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Paz y Ciencia

domingo, 16 de noviembre de 2008

La Niña de los Sueños XLIII


Jugando a comer, beber y hablar, contando las peripecias que habían vivido y explicándose un poquito más y mejor en qué consistía el amor para ellos. Eran pequeños, aunque quizás demasiado viejos para los años. Podría haber sido al revés pero fue así. Lindo y aburrido, apasionado y persecutorio, una realidad que no importaba donde se vivía, el secreto estaba entre ellos dos. Daba igual una taberna o el palacio. Ahora quizás fuesen hacia allí, la Princesa se acercaba al oído del Niño y le susurraba; "Quiero presentarte a mi familia". El Niño acongojado se quedo mudo, se asustó y procuró hacerle una carantoña para hacerla olvidar. No fue suficiente, con la convicción y ternura de la mujer en ciernes, fueron de camino a Palacio, por las piedras blancas, aquellas que cuando el Pueblo se acercaba se sentía pisar territorio prohibido. Ahora él podía caminar sin miedo por ese sendero que iba a parar a "Palacio" el lugar donde residían los sueños y tormentos la población de su submundo: el mercado.

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