PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

miércoles, 20 de mayo de 2009

Javier Lacruz: "Carlos Castilla del Pino. Un Maestro Indeleble"

Para inaugurar el post número 500 de esta página quiero compartir con ustedes en este momento fugaz de interin una pieza que ayer salió publicada en el Heraldo de Aragón. Se trata de una contribución de Javier Lacruz Navas, quien fue ilustrado en sus actitudes por Carlos Castilla del Pino, Lacruz dice: él solía decir que un maestro no es el que enseña; ése es un profesor. Un maestro es el que trasmite con su actitud, con su modo de comunicar (un pensamiento, una idea, etc.), en suma, quien ofrece una disposición ética ante la vida. Os agradezco poder compartir mi dolor con vosotros.

Les dejo con Castilla del Pino, interpretado por un compañero y amigo, in memoriam:


Carlos Castilla del Pino, un maestro indeleble

Carlos Castilla del Pino, uno de los psiquiatras españoles más insignes, quizá el único con pensamiento propio; uno de los intelectuales más rigurosos y profundos, cuyo saber abarcaba diversas y dispares disciplinas hasta completar un “saber oceánico”; un científico e investigador pertinaz y laborioso, que ya a los 14 años disponía de un laboratorio a la manera de su admirado Ramón y Cajal y había leído las obras completas de Freud; un humanista de una probidad moral sin tacha, siempre atento al dolor humano y solidario con los sectores más débiles de la sociedad; un ciudadano de compromiso político, pugnaz e irreductible frente a la dictadura de Franco y su secuela, la anomia cultural franquista; un hombre, en suma, amante de la música, de la literatura y de los viajes, siempre como vías de conocimiento; un sujeto dialogante y dialéctico, de curiosidad ilimitada por la vida y de preocupación constante por el tiempo –no en vano tenía distribuidos por las paredes de su despacho una amplia colección de relojes de bolsillo–, de un tiempo que se acaba para quien ha vivido con un objetivo preciso: construir un proyecto de vida. Sí, don Carlos, ese hombre ejemplar ha muerto.

Desde muy joven, Castilla del Pino tuvo conciencia de que tenía que forjarse su proyecto de vida y de que éste no estaría exento de dolor y sufrimiento. Eligió la psiquiatría, una disciplina truncada en dos por la Guerra Civil (con un antes: la escuela de Ramón y Cajal, Lafora y Llopis; y un después: manejada por López Ibor y Vallejo Nájera, ambos franquistas y padres de sagas familiares). En este contexto, a este pionero de los estudios de la depresión, de la represión sexual femenina, de la incomunicación y del cuestionamiento de la enfermedad mental como algo ajeno al entorno sociofamiliar, le fue negada –aún siendo un referente internacional– varias veces la cátedra de psiquiatría por su declarada militancia antifranquista. Su intento de servir de eslabón entre los avances de la disciplina durante la República, y las nuevas corrientes como la antropología social, el marxismo, la teoría de la comunicación y el psicoanálisis, le llevaron a forjar un modelo personal del análisis de la conducta humana. Castilla del Pino, fundamentalmente, era un estudioso de la psico(pato)logía. Y dentro de éste ámbito su máximo campo de interés era la psicosis, esto es la locura. Su ‘Teoría del sujeto’, pergeñada desde el análisis del discurso del hablante, es una de sus aportaciones más brillantes.

Su pasión por la investigación y la enseñanza de la psiquiatría le llevaron a escribir más de veinte libros de referencia clínica, así como sus memorias recogidas en dos libros: “Pretérito imperfecto” y “Casa del Olivo”. Como docente, sus clases estaban abarrotadas de alumnos y de gentes dispuestas a aprender escuchándole. Para los que tuvimos no sólo la suerte de conocerlo, sino de formarnos y de trabajar con él en la Cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Córdoba y en el Dispensario de Higiene Mental, puedo decir, sin ambages, que fue un maestro indeleble. Nos dejó escrito: “Uno vive en la memoria de los demás. No hay inmortalidad. Hay memoria”.



Javier Lacruz Navas Psiquiatra
18.5.2009

1 comentario:

Amalia dijo...

Me ha gustado mucho la reseña que Javier Lacruz ha hecho sobre Carlos Castilla del Pino, gracias por ponerla en su blog. Me ha gustado sobre todo porque no hay ni una linea, ni una palabra, ni un pero, que manche la vida del fallecido. Escribe sobre el profesional con una limpieza y admiración que me proporciona la sensación de que le ha colocado donde le correspondía. Lo demás es vida privada.