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Paz y Ciencia

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pasado , presente y futuro en la praxis

Como psicólogo confío en la eficacia de un tratamiento psicoterápico, no obstante también confío en la labor de los profesionales psiquiatras que prescriben psicofármacos. Explicaré por qué.
Para trabajar en psicoterapia se puede prescindir de los fármacos, especialmente en patologías neuróticas. Sin embargo, resulta evidente, hay que medicar a alguien que sufre un trastorno psicótico. En el mundo del psicoanálisis se suele ser reacio a las interconsultas para prescribir fármacos, también existen pacientes que tienen más que respeto por ese tipo de moléculas.
Sufrir puede resultar un aprendizaje, una experiencia de incalculable valor para seguir progresando en un tratamiento. Sin embargo, con un monto de angustia excesivamente elevado la psicoterapia puede resultar ineficaz, y si resulta ineficaz la persona sigue sufriendo. Digo esto porque probablemente muchos trastornos podrían atenderse en psicoanálisis sin o con menos medicación. Ahora bien, existen psicopatologías que requieren una contención farmacológica para aliviar el sufrimiento, agitación, ansiedad, depresión, ideas paranoides, etc.
Si defendo esta tesis, oficial, es porque las personas no tienen dinero para costear un tratamiento psicoterápico intensivo, esto habitualmente. También existen personas que lo tienen pero les resulta muy duro tener más de una o dos horas a la semana, sin pensar tanto en los honorarios.
Lo ideal es tener una psicoterapia moderadamente intensa, adecuada a las características de la persona que sufre, consensuada con ella y seguirla con rigor y seriedad. Sobre todo esto, el mundo de la privada lleva consigo unas leyendas deshonrosas con las que no coincido.
Un psicoanalista diseña un "encuadre" con un paciente, si éste se lo salta le hace pagar las consultas a las que no ha acudido, para que "use el objeto" como más le convenga. Entiendo la teóría de esta práctica pero resulta muy difícil de entender a quienes no la conozcan de cerca. Resulta algo alienígena.
El encuadre es una forma de contrato terapéutico donde se diseña un marco de trabajo para una persona en particular, eso pasa porque ambos miembros de la relación terapéutica lo cumplan, si el analista lo cumple, el paciente también (por qué no) debe cumplirlo. Mi forma de entender es que el respeto no se paga con dinero. Ahora bien si una persona se salta estos límites establecidos desde un punto de vista muy real (el dinero), la persona debe (en lo terapéutico) ser confrontada con el principio de realidad, vía dinero e interpretación, ambas entiendo que tienen sentido si van unidas.
Esto en teoría.
En la práctica no es siempre así, cómo vamos a seguir esa forma de trabajar estricta y severa con todo el mundo en todo momento. Para el confort del terapeuta es maravilloso pero existen otros criterios de la realidad, por ejemplo una helada que impide acercarse en coche a la consulta desde X distancia. Parece ser que a los terapeutas y estrictos analistas nos enfada ( y lo que eso significa en la contratrasferencia) esa ausencia. En definitiva es tiempo "perdido" de ambos. Perdido en sentido relativo. El terapeuta puede leer, escribir o redactar informes, estudiar o componer música. El paciente está usando esos minutos para algo, es interesante esclarecer la fantasmática que hay detrás. Los límites hay que ponerlos siempre y la forma oficial de algunos psicoanalistas me parece téóricamente muy bien armada pero su/nuestro narcisismo/orgullo debe quedar indemne ante eso que se vive como "agresiones", la retaliación rezuma en esos pagos, es bueno, si se hace, explicar muy bien porqué se hace esto. La "adherencia" al tratamiento es una señal de buen pronóstico pero si titubea, el analista también debe entender qué parte le compromete e intervenir en este hecho.
El psicoanálisis nace de la neurología y la psiquiatría, por tanto sigue atravesado de discursos decimonónicos que entienden al sujeto sufriente como un enfermo y al analista como una persona por encima de éste, eso debe ser llevado hasta el final vía elementos del encuadre. La teoría, como les decía, está muy bien armada.
Hablaba también de realidad, cada vez más consultan personas ajenas al psicoanálisis, en España por ejemplo, otros modelos como la modificación de conducta y el cognitivismo están en alza oficial, los libros de autoayuda llevan ese paradigma implícito. Es complicado integrar en un modelo ajeno a una persona que está sufriendo, el dinero puede ser vivido como una agresión por el consultante, como la ausencia de éste para el analista. Aristóteles y la justa medida de las cosas. ¿Por qué nos olvidamos de unos registros antiguos y de otros no?
Empezaba con las medicaciones y es que mi propia asociación libre me ha hecho recalar en elementos absurdos del psicoanálisis, si alguien sufre y no puede movilizarse con mínimos recursos por la angustia se puede prescribir un fármaco para ayudar a trabajar lo que hace cristalizar ese trastorno. Por tanto, situarse en terrenos intermedios resulta más útil para ponerse en el lugar de los otros de extremos y al mismo tiempo, lo interesante, ayudar sin imposturas al consultante.
Entre el psicoanálisis "ortodoxo" y la práctica asistencial pública de atención al síntoma existe un amplísimo abanico que comprende la gran mayoría y mejores profesionales, al menos los que conozco, la teoría psicoanalítica y los límites de la Institución pública en España dificultan el que la persona pueda realizar un trabajo "de cura" para prevenir conflictos mentales y madurar emocionalmente. Espero que la regularización que se está dando vía PIR se refleje en una mejor atención pública, aunque no puedo mostrar mi disgusto ante lo que, de momento, se puede ver.

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