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Paz y Ciencia

domingo, 8 de marzo de 2009

La Niña de los Sueños


La Niña se quedó dormida, la Institutriz la contempló desde el marco de la puerta mientras ella reposaba de esa dosis de realidad indigesta. Se trataba de lo más feo que le había pasado desde que conoció al muchacho. No estaba preparada para leer lo que las hadas le habían reflejado de las ensoñaciones del muchacho. Ella no sabía que habría hadas, o acaso era un burdo recurso del muchacho... estaba confundida así que negó lo que le rodeaba y durmió, cuando la vigilia llegaba ella se retorcía y regresaba a ese estado indolente que le procuraba alivio de lo que le rodeaba, como si el aire que le rodeara estuviera viciado y contaminado, como si hubiera pequeñas cuchillas suspendidas en el aire y le cortaran, no quería moverse, ni respirar, sólo quería estar para dentro y si algo tenía que pasar que fuera por influencia de esas "hadas" que mencionaba el muchacho, ahora con ínfulas de escritor. Menuda vida más insólita, aquel al que abres tu casa, tu vida y tu corazón ocupa los espacios de tu mundo y después te devora, que vivencia más desastrosa, mejor dormir y despertar cuando lo de fuera ya hubiera muerto y ella ya tuviera los senos caídos como cuando falleció su madre. Era mejor tener los ojos cerrados, no era la palabra que se repetía hacia dentro con mezcla ira y miedo, compañeros de viaje de la inseparable levedad de la Princesa.

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