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Paz y Ciencia

jueves, 26 de febrero de 2009

Anotaciones sobre un artículo de Janine Puget sobre Piera Aulagnier

Piera Aulagnier:
lo social, 27 años después
Janine Puget


La diferencia entre representación
y presentación es importante en tanto que la una remite al
pasado y la otra a un presente siempre activo y atinente a lo
novedoso. Presentación es aquella formación psíquica que no
incluye resignificación sino que al producir un descoloque, un
desacople entre lo conocido y lo nuevo, entre el sujeto y otro
sujeto tendrá efectos a los cuales deberemos poder reconocer. Es
una producción resultado de la relación entre dos o más sujetos
de la que surgen siempre aspectos imprevisibles y novedosos.
Entonces habría una oscilación entre la constitución de una
representación que siempre remite a un pasado y una presentación
que remite a hechos novedosos.

la presencia de un otro u otros impone. A ese efecto lo llamo
“imposición de presencia” (2001) que produce inevitablemente
un descoloque de lo instituido: por ende, subjetividad. Y en cada
espacio, sea éste el familiar o el intrasubjetivo y por supuesto el
espacio social los efectos tendrán derroteros propios a la cualidad
vincular. El estar con otro necesariamente modifica la subjetividad
y produce singularidad, intimidad y nuevos significados, que
pueden llegar a resultar intolerables y entonces dar lugar a
diferentes mecanismos de defensa. El saberse atravesado o receptor
de eventos, emociones, etc., acontecidos en el conjunto
ante el cual creemos podernos ubicar con una cierta distancia, es
una defensa ante la activación del sentimiento de lo que vengo
llamando la Incertidumbre Inconsciente (Puget, Braun, 2001)
que se apoya en el Principio de Incertidumbre,2 al cual doy un
status ontológico en la constitución de los espacios psíquicos.
Esto equivale a considerar que incertidumbre e imprevisibilidad
se conjugan y que por ende es necesario incluir en el funcionamiento
vincular e intrasubjetivo la complejidad y lo aleatorio.
Pensar la incertidumbre como inherente a la vida entra en conflicto
con quienes sostienen que construir certezas y obtener un
sentimiento de seguridad pueden ser considerados como logros.
En la medida en que el tema de una subjetividad que se va
construyendo en cada vínculo hace imposible definirla desde la
hegemonía del Yo, nos encontramos con nuevas dificultades y
sigue abierta la discusión con Piera Aulganier. Desde la inclusión
de la incertidumbre ontológica lo que clásicamente se llama
identidad se ve constantemente alterada y en peligro. Por otra
parte, ¿por qué ha sido tan importante durante decenios el culto
a la identidad, al sí mismo, a la constitución derivada de la
hegemonía del Yo? No podré contestar a este interrogante sino
pensar que gracias a un trabajo ya hecho por otros podemos hoy
pensar en los efectos de la potencialidad vincular basados en la
alteridad, la ajenidad, y en la fragilidad de los vínculos así como
en su posible creatividad.

En la medida en que es factible pensar que los
otros son los que componen un vínculo sobre la base del Dos,
unidad fundante de la subjetividad, ya no se podrá hablar de un
otro que tan sólo reconozca al Yo, sino de dos otros que se van
constituyendo conjuntamente. La cuestión no será la de constituir
una mente, un Uno, en un juego sujeto-objeto, sino constituir
subjetividad que se significa en cada vínculo. Por subjetividad
entiendo ya no sólo conciencia de sí mismo sino conciencia de
habitar un espacio con otro, o sea conciencia de producción
vincular. Sin embargo cuando hace muchos años escribí un
trabajo al cual denominé “En la búsqueda inefable de un reconocedor
privilegiado” (1993), me apoyé en Piera Aulagnier y en su
visión del problema, lo que hoy me parece insuficiente. En aquel
trabajo di especial importancia a la mirada de los otros y a un
aspecto frágil y evanescente de dicha mirada y de la certeza que
pueda proveer. Esta fragilidad se debía a que el reconocimiento
buscado se sostiene sobre un anhelo insaciable que se renueva en
cada acto de reconocimiento. Este concepto me permitía comprender
ciertas preguntas referidas a diálogos de parejas donde la
exigencia de reconocimiento se renueva en todo momento y
difícilmente se alcanza. También me permitió comprender por
qué en cada ámbito en el que un sujeto actúa la exigencia de
reconocimiento, lleva a entronizar a sus propios reconocedores
sin que ello tampoco instale una confianza duradera. Pero hoy
pienso que ese anhelo es insaciable porque el reconocimiento,
para que cumpla su función, no es especular sino que debe
provenir de la alteridad del otro sujeto, lo que, si bien satisface,
impide que el vínculo se instituya sobre una base de complementariedad. El otro siempre devuelve otra mirada que denuncia su
alteridad y su ser inasible. Muchos comentarios de las parejas
dejan ver cuánto esperan de la complementariedad. “Si necesito...
me tiene que dar”... “ya que pareciera ser nuestro contrato”,
o “no me decís lo que espero”...

EL ORIGEN
Piera Aulagnier, coherente con sus formulaciones, se interroga
acerca del origen dando significado a lo que podríamos llamar
el orden cronológico de constitución de la mente. Los padres
están antes que el infante y el conjunto antes que el recién
llegado. Esta formulación se aparta en algo de Winnicott para
quien madre y bebé se constituyen conjuntamente, si bien lo que
va importar ahí es el lugar que este vínculo y el espacio que se
crea ocupan en la mente del bebé.
Nueva diferencia. La idea de que los padres están antes que el
bebé se sostiene sobre una concepción de la relación según la cual
son los padres quienes crean al niño. Esto tiene que ver con el
concepto de violencia originaria de Piera Aulagnier. Lo importante
es crear a un sujeto. Pero si –como lo pienso– la subjetividad
se va creando en un vínculo, no sería posible ser padre antes
que ser hijo ya que la relación parento-filial se va significando en
una acción conjunta. Pensar en los términos de un antes y un
después se basa en cierto modelo explicativo: algo pasó antes, en
el origen y produce efectos a los que se podrá comprender
recuperando algo del origen y ello tiene un fuerte tinte determinístico. Pero, ¿qué pasa si ello no diera cuenta de todo lo que
sucede y nos planteamos que también cada situación tiene su
origen? Entonces la familia no es una entidad previa solamente
sino que se constituye con todos sus miembros y el conjunto a
partir de actos que nos instituyen en él. Y que la historia sólo tiene
en parte un valor determinístico, en parte nos condiciona y además
se producen efectos novedosos en cada encuentro, a los que no
podemos explicar por lo ya vivido. No confundamos, ello tampoco
quiere decir que estos efectos pueden ser pensados dentro del
marco de las series complementarias y de las neurosis actuales.
En el primer caso, versión Piera Aulagnier, la pareja parental,
la que va a dar sentido al infante, puede rehusar las cláusulas
esenciales del contrato social o puede darse que el contrato
impuesto ya esté viciado de antemano al rehusarse a reconocer en
la pareja los elementos del conjunto (p. 190). Entonces es pensable
la ruptura del contrato narcisista que instituye como miembro
del conjunto y ello tendrá consecuencias sobre la psique del niño
Desde mi concepción no es posible romper el contrato narcisista
ni rehusar la pertenencia al conjunto, dado que habitar un
espacio en tanto sujeto social es un imperativo. Pero la manera de
habitarlo conlleva dos modalidades de subjetivación. Una de
ellas nos hace miembros del conjunto siguiendo las leyes del
conjunto que no son más que leyes que tienen alguna semejanza
con las que rigen para la estructura edípica y así formamos parte
de una masa-estado. Esas leyes hablan de lo permitido y lo
prohibido e instituyen el tema de la deuda de origen. Los hijos
deben a los padres y los padres a los hijos. La sociedad debe a sus
ciudadanos y los ciudadanos deben a la sociedad. Esta manera de
concebir el conjunto no es más que una ampliación de la concepción
que posibilita pensar la estructura familiar y ello es lo que
concibió Freud cuando ideó mecanismos propios para la formación
de la Masa. Así pensó el establecimiento de órdenes jerárquicos
y de una suerte de deuda de origen. Deudas por otra parte
impagables ya que forman parte de la condición de estructura. Un
paciente aludiendo al formulario 10504 que en un momento
circuló aquí, introdujo así la idea de la deuda impagable.

Estos nuevos conjuntos se instauran a partir de acontecimientos
no predecibles. Pero Piera Aulagnier dará el mismo peso a los
acontecimientos que tocan el cuerpo, a aquellos que realmente
sucedieron en la vida de la pareja durante la infancia del niño, al
discurso que oyó y también a la posición de excluido, explotado,
víctima que la sociedad puede haber infligido a la pareja o al
niño. Qué compleja es esta frase. Dar un peso igual... y además
sigue diciendo que sólo habrá patología si el habitar el conjunto
ofrece una dificultad específica ligada a algún acontecimiento.
Pareciera que no toma en cuenta los efectos de subjetivación
producidos por la presencia de dos o más sujetos sino tan sólo los
efectos pensados desde la concepción del après coup. Y entonces
propone que la constitución de diversos espacios de subjetividad
no son más que una transformación del espacio princeps que sería
el cuerpo y sus arborescencias. Lo social para ella y muchos
autores se apoya sobre el cuerpo.

Para Piera Aulagnier un solo espacio con sus múltiples transformaciones
a partir de un origen da cuenta de la constitución del
Yo y luego del espacio social. Mientras que propongo la idea de
tres espacios de constitución subjetiva (intra, inter y trans)
(1987, 1989), lo que obliga a pensar en diferentes vicisitudes y
complejidades. Claro que los desajustes entre cada espacio no
llevarán necesariamente a la psicosis sino que darán lugar a otras
manifestaciones que no sólo crearán posiciones de víctimas,
excluidos etc., sino permanentes organizaciones y reorganizaciones
y la creación de nuevos personajes correspondientes a
cada situación. Se generan nuevas categorías que darán cuenta de
los múltiples posicionamientos dentro de un conjunto.

EL CONCEPTO DE DIFERENCIA
Analicemos ahora el uso que Piera Aulagnier hace del concepto
de diferencia al introducirlo como la realidad de la diferencia
del deseo del Otro (p. 90). Con ello propone que la psique se
confronta con categorías que fundan el orden humano y éstas son:
lo interdicto, la culpabilidad, la envidia, el deseo de dominio.
En la dialéctica del deseo se pone de relieve la transgresión, el
tener-poseer, la destrucción, la reparación, pero ello, dice Piera
Aulagnier, no equivale a tomar contacto con la realidad psíquica.
Se trata de una frase complicada que establece una diferencia
entre la dialéctica del deseo y la constitución de una realidad
psíquica. De donde la realidad de la diferencia del deseo del Otro
no alcanza para introducir el concepto de diferencia. Es ahí donde
creo útil pensar en una dialéctica entre dos alteridades y dos
ajenidades dado que no alcanzaría pensar en dialéctica del deseo.
Y así podría introducir algunas de las categorías ubicando la
dialéctica de la diferencia pura en lo que hace a la subjetividad
social y a los vínculos en general. Esto es la diferencia sobre la
base de la cual se constituye el Dos.

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