pocos pacientes en primera instancia asimilan el complejo sistema metalingüístico del psicoanálisis. Atravesados por el discurso científico estándar conocen la jerga oficial y recelan de lo "pseudocientífico".

Embriagados por lo creativo y estimulante de Instituciones que apostillan los escotomas de diversa índole, sean de la índole que sean, quedamos condicionados, a merced de esta fuente del saber que nos sitúa a años luz del lenguaje del paciente, un lenguaje de la calle, o de la Universidad, o de donde sea, pero en la mayoría de los casos lejano, muy lejano a lo que nos enseña el psicoanálisis.

Por otro lado, personas que vienen de distancias insalvables son las responsables de acercarnos a estos consultantes que son nuestros vecinos. Y la locura privada sea. Sostenida por analistas y supervisores, instituciones y asociaciones pero no tanto por nuestros pacientes quienes consideran (también) que un lenguaje común es la forma de comunicarse para llegar a entenderse. No puedo hablarles del pecho bueno como tampoco resulta útil una disertación enrocada por parte del paciente, si llamamos intelectualización a lo segundo o racionalización, en el caso de-venir del analista-terapeuta deberíamos ser aún más exigentes con el portador del supuesto saber.

Por todo esto, existe una evidente disociación operativa en nuestro esquema conceptual de referencia, por un lado lo que resulta útil para nosotros, para conocer al sujeto de la cultura que tenemos delante y lo que resulta útil para nosotros en nuestra vida privada-profesional. Estas pesquisas se configuran tras hablar con personas ajenas al análisis, de otras ramas del saber psi, quienes ofrecen un principio de realidad que se pierde entre las quijotescas lecturas de psicoanálisis. Apuntalar el furor epistemológico, la inseguridad, la inexperiencia o la propia psicopatología con terceros es seguramente imprescindible pero que eso se transfiera al espacio analítico es sobrecogedor. Qué carajo saben esos terceros de las personas que ves tú o tú en consulta, referencias contratransferenciales, contraidentificaciones proyectivas o ramajes psicopatológicos inferidos por la descripción del caso y tu pertinente bloqueo. El ejercicio del psicoanálisis, siguiendo los mismos moldes de hace un siglo y medio resulta al menos sospechoso. La construcción del terapeuta debe ser moldeada, como apunta Héctor Juan Fiorini (psiquiatra, psicoanalista) por el paciente en los minutos de la sesión. La construcción en cadena de psicoanalistas o psicoterapeutas es deshonrosa.

Parafraseo el título de una obra de Antonio Gala, no debe ser nunca el pedestal de la estatua lo que delimite el contorno operativo de un psicoterapeuta sino la relación generada entre éste y el paciente.

Por todo lo dicho se puede afirmar que todo lo escapa a la relación terapéutica puede ser papel, religión, inseguridad, seguidismo y, en el peor de los casos, negocio.

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