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Paz y Ciencia

sábado, 10 de enero de 2009

La Niña de los Sueños XLVII

Y el muchacho comía y comía, le traían más platos y continuaba comiendo, debajo de la mesa la mano cómplice de la Princesa le rozaba el muslo. El papa de la niña parecía contento, los hermanos jocosos, después de las travesuras y bromas algo malvadas. Las señoras traían comida y comida. El señor de la casa se levantó y dio un speech en el que daba la bienvenida al muchacho y le invitaba a acomodarse en una habitación que dispondría para él. El muchacho sonreía, era todo cuanto podía hacer.
El mundo se tornó de un color, diferente, con volúmenes, texturas y un sabor distinto. Por momentos lo que les rodeaba era dulce, expansivo muy intenso.
La muchacho parecía gozar y por ello se abalanzó despreocupada al muchacho y le dio un beso, sí sí, allí, delante de todos. Hubo unos momentos de desconcierto, se hizo un silencio angelical, sólo tapado por los sonidos de las cacerolas de la cocina. Una tos del muchacho volvió a entonar el animado ambiente de antes, a la Princesa se le podía perdonar tal cosa, en definitiva era una chiquilla.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente es un sueño, el de una muchacha a la que no le han roto todavía el corazón y el de una familia que, posiblemente, practica lo que predica. El muchacho despertó una vez. ¿Qué pasará cuando despierte la Princesa?.

soyborderline dijo...

Una espontaneidad atrevida, jaja!

Rosa dijo...

la comida y la sonrisa, dos refugios recurrentes.