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Paz y Ciencia

martes, 9 de septiembre de 2008

René Descartes (1596-1650)

Es considerado el padre de la modernidad. Pensó que empleando el método deductivo a la filosofía obtendría una ciencia exacta. De esta forma desarrolló un método que a partir de unas reglas simples y claras pudieran conducirnos a una verdad indubitable.
La primera regla del método cartesiano nos recomienda no admitir como verdadera ninguna cosa si no sabemos con evidencia que lo es. Por tanto es falso todo aquello que sea suscetible de una nimia duda. Hay que dudar de todo lo que captamos por medio de los sentidos, porque estamos acostumbrados a formar ideas en nuestra mente cuya procedencia nunca hemos puesto en tela de juicio.
Descartes habla de un Dios que "ha querido hacernos tales que nos equivoquemos siempre, aun en las cosas que creemos conocer mejor, ¿por qué no podría permitir que nos equivocásemos siempre?". Es aquí donde Descartes introduce la hipótesis del "genio maligno", la posibilidad de suponer un Dios engañador que hiciera que nos equivocáramos al juzgar sobra aquellas cosas que nos parecen evidentes, diría: "Supondré que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme".
En consecuencia, a pesar de que parece que todo es absolutamente dubitable y, por de pronto, falso, debemos continuar buscando (dudando).
En el acto mismo de la duda se pone de manifiesto mi existencia. De esta manera, el olfato metódico de Descartes llega a la primera verdad, a un punto de apoyo absolutamente indubitable, el fulcro que le hará, como a Arquímedes, mover el mundo, la piedra de toque sobre la que comenzará a construir el edificio del saber: Cogito, ergo sum, pienso, luego existo.
A partir de ahora, no hay que entender la verdad como la adecuación entre el entendimiento y la realidad, como mantenía la filosofía clásica, sino la adecuación del entendimiento consigo mismo. Aquello que el intelecto capta con absoluta claridad y distinción no puede ser falso, porque él mismo es el fundamento de la verdad.
La posible existencia de un genio maligno engañador que haga confundir lo verdadero y lo falso resurge y desencadena una duda hiperbólica. Para despejar esta duda se intenta demostrar la existencia de un Dios que no sea engañador y que me asegure que lo que concibo como evidente, en verdad lo sea. Para llevar a cabo esta empresa ha de comenzar Descartes por lo único que tiene, es decir, por el cogito, por el pensamiento, indagando si hay en él alguna idea de la que se pueda inferir la existencia de Dios.
Descartes quiere hallar una prueba demostrativa de la existencia de Dios "tan cierta como cualquier demostración gemométrica". Sin la existencia de un Dios sería imposible conocer con evidencia. Ahora que mi razón lo ha hecho necesariamente existentem puedo estar seguro no solamente de mi propia existencia (res cogitans) y de la de Dios (res infinita), sino también de la existencia del mundo material (res extensa).
El concepto de ser humano fue concebido como un híbrido de res cogitans y res extensa. El atributo de la primera es el pensamiento, el de la segunda es la extensión. Esta heterogeneidad de la dos sustancias que componen el ser humano provoca el problema conocido entre el cuerpo y la mente. ´
Según él, cuando se produce un acto psíquico, la "glándula pineal" segrega unos "espíritus animales" que viajan a gran velocidad por el cuerpo para ordenarle que haga tal o cual cosa.
EL error consiste en creer que se puede explicar la relación entre mente y cuerpo recurriendo a una parte del cuerpo, en este caso la glándula pineal, como si el cuerpo pudiera cubrir la brecha que se abre entre el alma y el cuerpo. Sobre esto
Blaise Pascal dijo que "el corazón tiene razones que la razón desconoce". Meditemos...
Antonio Damasio escribe "El Error de Descartes", neurólogo portugués.
Obras de Descartes para leer: Discurso del Método; Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas; Tratado de las pasiones del alma; Tratado del hombre; Los principios de la filosofía.Aconsejable leer también un libro de navegación por 50 pensadores fundamentales escrito por Carlos Goñi, editado por Ariel y titulado: Las Narices de los Filósofos, de estimulante lectura.

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