PEACE

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Paz y Ciencia

sábado, 28 de febrero de 2009

EL POZO, NERUDA

El pozo Pablo Neruda (1904-1973)

A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.

Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
Algas, ciénagas, rocas?
Qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?

Mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.

No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.

Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.

Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mi porque te hieres.

La Niña de los Sueños

La Niña andaba entregada a sus ensoñaciones, acaso ahora más adaptada a la situación en la que vivía, había puesto al límite a su padre, probándole, y éste había correspondido. Ahora ella tenía una especie de novio de pocos años de edad cuya formación estaba empezando pero que tal vez pudiera salir al púlpito a orar sobre lo vivido en medio del mercado. Mundos diferentes, perspectivas distintas, opiniones divergentes, las de su familia, su educación y la de ese muchacho, que está entre ser un compañero de juegos y un novio. Ella no discernía qué es exactamente, cuál es su papel o cometido.
Ella estaba como casi siempre, enfadada, sin saber contra quién pero en todo caso con un odio dirigido por lo común hacia sí mismo, no obstante la presencia de ese muchacho en la casa le hacía habitar el perimundo y el intramundo de una manera más sosegada, ahora ya podía dormir, de vez en cuando y no se enfadaba tanto con su papá.
Las cosas cambiaban, por ejemplo el muchacho, quien empezaba a crear amistades con chicos "elitistas", tal y como ellos les llamaban. Estos señoritos querían ser abogados y cosas por el estilo. El muchacho se contentaba con poder comer mientras imaginaba un mundo distinto, ni mejor ni peor, tan sólo distinto, a cada paso, en cada momento, un lugar diferente en cada abrir y cerrar de ojos. Trataría de prestar atención si explicaban algo acerca de su finalidad.
Estaba muy contento, integrado, sus costumbres cambiaban, su paladar se iba afinando hacia otros alimentos distintos al pan y las patatas, sin embargo y afortunadamente para la Princesa, ella seguía viéndole como esos cuadros que tenía su papá de dibujos sencillitos, con mucho color y de maneras esquemáticas. Esos cuadros que su papá traía de otros mundos.
Menuda amalgama de diferencias y así se iba tejiendo un espacio común, donde en potencia poder crecer y desarrarse juntos, con la confusión de roles, de identidad, de no saber si la Princesa era hermana, novia o compañera de cole del muchacho, también pensaba que le estaba haciendo un favor. El muchacho no pensaba en eso, sólo pensaba en comer, en reirse y en el momento más presente.
Así transcurren los días en el hogar del Palacio, allí el muchacho empezó a escribir el "Libro de las Apariencias", un texto donde, como hiciera la Princesa en épocas anteriores él volcaba sus experiencias y proponía como podían ser las cosas mejores, al menos, de otro modo.

Reportaje EL PAIS: Un icono codiciado (Dalí)

















REPORTAJE: Un icono codiciado
Todos quieren ser Dalí
De Pacino a Banderas, varias estrellas de Hollywood persiguen el bigote del genio
CATALINA SERRA - Barcelona - 28/02/2009



¿Qué tendrá Dalí para que, de repente, estalle una fiebre en Hollywood para llevar al cine la surrealista vida del pintor de Port Lligat? A mediados de abril se estrenará el biopic Sin límites, en el que Robert Pattinson (famoso por su papel de vampiro en Crepúsculo) interpreta al artista, pero otros nombres del cine -mucho más ilustres- quieren ponerse sus bigotes: Antonio Banderas, Al Pacino, Johnny Depp e incluso Peter O'Toole. Tema hay, desde luego, y anécdotas suculentas como para llenar horas y horas de metraje.

La fundación que protege los derechos del artista rechaza casi todos los guiones
Pero el caso es que todos estos otros proyectos topan con la oposición de la Fundación Gala-Salvador Dalí, propietaria de los derechos de las obras del artista. Sus responsables velan para que ninguna de estas hipotéticas películas dé al traste con 15 años de esfuerzos por recolocar al pintor en la historia "seria" del arte del siglo XX más allá de escándalos, líos y leyendas de todo tipo, algunos de ellos relativos a las falsificaciones de obra gráfica que salpicaron sus últimos años.

"Lo último que le hace falta ahora a Dalí es una mala película que tenga éxito", comenta Joan Manel Sevillano, gerente de la fundación, que explica cómo en los últimos seis años han pasado por sus manos hasta 11 guiones para llevar a la gran pantalla la vida del artista. Exceptuando Sin límites (Little Ashes, en su versión inglesa), ninguno ha conseguido el visto bueno de la fundación. "La vida de Dalí ya es lo suficientemente interesante como para que no sea necesario inventarse cosas. No es nuestra intención censurar, pero velamos para que se aborde su figura de forma respetuosa sin esconder nada, pero sin banalizar ni contar cosas que no son. Hollywood puede cambiar la historia, y por eso somos estrictos".

Sín límites, una modesta producción hispano-británica que ha costado en torno a tres millones de euros, se centra en la juventud de Dalí y en la relación que el artista estableció en la Residencia de Estudiantes con Federico García Lorca (que interpreta Javier Beltrán) y Luis Buñuel (Matthew McNulty). El filme, producido en España por Factotum Barcelona, cuenta con un guión de Philippa Goslett que no rehúye escenas escabrosas, como la supuesta relación homosexual entre Lorca y Dalí. La fundación, comenta Sevillano, no ve inconveniente en que se hable de este asunto, abordado por varias biografías, "siempre que se mantenga el tono ambiguo en el que Dalí habló siempre de esta relación".

Por lo que no pasa la fundación es por el proyecto de Andrew Niccol (director de películas como Gattaca o El show de Truman) de llevar al cine el polémico libro Dalí y yo. Una historia surreal, de Stan Lauryssens, que tendría como protagonista a Al Pacino.

El libro es una supuesta autobiografía de Lauryssens en la que confiesa cómo falsificó dalís sin escrúpulos y explica imposibles diálogos con amigos y colaboradores del artista de visita en Cadaqués, amigos que le "desvelan" sus supuestas perversiones sexuales y su connivencia en falsificaciones. La Fundación Dalí, a través del bufete Roca Junyent Abogados Asociados, ha iniciado ya en el juzgado de Figueres los trámites de la querella por difamación e injurias contra Lauryssens "que podría ampliarse a la editorial o a quien sea necesario", señala Sevillano.

El gerente de la fundación, que ha viajado varias veces a Los Ángeles para reunirse con distintos productores, llegó a mandar una carta al agente de Al Pacino explicándole la situación y pidiéndole que "no se rebaje" a entrar en esta producción. De hecho, cuando estuvo el pasado año en Madrid, el actor comentó su interés por interpretar a Dalí, aunque añadió: "Hasta ahora no he leído un guión redondo, y mientras no haya un libreto férreo no la haré".

El que finalmente ha dado el sí para ponerse en la piel del artista es Antonio Banderas, que ha anunciado que en breve comenzará el rodaje de Dalí, dirigida por Simon West (realizador de Tomb Raider) y que abarcará toda la vida del artista introduciendo escenas de animación de sus cuadros. Tampoco este guión cuenta con el permiso de la fundación.

"He hablado varias veces con West y les he explicado nuestra posición", añade. "Lo único que pedimos es que modifiquen el guión. Claro que pueden intentar rodarlo de todas maneras, pero cualquiera que haga una película sobre Dalí sin los permisos tendrá serios problemas con nosotros. Y hasta ahora no hemos perdido ningún juicio".

Sobre los otros dos proyectos anunciados hace tiempo, no hay nada seguro por el momento y sí mucha dosis de rumorología. De la película con Peter O'Toole, titulada Goodbye Dalí, no se tienen muchas noticias sólidas. En cuanto a Johnny Depp, que en principio dirigiría la película e interpretaría al pintor, parece ser que aún busca guión. Documentación no va a faltarle.

Angustia Impensable, di-versiones.

Es el alambicado discurso de la ciencia psi lo que produce desconcierto.
Para entender un mundo tan complicado como la realidad psíquica debemos utilizar un metalenguaje que va más allá de lo manifiesto, esta es la razón por la que parecen inaccesibles los textos psicológicos. No obstante, aquellos que han pasado por los estados del ser que se describen saben entender qué es lo que escribimos personas como yo, que tratamos de aprender mientras escribimos, mientras leemos, o mientras respiramos la clínica.
Hoy estoy pensando en el “proceso originario” de Piera Aulagnier, en el “pictograma”. Esto guarda relación con la relación madre-bebé, con Winnicott, con Anzieu, con otros muchos que dijeron de una manera u otra la misma idea explicada de un modo distinto. Para ello compartiré una lectura muy estimulante que he tenido en el autobús mientras me dirigía a dar clases a unas personas muy cariñosas y especiales.

Winnicott llama al concepto de Piera “miedo al derrumbe” o “irrupción de estados de desintegración”; José Bleger (1967) describe el estado de indiferenciación yo-mundo como un núcleo que es previo a la posición esquizo-paranoide y que llama glischro-cárica. Bion habla del “terror sin nombre”, Anzieu (1987) de “significantes formales”, Bollas (1987) de “lo sabido no pensado que necesita ser figurado”. Joyce McDougall (1989) habla de las “expresiones actuadas” como descargas frente al dolor mental que exceden la capacidad de absorción de las defensas.
Thomas Ogden (1992) formula la hipótesis de una posición más primitiva, la “posición autista contigua”, C. y S. Botella (1997) designan “huellas perceptivas”, “restos puros de elementos sensoriales” a las inscripciones que no reúnen la cualidad de representación. Kristeva (1989) se ocupa de “lo fuera de tiempo”, Marucco (1999) habla de las repeticiones de vivencias tempranas sin ligadura en términos de “huellas anémicas ingobernables”. Guy Rosolato (2000) propone el “significante analógico de demarcación”, a diferencia del “significante lingüístico”. Rodolfo D´Alvia (2002) reflexiona sobre lo irrepresentable en psicoanálisis y presenta la “clínica de los fenómenos residuales”. Para todos ellos, concluye Said, se trata de la actualización de fragmentos psíquicos no reprimidos.

Ante esta maravillosa descripción no exhaustiva está la definición de “representaciones pictográficas”, esto es, manifestaciones fugitivas del afecto enunciadas en palabras no habitadas por el sujeto; alucinaciones sensoriales ocasionadas en el encuentro con un acontecimiento al que no se le pueden adjudicar otras significaciones… [El sostén del ser, Paidós, pág. 147].

Algunas de las descripciones son muy elocuentes, una forma de acting out que se “presentifica” por no poder haber encontrado una representación, un vació de significante, un hueco, la ausencia, lo impensable winnicottiano.
Cuando estos estados emergen en la conciencia, en lo fenomenológico encontramos confusión, alteración en el curso del pensamiento, trastornos afectivos, paranoidia, vacío existencial y un sinfin de síntomas y expresiones del yo que está por “advenir”, castrado, desidentificado o violado en su espontaneidad.
La falta de sentido en la representación de la angustia viene brindada por un maternaje suficientemente bueno. Cuestión que parece algo dudosa por la sobredeterminación del síntoma, en cualquier caso la ayuda en la identificación y la angustia tiene mucho que ver con el deseo del otro y en el espacio intersubjetivo, en esa matriz relacional, se debe originar esa pauta de entrelazamiento en el espacio potencial donde poder tener la ilusión (concepto que Piera emplea de Winnie) para crear el mundo. En ese juego de ilusión-desilusión la realidad deviene y el yo renace, aunque sea parcialmente, pudiendo contener esa angustia impensable que se presenta en consulta con un síndrome florido. Ese trabajo de dar sentido y contenido a la angustia es el que debe hacer la madre para que aquel infante con una dependencia relativa no se sienta caer, despavorido, asustado y traumatizado ante la presencia de un acontecimiento vital estresante, sea real o imaginario.

Reflexiones del viernes noche, como balance de una semana fructifera que ha tenido como colofón un encuentro-seminario con unos amigos y un equipo de trabajo.
Atentamente, Rodrigo Córdoba Sanz. Rcordobasanz@gmail.com

jueves, 26 de febrero de 2009

Robert Graves. Dioses y héroes de la antigua Grecia

Orión
IX
Orión de Beocia, el hombre más guapo y el cazador más astuto que existía, se enamoró de Mérope, hija de Enopión, rey de Quíos.
—Te podrás casar con Mérope —dijo Enopión—, si me prometes matar a todos los animales salvajes de mi isla.
Orión comenzó su misión y cada tarde llevaba las pieles de los osos, leones, lobos, gatos monteses y zorros muertos al palacio de Mérope. Cuando consiguió limpiar Quíos de todos los animales salvajes mayores que un ratón o una comadreja, Orión «llamó a la puerta de Enopión y dijo:
—Ahora, deja que me case con tu hija.
—Todavía no —contestó Enopión—. Esta mañana, al amanecer, he oído aullidos de lobos, leones y osos rugiendo, zorros ladrando y gatos monteses maullando. Aún no has cumplido el cometido.
Orión entonces se emborrachó y esa misma noche irrumpió en el dormitorio de Mérope.
—Acompáñame al templo de Afrodita y cásate conmigo —le gritó.
Mérope chilló pidiendo ayuda y Enopión, temiendo resultar herido si intervenía, envió urgentemente a un grupo de sátiros para que le ofrecieran aún más vino a Orión.
—¡Brindemos por un feliz matrimonio! —gritaban los sátiros.
Orión lo agradeció, bebió más y finalmente cayó al suelo sin sentido. Fue entonces cuando apareció el cruel Enopión y le arrancó los ojos. Después, Orión, ya ciego, pudo oír el martillo de un cíclope a lo lejos y siguió aquel sonido hasta una fragua, lugar donde tomó al hijo del cíclope como guía hasta el Lejano Oriente, donde el Sol guardaba sus caballos junto a Océano, para su viaje diario cruzando el cielo. El Sol se compadeció de Orión y le devolvió la vista. Y Orión volvió a Quíos en busca de venganza. Enopión, advertido de su llegada, se escondió en una tumba y ordenó a sus sirvientes que dijeran que se había ido al extranjero; así que Orión se fue a Creta en su busca. La diosa Artemisa, que pasaba por allí, le dio la bienvenida a Orión.
—¿Por qué no salimos juntos a cazar? —propuso—. Así veremos quién consigue más cabras salvajes.
—Yo no soy rival para una diosa como tú —contestó Orión, con cortesía—, pero me encantaría verte disparar.
El dios Apolo, hermano de Artemisa, los oyó y murmuró indignado:
—Me parece que Artemisa se ha enamorado de este mortal. Debo poner fin a esto.
Envió entonces un gigantesco escorpión, más grande que un elefante, para que atacara a Orión. Éste disparó todas sus flechas al animal y después usó la espada; pero, al ver que no era capaz de matar a aquel monstruo, se lanzó al mar y se alejó nadando. Apolo, entonces, le preguntó a Artemisa, que acababa de llegar con un arco y unas flechas:
—¿Ves aquella cosa negra que sube y baja en el mar a lo lejos?
—Sí —contestó Artemisa.
—Es la cabeza de un miserable llamado Candaonte —dijo Apolo—. Ha insultado a una de tus sacerdotisas. ¡Mátalo!
Artemisa creyó a Apolo, apuntó con cuidado y disparó. Más tarde, cuando la diosa descubrió que había matado a Orión, convirtió a éste en una constelación, perseguida eternamente por un escorpión, para que todo el mundo recordase los celos y las mentiras de Apolo.

Anotaciones sobre un artículo de Janine Puget sobre Piera Aulagnier

Piera Aulagnier:
lo social, 27 años después
Janine Puget


La diferencia entre representación
y presentación es importante en tanto que la una remite al
pasado y la otra a un presente siempre activo y atinente a lo
novedoso. Presentación es aquella formación psíquica que no
incluye resignificación sino que al producir un descoloque, un
desacople entre lo conocido y lo nuevo, entre el sujeto y otro
sujeto tendrá efectos a los cuales deberemos poder reconocer. Es
una producción resultado de la relación entre dos o más sujetos
de la que surgen siempre aspectos imprevisibles y novedosos.
Entonces habría una oscilación entre la constitución de una
representación que siempre remite a un pasado y una presentación
que remite a hechos novedosos.

la presencia de un otro u otros impone. A ese efecto lo llamo
“imposición de presencia” (2001) que produce inevitablemente
un descoloque de lo instituido: por ende, subjetividad. Y en cada
espacio, sea éste el familiar o el intrasubjetivo y por supuesto el
espacio social los efectos tendrán derroteros propios a la cualidad
vincular. El estar con otro necesariamente modifica la subjetividad
y produce singularidad, intimidad y nuevos significados, que
pueden llegar a resultar intolerables y entonces dar lugar a
diferentes mecanismos de defensa. El saberse atravesado o receptor
de eventos, emociones, etc., acontecidos en el conjunto
ante el cual creemos podernos ubicar con una cierta distancia, es
una defensa ante la activación del sentimiento de lo que vengo
llamando la Incertidumbre Inconsciente (Puget, Braun, 2001)
que se apoya en el Principio de Incertidumbre,2 al cual doy un
status ontológico en la constitución de los espacios psíquicos.
Esto equivale a considerar que incertidumbre e imprevisibilidad
se conjugan y que por ende es necesario incluir en el funcionamiento
vincular e intrasubjetivo la complejidad y lo aleatorio.
Pensar la incertidumbre como inherente a la vida entra en conflicto
con quienes sostienen que construir certezas y obtener un
sentimiento de seguridad pueden ser considerados como logros.
En la medida en que el tema de una subjetividad que se va
construyendo en cada vínculo hace imposible definirla desde la
hegemonía del Yo, nos encontramos con nuevas dificultades y
sigue abierta la discusión con Piera Aulganier. Desde la inclusión
de la incertidumbre ontológica lo que clásicamente se llama
identidad se ve constantemente alterada y en peligro. Por otra
parte, ¿por qué ha sido tan importante durante decenios el culto
a la identidad, al sí mismo, a la constitución derivada de la
hegemonía del Yo? No podré contestar a este interrogante sino
pensar que gracias a un trabajo ya hecho por otros podemos hoy
pensar en los efectos de la potencialidad vincular basados en la
alteridad, la ajenidad, y en la fragilidad de los vínculos así como
en su posible creatividad.

En la medida en que es factible pensar que los
otros son los que componen un vínculo sobre la base del Dos,
unidad fundante de la subjetividad, ya no se podrá hablar de un
otro que tan sólo reconozca al Yo, sino de dos otros que se van
constituyendo conjuntamente. La cuestión no será la de constituir
una mente, un Uno, en un juego sujeto-objeto, sino constituir
subjetividad que se significa en cada vínculo. Por subjetividad
entiendo ya no sólo conciencia de sí mismo sino conciencia de
habitar un espacio con otro, o sea conciencia de producción
vincular. Sin embargo cuando hace muchos años escribí un
trabajo al cual denominé “En la búsqueda inefable de un reconocedor
privilegiado” (1993), me apoyé en Piera Aulagnier y en su
visión del problema, lo que hoy me parece insuficiente. En aquel
trabajo di especial importancia a la mirada de los otros y a un
aspecto frágil y evanescente de dicha mirada y de la certeza que
pueda proveer. Esta fragilidad se debía a que el reconocimiento
buscado se sostiene sobre un anhelo insaciable que se renueva en
cada acto de reconocimiento. Este concepto me permitía comprender
ciertas preguntas referidas a diálogos de parejas donde la
exigencia de reconocimiento se renueva en todo momento y
difícilmente se alcanza. También me permitió comprender por
qué en cada ámbito en el que un sujeto actúa la exigencia de
reconocimiento, lleva a entronizar a sus propios reconocedores
sin que ello tampoco instale una confianza duradera. Pero hoy
pienso que ese anhelo es insaciable porque el reconocimiento,
para que cumpla su función, no es especular sino que debe
provenir de la alteridad del otro sujeto, lo que, si bien satisface,
impide que el vínculo se instituya sobre una base de complementariedad. El otro siempre devuelve otra mirada que denuncia su
alteridad y su ser inasible. Muchos comentarios de las parejas
dejan ver cuánto esperan de la complementariedad. “Si necesito...
me tiene que dar”... “ya que pareciera ser nuestro contrato”,
o “no me decís lo que espero”...

EL ORIGEN
Piera Aulagnier, coherente con sus formulaciones, se interroga
acerca del origen dando significado a lo que podríamos llamar
el orden cronológico de constitución de la mente. Los padres
están antes que el infante y el conjunto antes que el recién
llegado. Esta formulación se aparta en algo de Winnicott para
quien madre y bebé se constituyen conjuntamente, si bien lo que
va importar ahí es el lugar que este vínculo y el espacio que se
crea ocupan en la mente del bebé.
Nueva diferencia. La idea de que los padres están antes que el
bebé se sostiene sobre una concepción de la relación según la cual
son los padres quienes crean al niño. Esto tiene que ver con el
concepto de violencia originaria de Piera Aulagnier. Lo importante
es crear a un sujeto. Pero si –como lo pienso– la subjetividad
se va creando en un vínculo, no sería posible ser padre antes
que ser hijo ya que la relación parento-filial se va significando en
una acción conjunta. Pensar en los términos de un antes y un
después se basa en cierto modelo explicativo: algo pasó antes, en
el origen y produce efectos a los que se podrá comprender
recuperando algo del origen y ello tiene un fuerte tinte determinístico. Pero, ¿qué pasa si ello no diera cuenta de todo lo que
sucede y nos planteamos que también cada situación tiene su
origen? Entonces la familia no es una entidad previa solamente
sino que se constituye con todos sus miembros y el conjunto a
partir de actos que nos instituyen en él. Y que la historia sólo tiene
en parte un valor determinístico, en parte nos condiciona y además
se producen efectos novedosos en cada encuentro, a los que no
podemos explicar por lo ya vivido. No confundamos, ello tampoco
quiere decir que estos efectos pueden ser pensados dentro del
marco de las series complementarias y de las neurosis actuales.
En el primer caso, versión Piera Aulagnier, la pareja parental,
la que va a dar sentido al infante, puede rehusar las cláusulas
esenciales del contrato social o puede darse que el contrato
impuesto ya esté viciado de antemano al rehusarse a reconocer en
la pareja los elementos del conjunto (p. 190). Entonces es pensable
la ruptura del contrato narcisista que instituye como miembro
del conjunto y ello tendrá consecuencias sobre la psique del niño
Desde mi concepción no es posible romper el contrato narcisista
ni rehusar la pertenencia al conjunto, dado que habitar un
espacio en tanto sujeto social es un imperativo. Pero la manera de
habitarlo conlleva dos modalidades de subjetivación. Una de
ellas nos hace miembros del conjunto siguiendo las leyes del
conjunto que no son más que leyes que tienen alguna semejanza
con las que rigen para la estructura edípica y así formamos parte
de una masa-estado. Esas leyes hablan de lo permitido y lo
prohibido e instituyen el tema de la deuda de origen. Los hijos
deben a los padres y los padres a los hijos. La sociedad debe a sus
ciudadanos y los ciudadanos deben a la sociedad. Esta manera de
concebir el conjunto no es más que una ampliación de la concepción
que posibilita pensar la estructura familiar y ello es lo que
concibió Freud cuando ideó mecanismos propios para la formación
de la Masa. Así pensó el establecimiento de órdenes jerárquicos
y de una suerte de deuda de origen. Deudas por otra parte
impagables ya que forman parte de la condición de estructura. Un
paciente aludiendo al formulario 10504 que en un momento
circuló aquí, introdujo así la idea de la deuda impagable.

Estos nuevos conjuntos se instauran a partir de acontecimientos
no predecibles. Pero Piera Aulagnier dará el mismo peso a los
acontecimientos que tocan el cuerpo, a aquellos que realmente
sucedieron en la vida de la pareja durante la infancia del niño, al
discurso que oyó y también a la posición de excluido, explotado,
víctima que la sociedad puede haber infligido a la pareja o al
niño. Qué compleja es esta frase. Dar un peso igual... y además
sigue diciendo que sólo habrá patología si el habitar el conjunto
ofrece una dificultad específica ligada a algún acontecimiento.
Pareciera que no toma en cuenta los efectos de subjetivación
producidos por la presencia de dos o más sujetos sino tan sólo los
efectos pensados desde la concepción del après coup. Y entonces
propone que la constitución de diversos espacios de subjetividad
no son más que una transformación del espacio princeps que sería
el cuerpo y sus arborescencias. Lo social para ella y muchos
autores se apoya sobre el cuerpo.

Para Piera Aulagnier un solo espacio con sus múltiples transformaciones
a partir de un origen da cuenta de la constitución del
Yo y luego del espacio social. Mientras que propongo la idea de
tres espacios de constitución subjetiva (intra, inter y trans)
(1987, 1989), lo que obliga a pensar en diferentes vicisitudes y
complejidades. Claro que los desajustes entre cada espacio no
llevarán necesariamente a la psicosis sino que darán lugar a otras
manifestaciones que no sólo crearán posiciones de víctimas,
excluidos etc., sino permanentes organizaciones y reorganizaciones
y la creación de nuevos personajes correspondientes a
cada situación. Se generan nuevas categorías que darán cuenta de
los múltiples posicionamientos dentro de un conjunto.

EL CONCEPTO DE DIFERENCIA
Analicemos ahora el uso que Piera Aulagnier hace del concepto
de diferencia al introducirlo como la realidad de la diferencia
del deseo del Otro (p. 90). Con ello propone que la psique se
confronta con categorías que fundan el orden humano y éstas son:
lo interdicto, la culpabilidad, la envidia, el deseo de dominio.
En la dialéctica del deseo se pone de relieve la transgresión, el
tener-poseer, la destrucción, la reparación, pero ello, dice Piera
Aulagnier, no equivale a tomar contacto con la realidad psíquica.
Se trata de una frase complicada que establece una diferencia
entre la dialéctica del deseo y la constitución de una realidad
psíquica. De donde la realidad de la diferencia del deseo del Otro
no alcanza para introducir el concepto de diferencia. Es ahí donde
creo útil pensar en una dialéctica entre dos alteridades y dos
ajenidades dado que no alcanzaría pensar en dialéctica del deseo.
Y así podría introducir algunas de las categorías ubicando la
dialéctica de la diferencia pura en lo que hace a la subjetividad
social y a los vínculos en general. Esto es la diferencia sobre la
base de la cual se constituye el Dos.

Angustia e Identificación_PIERA AULAGNIER

Angustia e identificación
Piera Aulagnier


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Intervención de Piera Aulagnier en el
Seminario del Jacques Lacan
del miércoles 2 de mayo de 1962


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Durante las últimas jornadas provinciales, un cierto número de intervenciones llevaron sobre sí la cuestión de saber si es posible definir diferentes tipos de angustia. Se llegó así a preguntar si se debía dar por ejemplo un estatuto particular a la angustia psicótica. Diré que soy de distinto parecer: la angustia, ya sea que aparezca en el sujeto llamado normal, en el neurótico, o en el psicótico, me parece responder a una situación específica e idéntica del Yo, y está incluso ahí lo que parece ser uno de sus rasgos característicos.
En cuanto a lo que se podría llamar la posición del sujeto frente a la angustia, en la psicosis por ejemplo, hemos podido observar que si no se intentan definir mejor las relaciones existentes entre afecto y verbalización se puede llegar a una suerte de paradoja que se expresaría del siguiente modo: que por una parte el psicótico sería alguien particularmente sujeto a la angustia, -es incluso en la respuesta en espejo que suscitaría en el analista donde habría que buscar una de las dificultades mayores de la cura-, y por otra parte, se nos dice, que sería incapaz de reconocer su angustia, que la mantendría a distancia, se alienaría en ella.
Se enuncia así una posición insostenible si no se intenta ir un poco más lejos: en efecto, ¿qué podría significar reconocer la angustia? Ella no espera y no tiene necesidad de ser nombrada para sumergir al Yo y no comprendo lo que se podría querer decir diciendo que el sujeto está angustiado sin saberlo. Podemos preguntarnos si no es justamente propio de la angustia no poder nombrarse: el diagnóstico, la apelación, no pueden venir sino del lugar del Otro, de aquél frente al cual ella aparece. Él, el sujeto, es el afecto angustia, él la vive totalmente y es esta impregnación, esta captura de su Yo que se disuelve lo que le impide la mediación de la palabra.
Se puede, a ese nivel, hacer un primer paralelo entre dos estados que por diferentes que sean me parecen representar dos posiciones extremas del Yo, tan opuestas como complementarias, -voy a hablar del orgasmo. Hay en este segundo caso la misma incompatibilidad profunda entre la posibilidad de vivirlo y el tomar la distancia necesaria para reconocerlo y definirlo en el hic et nunc de la situación de desencadenamiento.
Decir que se está angustiado indica en sí mismo ya haber podido tomar una cierta distancia en relación a la vivencia afectiva, muestra de que el Yo ha adquirido ya un cierto dominio y objetividad frente a un afecto del que podemos dudar que a partir de ese momento merezca aún el nombre de angustia. No tengo necesidad aquí de recordar el papel metafórico, mediador, de la palabra, ni la distancia existente entre ella y su traducción verbal.
A partir del momento en que el hombre pone en palabras sus afectos hace justamente otra cosa, hace de esto por la palabra un medio de comunicación, los hace entrar en el dominio de la relación y de la intencionalidad transforma en comunicable lo que ha sido vivido a nivel del cuerpo y que como tal en último análisis permanece como algo del orden de lo no verbal.
Todos sabemos que decir que se ama a alguien no tiene sino muy lejanos vínculos con lo que es sentido en función de ese mismo amor a nivel corporal: decir a alguien que se lo desea, -nos recordaba Lacan-, es incluirlo en nuestro fantasma fundamental, es también sin duda, hacer de esto el testimonio de nuestro propio significante. Sea lo que fuera que pudiéramos decir a ese sujeto, todo está hecho para mostrarnos la distancia existente entre el afecto en tanto que emoción corporal, interiorizada, en tanto algo que extrae su fuente más profunda de lo que por definición no puede expresarse en palabras ,-voy a hablar del fantasma-, y la palabra que nos aparece así en toda su función de metáfora.
Si la palabra es la llave mágica e indispensable que sola puede permitirnos entrar en el mundo de la simbolización, y bien, pienso justamente que la angustia responde a ese momento entre (...) donde esta llave no abre más ninguna puerta, dónde el Yo al afrontar lo que está antes o detrás de toda simbolización, donde lo que aparece es lo que no tiene nombre, "esta figura misteriosa", ese "lugar de donde surge un deseo que uno no puede más aprehender", donde se produce para el sujeto un pasaje, un telescopiage entre fantasma y realidad: lo simbólico se desvanece para dejar lugar al fantasma en tanto tal, el Yo se disuelve y es a esta disolución que llamamos angustia.
Es cierto que el psicótico no espera al analista para conocer la angustia, es cierto también que para todo sujeto la relación analítica es en ese dominio un terreno privilegiado. Esto no es para sorprendernos si se admite que la angustia tiene las relaciones más estrechas con la identificación. Ahora, si en la identificación se trata de algo que sucede a nivel del deseo, deseo del sujeto en relación al deseo del Otro, resulta evidente que la fuente mayor de angustia en el análisis va a encontrarse en lo que es su esencia misma: el hecho de que el Otro en este caso es alguien cuyo deseo más profundo es no desear, alguien que por eso mismo, si permite todas las proyecciones posibles, las devela también en su subjetividad fantasmática y obliga al sujeto a plantearse periódicamente la cuestión de lo que es el deseo del analista , deseo siempre presumido, jamás definido, y pudiendo por ahí mismo en todo instante devenir ese lugar del Otro de donde surge para el analizante la angustia.
Pero antes de intentar definir los parámetros de la situación ansiógena, parámetros que no pueden dibujarse sino a partir de problemas propios de la identificación, se puede plantear una primera cuestión de orden más descriptivo y que es ésta: ¿qué entendemos cuando hablamos de angustia oral, de castración, de muerte?
Intentar diferenciar esos diferentes términos a nivel de una suerte de escalonamiento cuantitativo es imposible: no hay angustiómetro, no se está poco o muy angustiado, se lo está o no se lo está. La única vía que permite una respuesta a ese nivel es la de situarnos en el lugar en que nos toca: aquél de quien sólo puede definir la angustia del sujeto a partir de lo que esta angustia le señala. Si es verdad, como lo señala Lacan, que es muy difícil hablar de la angustia en tanto que señal a nivel del sujeto, me parece seguro que su aparición designa, señala al Otro en tanto que fuente, en tanto lugar de donde ella surge, y no puede ser inútil a este respecto recordar que no hay afecto que soportemos peor en el otro que la angustia, que no hay afecto al cual no arriesguemos responder de manera paralela.
El sadismo, la agresividad, puede por ejemplo suscitar en el partenaire una reacción inversa, masoquista o pasiva, la angustia no puede provocar sino la huida o la angustia. Hay aquí una reciprocidad de respuesta que no deja de plantear una pregunta.
Lacan se ha rebelado contra esa tentativa hecha por muchos que sería la búsqueda de un "contenido de la angustia"; esto me recuerda lo que ha dicho a propósito de otra cosa, que para sacar un conejo de la galera es preciso haberlo puesto previamente ahí. Y bien, yo me pregunto si la angustia no aparece justamente no sólo cuando el conejo ha salido sino cuando él se ha ido a pacer la hierba.
Cuando la galera no representa sino algo que recuerda al toro [topológico], pero que rodea un lugar negro del que todo contenido nombrable se ha evaporado, frente al cual el Yo no tiene más ningún punto de referencia pues la primer cosa que se puede decir de la angustia es que su aparición es signo del hundimiento momentáneo de toda referencia identificatoria posible. Es solamente partiendo de ahí que se puede responder tal vez a la cuestión que yo planteaba en cuanto a las diferentes denominaciones que podemos dar a la angustia, y no a nivel de la definición de un contenido, ya que lo propio del sujeto angustiado, se puede decir, es haber perdido su contenido.
En otros términos, no me parece que se pueda tratar de la angustia, en tanto tal, por tomar un ejemplo, diría que hacer eso me parecería tan falso como querer definir un síntoma obsesivo quedándonos a nivel del movimiento automático que puede representarlo. La angustia no puede aprehender algo sobre ella misma más que si la consideramos como la consecuencia el resultado de un impasse en el que se encuentra el Yo, signo para nosotros de un obstáculo surgido entre esas dos lineas paralelas y fundamentales cuyas relaciones forman la llave de bóveda de toda la estructura humana, la identificación y la castración. En las relaciones entre esos dos pivotes estructurales en los diferentes sujetos que voy a intentar delinear para intentar una definición de lo que es la angustia, de eso de lo que, según los casos, nos da testimonio.
Lacan, en el seminario del 4 de Abril de 1962 al cual me refiero a lo largo de esta exposición, nos ha dicho que la castración podía concebirse como "un pasaje transicional entre lo que está en el sujeto en tanto que soporte natural del deseo y esta habilitación por la ley gracias a la cual va a devenir la prenda por donde va a designarse en el lugar donde tiene que manifestarse como deseo".
Este pasaje transicional es lo que debe permitir alcanzar la equivalencia pene-falo, es decir que lo que era, en tanto soporte natural, el lugar donde se manifiesta el deseo en tanto afecto, en tanto emoción corporal, debe devenir, ceder, lugar a un significante, pues no es sino a partir del sujeto y jamás a partir de un objeto parcial, pene u otro, que puede tomar un sentido cualquiera el término deseo. El sujeto demanda y el falo desea, decía Lacan, el falo pero jamás el pene. El pene no es sino un instrumento al servicio del significante falo y si puede ser un instrumento muy indócil es justamente porque en tanto falo es el sujeto al que designa.Y para que eso marche es necesario que el Otro justamente lo reconozca, no lo elija en función de ese soporte natural sino en la medida en que él es en tanto sujeto, el significante que el Otro reconoce desde su propio lugar de significante.
Lo que diferencia, en el plano del goce, el acto masturbatorio del coito, -diferencia evidente pero imposible de explicar fisiológicamente- es que el coito, en tanto los dos partenaires hayan podido en su historia asumir su castración, hace que, en el momento del orgasmo, el sujeto vuelva a encontrar, no como algunos lo han dicho, una suerte de fusión primitiva (pues después de todo no sé porqué el goce más profundo que el hombre puede experimentar debiera estar ligado a una regresión tan total) sino por el contrario ese momento privilegiado en el que por un instante él alcanza esta identificación siempre buscada y siempre fugitiva donde él, -el sujeto-, es reconocido por el Otro como el objeto de su deseo más profundo pero donde al mismo tiempo, gracias al goce del Otro él puede reconocerlo como aquél que lo constituye en tanto significante fálico; en este instante único, demanda y deseo pueden por un instante fugitivo coincidir, y es esto lo que da al Yo esa expansión (épanouissement) identificatoria de donde extrae su fuente el goce.
Lo que no hay que olvidar es que si en ese instante demanda y deseo coinciden, el goce lleva no obstante en él la fuente de la insatisfacción más profunda pues si el deseo es antes que nada deseo de continuidad, el goce por definición es algo instantáneo: es esto lo que hace que enseguida se restablezca la separación entre deseo y demanda, y la insatisfacción que es también prenda de la perennidad de la demanda.
Pero si hay simulacros de la angustia, hay muchos más simulacros del goce, pues para que esta situación identificatoria, fuente del verdadero goce, sea posible, falta aún que los dos partenaires hayan evitado el obstáculo mayor que les espera y que es que, para cada uno de los dos, o para los dos, la apuesta haya quedado fijada sobre el objeto parcial. En fin, de una relación dual en la que ellos en tanto sujetos no tienen lugar; pues lo que nos muestra todo lo que está ligado a la castración es que lejos de expresar el temor de que se lo corten, aún cuando es así que el sujeto puede verbalizarlo, de lo que se trata es del temor de que se lo deje y se le corte todo el resto, es decir que se quiera a su pene o a su objeto parcial, soporte y fuente del placer, y que se lo niegue y se lo desconozca como sujeto. Es por esto que la angustia tiene no sólo relaciones muy estrechas con el goce, sino que una de las situaciones más fácilmente ansiógenas es aquella dónde el sujeto y el Otro tienen que afrontarse a su nivel.
Vamos entonces a intentar ver cuáles son los obstáculos que el sujeto puede encontrar en ese plano. No representan otra cosa que las fuentes mismas de toda angustia. Para lo cual tendremos que referirnos a lo que llamamos las relaciones de objeto pregenitales, en esta época entre todas determinante para el destino del sujeto donde la mediación entre el sujeto y el Otro, entre demanda y deseo, se hace en torno a este objeto cuya ubicación y definición queda ambigua, y que es llamado el objeto parcial.
La relación entre el sujeto y este objeto parcial no es otra que la relación del sujeto a su propio cuerpo, y es a partir de esta relación que queda como fundamental para todo humano que toma su punto de partida y se modela toda la gama de lo que es incluido en el término de relación de objeto.
Que uno se detenga en la fase oral, anal, fálica, son las mismas coordenadas las que se vuelven a encontrar. Si he elegido la fase oral es simplemente porque para el psicótico, del que hablaremos, me parece ser el momento fecundo de lo que en otra parte he llamado la apertura de la psicosis.
¿Porqué podemos definirla? Por una demanda que desde el comienzo, se nos dice, es demanda de otra cosa. Por una respuesta también que es no sólo y de una manera evidente una respuesta a otra cosa, sino que es -y es un punto que me parece muy importante- lo que constituye lo que es un grito, un llamado tal vez, como demanda y como deseo. Cuando la madre responde a los gritos del niño, ella los reconoce constituyéndolos como demanda pero lo que es más grave es que los interprete sobre el plano del deseo del niño de estar cerca de ella, deseo de tomarle algo, deseo de agredirla, poco importa. Lo que es cierto es que por su respuesta, el Otro a dar la dimensión de deseo al grito de la necesidad -y por lo que el niño es investido siempre- es al comienzo el resultado de una interpretación subjetiva, función del sólo deseo materno, de su propio fantasma.
Es por el sesgo del inconsciente del Otro que el sujeto hace su entrada en el mundo del deseo, y tendrá ante todo que constituir su propio deseo en tanto respuesta, en tanto aceptación o rechazo (refus) de tomar el lugar que el inconsciente del Otro le designa.
Me parece que el primer tiempo del mecanismo -clave de la relación oral-, que es la identificación proyectiva, nace de la madre: hay una primera-proyección sobre el plano del deseo que proviene de ella, el niño habrá de identificarse o combatir, negar una identificación que podrá sentir como determinante.
Y en ese primer estadio, de la evolución humana es también la respuesta que podrá hacer al sujeto el descubrimiento de lo que oculta su demanda. Desde ese momento el goce, que no espera la organización fálica para entrar en juego, tomará ese lado de revelación que conservará siempre. Pues si la frustración es lo que significa al sujeto la diferencia existente entre necesidad y deseo, el goce, por el camino inverso, le devela, respondiendo a lo que no estaba formulado, lo que está más allá de la demanda, es decir el deseo.
¿Qué vemos en lo que es la relación oral? Antes que nada, que demanda y respuesta se significan para los dos partenaires en torno a la relación parcial boca-seno. Ese nivel podemos llamarlo el del significado: la respuesta va a provocar a nivel de la cavidad oral una actividad de absorción, fuente de placer; un objeto externo, la leche, va a devenir sustancia propia, corporal: la absorción, es de ahí que extrae su importancia y significación.
A partir de esa primera respuesta, es la búsqueda de esta actividad de absorción, fuente de placer, que va a devenir el fin de la demanda. En cuanto al deseo, habrá que buscarlo en otro lado, aunque es a partir de esa misma respuesta, de esa misma experiencia de saciedad de la necesidad que va a consituirse.
En efecto, si la relación boca-seno y la actividad absorción- alimento son el numerador de la ecuación que representa la relación oral, hay también un denominador, el que pone en causa la relación niño-madre , y es ahí que puede situarse el deseo. Si, como yo pienso, la actividad de amamantamiento en función del investimento de que es objeto de una parte y de otra, a causa del contacto y de experiencia corporales a nivel del cuerpo entendido en sentido amplio que permite al niño representado por su escansión repetitiva incluso la fase fundamental esencial del estadio oral, hay que recordar que nunca como aquí parece iluminarse el proverbio que dice: "La manera de dar vale más que lo que se da". Gracias, o a causa de esta manera de dar, en función de lo que esto le revelará del deseo materno, el niño va a aprehender la diferencia entre el don del alimento y el don de amor.
Paralelamente a la absorción-alimento veremos entonces desprenderse en el denominador de nuestra ecuación la absorción o mejor la introyección de un significante relacional, es decir que paralelamente a la absorción alimento habrá introyección una relación fantasmática donde él y el otro estarán representados por sus deseos inconscientes. Ahora, si el numerador puede fácilmente ser investido con el signo "+", el denominador puede ser fácilmente investido con el signo "-", y es ésta diferencia de signo que da al seno su lugar de significante, pues es de esta separación entre demanda y deseo, a partir de ese lugar de donde surge la frustración, que encuentra su génesis, que se desprende (dégage) todo significante.
A partir de esa ecuación que mutatis mutandi podría reconstituir para las diferentes fases de la evolución del sujeto, tenemos cuatro eventualidades posibles: ellas conducen a lo que se llama la normalidad, la neurosis, la perversión, la psicosis.
Intentaré esquematizarlas simplificándolas de una manera tal vez un poco caricaturezca y ver en cada caso las relaciones existentes entre identificación y angustia.


[Normalidad]


La primera de esas vías es sin duda la más utópica, aquélla en la que vamos a imaginar que el niño puede encontrar en el don del alimento el don de amor deseado. El seno y la respuesta materna podrán entonces devenir símbolos de otra cosa, y el niño entrará en el mundo simbólico, podrá aceptar el desfile de la cadena significante. La relación oral en tanto que actividad de absorción podrá ser abandonada y el sujeto evolucionará hacia lo que puede ser una solución normativa.
Pero para que el niño pueda asumir esta castración, pueda renunciar al placer que le ofrece el seno en función de ese pequeño vale o letra de cambio aleatorio sobre el futuro, es necesario que la madre haya podido ella misma asumir su propia castración, es necesario que desde ese momento, desde esa relación dual, el tercer término, el padre, este presente en tanto referencia materna. Sólo en este caso lo que ella buscará en el niño no será una satisfacción al nivel de una erogeneidad corporal, equivalente fálico, sino una relación que, constituyéndola como madre la reconozca a la vez como mujer de un padre.
El don de alimento será entonces para ella el puro símbolo de un don de amor y porque ese don de amor no será justamente el don fálico que el sujeto desea, el niño podrá mantener una relación a la demanda; el falo tendrá que buscarlo en otra parte, entrará así en el complejo de castración, el único que puede permitirle identificarse a otra cosa que a un sujeto.


[Neurosis]


La segunda eventualidad es que para la madre misma la castración haya quedado como algo mal asumido: entonces todo objeto capaz de ser para el otro la fuente de un placer y el objetivo de una demanda corre el riesgo de devenir para ella el equivalente fálico que desea. Pero en tanto el seno no tiene una existencia privilegiada sino en función de aquél a quién es indispensable, el niño, vemos producirse esta equivalencia niño=falo que está en el centro de la génesis de la mayor parte de las estructuras neuróticas.
El sujeto entonces en el curso de su evolución tendrá siempre que afrontar el dilema de serlo o de tenerlo, cualquiera sea el objeto corporal, seno, pene, falo, que devenga soporte fálico. O bien tendrá que identificarse a aquél que lo tiene, pero a falta de haber podido superar el estadio del soporte natural, falto de haber podido acceder a lo simbólico, tenerlo significará siempre para él un haber castrado al Otro, o bien renunciará a tenerlo, se identificará entonces al falo en tanto objeto de deseo del otro, pero deberá entonces renunciar a ser él, el sujeto del deseo.
Este conflicto identificatorio entre ser el agente de la castración o el sujeto que la sufre es lo que define esta alternancia continua, esta cuestión siempre presente en el nivel de la identificación que clínicamente se llama una neurosis.


[Perversión]


La tercera eventualidad es aquélla que encontramos en la perversión. Si esta última ha sido definida el negativo de la neurosis, esta oposición estructural la volvemos a encontrar a nivel de la identificación. El perverso es aquél que ha eliminado el conflicto identificatorio sobre el plano que hemos elegido, el oral, diremos que en la perversión el sujeto se constituye como si la actividad de absorción no tuviera otro fin que hacer de él el objeto que permite al Otro un goce fálico. El perverso no tiene y no es el falo, es este objeto ambiguo que sirve a un deseo que no es el suyo; no puede extraer su goce sino en esta situación extraña donde la única identificación que le es posible es aquélla que lo hace identificarse, no al Otro ni al falo, sino a este objeto cuya actividad procura goce a un falo del que en definitiva ignora su pertenencia. Se podría decir que el deseo perverso es responder a la demanda fálica. Para tomar un ejemplo banal, diré que el goce del sádico para aparecer tiene necesidad de un Otro para que, haciéndose látigo, surja el placer.
Si he hablado de demanda fálica,- lo que es un juego de palabras-, es que para el perverso el otro no tiene existencia sino en tanto soporte casi anónimo de un falo para el cual el perverso cumple sus ritos sacrificiales.
La respuesta perversa lleva siempre en ella una negación del otro en tanto sujeto, la identificación perversa se hace siempre en función de un objeto fuente de goce para un falo tan potente como fantasmático.
Hay aún una palabra que quisiera decir sobre la perversión en general. No pienso sea posible definirla si uno se queda sobre el plano que podríamos llamar "sexual" entre comillas, aún cuando es a eso a lo que parece llevarnos las perspectivas clásicas en la materia. La perversión es -y en esto me parece estar muy próxima a las perspectivas freudianas- perversión a nivel del goce, poco importa la parte corporal puesta en juego para obtenerlo. Si comparto la desconfianza de Lacan sobre lo que se llama la genitalidad es que es muy peligroso hacer el análisis anatómico.
El coito más anatómicamente normal puede ser tan neurótico o tan perverso como lo que se llama una pulsión pregenital: lo que signa a la normalidad, la neurosis o la perversión no está sino a nivel de la relación entre el Yo y su identificación, permitiendo o no el goce que ustedes pueden ver.
Si quieren reservar el diagnóstico de perversión sólo a las perversiones sexuales, no sólo esto no conducirá a nada, pues un diagnóstico puramente sintomático nunca quiso decir nada, sino que aún estaríamos obligados a reconocer que hay pocos neuróticos que escapen a esto. Y no es tampoco a nivel de una culpabilidad de la que el perverso estaría exceptuado donde hallarán la solución: no hay, por lo menos en mi conocimiento, un ser humano lo bastante feliz como para ignorar lo que es la culpabilidad.
La única manera de aproximar la perversión es intentar definirla ahí donde está, o sea a nivel de un comportamiento relacional. El sadismo está lejos de ser desconocido o tenido siempre en menoscabo en el obsesivo. Lo que significa en él la persistencia de lo que se llama una relación anal, una relación donde se trata de poseer o ser poseído, una relación donde el amor que se experimenta o del que se es objeto, no puede ser significado al sujeto sino en función de esta posesión que puede llegar hasta la destrucción del objeto. El obsesivo se podría decir es verdaderamente aquél que castiga bien porque ama bien: es aquél para quién la paliza del padre ha quedado como la marca privilegiada de amor, y busca siempre alguno a quién darla o de quién recibirla. Pero habiéndola dado o recibido, habiéndose asegurado de que se lo ama, el goce lo buscará en otro tipo de relación al mismo objeto, y que esta relación se haga oralmente, analmente o vaginalmente, no será perverso en el sentido en que yo lo entiendo y me parece lo único que puede evitar poner la etiqueta perversa sobre un gran número de neuróticos o sobre un gran número de nuestros semejantes.
El sadismo deviene perversión cuando la paliza no es más buscada o dada como signo de amor sino cuando es en tanto tal asimilada por el sujeto a la única posibilidad existente de hacer gozar a un falo; y la mira de este goce deviene la única vía ofrecida al perverso para su propio goce.
Se ha hablado mucho de la agresividad de donde el exhibicionista extraería su fuente: se lo muestra para agredir al otro sin duda, pero lo que no hay que olvidar es que el exhibicionista está convencido de que esta agresión es fuente de goce para el Otro.
El obsesivo, en tanto vive una tendencia exhibicionista, intenta, se podría decir, engañar al otro: muestra lo que piensa que el otro no tiene y codicia, muestra lo que tiene para él en efecto las relaciones más estrechas con la agresividad. Piensen en lo que pasa en el Hombre de las Ratas; el goce del padre muerto es la última de sus preocupaciones, mostrar al padre muerto lo que éste, el Hombre de las Ratas, piensa que el padre muerto habría deseado arrancarle fantasmáticamente he aquí algo que se llama agresividad, y de esta agresividad el obsesivo obtiene su goce.
El perverso, no es sino a través de un goce extraño que busca el suyo. La perversión es justamente eso: ese encaminamiento en zig-zag, ese rodeo que hace que su Yo esté siempre, haga lo que haga, al servicio de una potencia fálica anónima; poco le importa quién es el objeto le bastará que sea capaz de gozar, que pueda hacerse el soporte de ese falo frente al que se identificará y sólo al objeto presumido capaz de procurarle a éste el goce. Es por esto que contrariamente a lo que se ve en la neurosis, la identificación perversa como su tipo de relación de objeto es algo donde lo que sorprende es la estabilidad, la unidad.


[Psicosis]


Y llegamos ahora a la cuarta eventualidad, la más difícil de aprehender: la psicosis.
El psicótico es un sujeto cuya demanda no ha sido jamás simbolizada por el Otro, para quién lo real y simbólico, fantasma y realidad no han podido jamás ser delimitados a falta de haber podido acceder a esta tercera dimensión que es la única permite esta ésta diferenciación indispensable entre esos dos niveles, lo imaginario. Pero aquí, aún intentando simplificar al máximo las cosas, estamos obligados a situarnos en el comienzo mismo de la historia del sujeto, antes de la relación oral, es decir en el momento de la concepción.
La primera amputación que sufre el psicótico ocurre antes de su nacimiento, él es para su madre el objeto de su propio metabolismo; la participación paterna es por ella negada, inaceptable: él es, desde ese momento y durante todo el embarazo, el objeto parcial que viene a colmar una falta fantasmática a nivel de su cuerpo. Y desde su nacimiento, el rol que le será por ella asignado será el de ser testigo de la negación de su castración. El niño, contrariamente a lo que a menudo se dice, no es el falo de la madre, es el testigo de que el seno es el falo, lo que no es la misma cosa. Y para que el seno sea el falo y un falo omnipotense (tout puissant), es necesario que la respuesta que él aporta sea total y perfecta. La demanda del niño no podrá ser reconocida por ninguna otra cosa que no sea demanda de alimento, la dimensión deseo a nivel del sujeto debe ser negada; y lo que carácteriza a la madre del psicótico es la interdicción total hecha al niño de ser sujeto de algún deseo.
Se ve entonces cómo desde ese momento va a contituirse para el psicótico una relación particular a la palabra, cómo desde el comienzo le será imposible mantener su relación a la demanda; en efecto, si la respuesta no se dirige jamás a él sino en tanto boca a alimentar, sino en tanto objeto parcial, se comprende que para él toda demanda en el momento mismo de su formulación lleva en ella la muerte del deseo. A falta de haber sido simbolizado por el Otro, será llevado a hacer coincidir en la respuesta simbólico y real. Puesto que sea lo que sea que demande es alimento lo que se le da, será el alimento en tanto tal que devendrá para él el significante clave. Lo simbólico a partir de ese momento hará irrupción en lo real en lugar de que el don del alimento encuentre su equivalente simbolizado en el don de amor, para él todo don de amor no podrá significarse sino por una absorción oral. Amar al otro o ser amado se traducirá para él en términos de oralidad: absorverlo o ser absorbido.
Habrá para él siempre una contradicción fundamental entre demanda y deseo: pues, o bien mantiene su demanda y su demanda lo destruye en tanto que sujeto de un deseo, debe alienarse en tanto que sujeto para hacerse boca, objeto a alimentar, o bien buscará constituirse en tanto que sujeto bien o mal y estará entonces obligado a alienar la parte corporal de sí mismo fuente de placer y lugar de una respuesta incompatible para él con toda intención de autonomía.
El psicótico está siempre obligado a alienar su cuerpo en tanto soporte de su Yo, o de alienar una parte corporal en tanto soporte de una posibilidad de goce. Si no empleo aquí el término de identificación es porque creo justamente que en la psicosis no es aplicable: la identificación, en mi óptica implica la posibilidad de una relación de objeto donde el deseo del sujeto y el deseo del Otro están en situación conflictiva pero existen en tanto dos polos constitutivos de la relación.
En la psicosis, el Otro y su deseo, es a nivel de la relación fantasmática del sujeto a su propio cuerpo que habría que definirla. No lo haré aquí, esto nos alejaría de nuestro tema que es la angustia. Contrariamente a lo que se podría creer es de ella que he hablado a lo largo de esta exposición. Como dije al comienzo, no es sino a partir de los parámetros de la identificación que me parece posible alcanzarla.


[Conclusión]

Ahora, ¿qué hemos visto? Que ya sea en el sujeto llamado normal, en el neurótico o en el perverso, toda tentativa de identificación no puede hacerse sino a partir de lo que él imagina, verdadero o falso poco importa, del deseo del Otro. Tomen ustedes al sujeto llamado normal, al neurótico o al perverso, ustedes han visto que se trata siempre de identificarse en función o contra lo que él piensa ser el deseo del Otro. En tanto ese deseo puede ser imaginado, fantaseado el sujeto va a encontrar las referencias necesarias para definirlo, o él, en tanto que objeto del deseo del Otro o en tanto que objeto rechazante del ser. En los dos casos él es alguien que puede definirse, encontrarse.
Pero a partir del momento en que el deseo del Otro deviene algo misterioso, indefinible, lo que se devela ahí al sujeto es que era justamente ese deseo del Otro lo que lo constituiría en tanto sujeto; lo que encontrará, lo que se desenmascarará en ese momento frente a esa nada es su fantasma fundamental: es que ser el objeto del deseo del Otro no es una situación sostenible sino en la medida en que a ese deseo podamos nombrarlo, modelarlo en función de nuestro propio deseo.
Pero devenir el objeto de un deseo al cual no podemos más dar un nombre es devenir nosotros mismos un objeto sin nombre habiendo perdido toda identidad posible, es devenir un objeto cuyas insignias no tienen más sentido en tanto son para el Otro indescifrables, ese momento preciso en que el Yo se refleja en un espejo que le reenvía una imagen que no tiene más significación identificable, esto es la angustia. Llamándola oral, anal o fálica no hacemos sino intentar definir cuáles eran las insignias con las que el Yo se presenta para hacerse reconocer; somos nosotros en tanto lo que aparece en el espejo los únicos en poder ver de qué tipo son las insignias que se nos acusa de no reconocer mas. Pues si, como decía al comienzo, la angustia es el afecto que más fácilmente arriesga provocar una respuesta recíproca, es que a partir de ese momento devenimos para el Otro aquél cuyas insignias son de tal modo misteriosas, inhumanas. En la angustia no es sólo el Yo que es disuelto, es también el Otro en tanto que soporte identificatorio.
En ese mismo sentido, me ubicaré diciendo que el goce y la angustia son las dos posiciones extremas en que puede situarse el Yo: en la primera, el Yo y el Otro por un instante intercambian sus insignias, se reconocen como dos significantes cuyo goce repartido asegura durante un instante la identidad de los deseos; en la angustia el Yo y el Otro se disuelven, son anulados en una situación en que el deseo se pierde, falto de poder ser nombrado.
Si ahora, para concluir, pasamos a la psicosis, veremos que las cosas son un poco diferentes. Seguramente aquí también la angustia no es otra cosa que el signo de la pérdida para el Yo de toda referencia posible. Pero la fuente de donde nace la angustia es aquí endógena: es el lugar de donde puede surgir el deseo del sujeto, es su deseo para el psicótico la fuente privilegiada de toda angustia.
Si es cierto que es el Otro el que nos constituye reconociéndonos como objeto de deseo, que su respuesta es lo que nos hace tomar consciencia de la separación existente entre demanda y deseo, y que es por esta brecha que entramos en el mundo de los significantes, y bien, para el psicótico este Otro es aquél que no le ha significado nunca otra cosa un agujero, que un vacío en el centro mismo de su ser.
La interdicción que le ha sido hecha en cuanto al deseo hace que la respuesta le haga aprehender no una separación sino una antinomia fundamental entre demanda y deseo, y de esta separación que no es una brecha sino un abismo lo que arriba no es el significante sino el fantasma, o sea lo que provoca el telescopiage entre simbólico y real que llamamos psicosis.
Para el psicótico, y me excuso de atenerme a simples fórmulas, el Otro está introyectado a nivel de su propio cuerpo, a nivel de lo que rodea esta béance, abertura primitiva que es la única que lo designa en tanto sujeto.
La angustia está ligada para él a esos momentos específicos donde a partir de esta abertura aparece algo que podría nombrarse deseo; pues para que pudiera asumirlo sería necesario que el sujeto aceptara situarse en el único lugar desde donde podría decir "je" (Yo) Sea que se identifique a esta abertura que, en función de la interdicción del Otro, es el único lugar donde él es reconocido como sujeto. Todo deseo no puede reenviarlo sino a una negación de él mismo o a una negación del Otro.
Pero en la medida en que el Otro es introyectado a nivel de su propio cuerpo esta introyección es lo único que le permite vivir.
Por otra parte he dicho que para el psicótico la única posibilidad de identificarse a un cuerpo imaginario unificado sería la de identificarse a la sombra que proyectaría ante él un cuerpo que no sería el suyo. Toda negación del Otro sería a para él equivalente de una automutilación que no harta sino reenviarlo a su propio drama fundamental.
Si en el neurótico es a partir de nuestro silencio que podemos encontrar las fuentes desencadenantes de su angustia, en el psicótico es a partir de nuestra palabra, de nuestra presencia. Todo lo que puede hacerle perder consciencia de que existimos en tanto diferentes de él, en tanto sujetos autónomos y que por eso mismo podemos reconocerlo, a él como sujeto, deviene lo que puede desencadenar su angustia. En tanto él habla, no hace sino repetir un monólogo que nos sitúa a nivel de este Otro introyectado que lo constituye, pero si viene a hablarnos entonces en la medida en que podemos en tanto objeto devenir al lugar donde tiene que reconocer su deseo, veremos desencadenarse su angustia; pues desear es tener que constituirse como sujeto, y para él el único lugar donde puede hacerlo es el que lo reenvía a su abismo.
Pero ahí aún, en conclusión, ustedes lo ven, se puede decir que la angustia aparece en el momento en que el deseo hace del sujeto algo que es una falta de ser, una falta a nombrarse.
Hay un punto que no he tratado y que dejaría de lado, pues es para mi fundamental y habría querido poder hacerlo, lamentablemente hubiera sido necesario, para poder incluirlo, que tuviera más dominio respecto del tema que intento tratar: quiero hablar del fantasma. El también está íntimamente ligado a la identificación y a la angustia, a tal punto que hubiera podido decir que la angustia aparece en el momento en que el objeto real no puede más ser aprehendido sino en su significación fantasmática, que es desde ese momento en tanto toda identificación posible del Yo se disuelve que aparece la angustia.
Pero si es la misma historia no es el mismo discurso y por hoy me detendré aquí. Pero antes de concluir quisiera aportarles un ejemplo clínico muy breve sobre las fuentes de la angustia en el psicótico.
No les diré de la historia sino que se trata de un esquizofrénico, delirante, con distintas internaciones. Las primeras sesiones son una exposición de su delirio, delirio bastante clásico, lo que él llama el problema del hombre-robot.
Y luego, en una sesión en la que como por azar es cuestión del problema del contacto y de la palabra, donde él me explica que lo que no puede soportar es la "forma de la demanda" que el apretón de manos es un progreso sobre las civilizaciones salutantes, verbales donde la palabra, eso falsea las cosas, eso impide comprender, donde la palabra es como una rueda que da vueltas donde cada uno vería una parte de la rueda en momentos diferentes, y entonces cuando uno intenta comunicar es forzosamente falso: "hay siempre un diálogo".
En esta misma sesión, en el momento en que aborda el problema de la palabra de la mujer, me dice de golpe "lo que me inquieta es lo que se me ha dicho sobre los amputados, que sentirían cosas por el miembro que no tienen más". Y en ese momento este hombre cuyo discurso conserva en su forma delirante una dimensión de una precesión, de una exactitud matemática, comienza a buscar sus palabras, a embarullarse, me dice no poder seguir sus pensamientos y finalmente pronuncia esta frase que encuentro verdaderamente fuerte en cuanto a lo que es para el psicótico su imagen del cuerpo, "un fantasma sería un hombre sin miembros y sin su inteligencia solamente percibiría sensaciones falsas de un cuerpo que no tiene.. Eso, eso me inquieta enormemente".
"Percibiría sensaciones falsas de un cuerpo que no tiene", esta frase va a encontrar su sentido en la sesión siguiente cuándo vendrá a verme para decirme que quiere interrumpir las sesiones que no es más soportable; que es malsano y peligroso y lo que es malsano y peligroso, lo que suscita una angustia que durante toda esta sesión me hará sentir pesadamente, es "que me he dado cuenta que usted quiere seducirme y que podría hacerlo". Aquello de lo que se ha dado cuenta es que a partir de esas "sensaciones falsas" de un cuerpo que él "no tiene", podría surgir su deseo y entonces tendría que mirar lo que, a falta de haber podido ser simbolizado no es soportable para el hombre: la castración en tanto tal.
Siempre en esta misma sesión dirá él mismo, mejor de lo que yo podría hacerlo, donde está para él la fuente de su angustia: "Usted tiene temor de mirarse en un espejo, pues el espejo, eso cambia según los ojos que lo miran, no se sabe demasiado lo que se va a ver, si usted compra un espejo dorado es mejor,,,'' Uno tiene la impresión que de lo que quiere asegurarse es de que los cambios son del espejo. . . .Lo ven: la angustia aparece en el momento donde él teme que yo pueda devenir un objeto de deseo; pues, a partir de ese momento, el surgimiento de su deseo implicaría para él la necesidad de asumir lo que he llamado la falta fundamental que lo constituye. A partir de ese momento la angustia surge pues su posición de fantasma, de robot, no es más sostenible: él arriesga no poder negar más sus sensaciones falsas de un cuerpo que no puede reconocer. Lo que provoca su angustia es el momento preciso en que frente a la irrupción de su deseo se pregunta qué imagen de mí mismo va a reenviarle el espejo y esta imagen el sabe que arriesga ser aquella de la falta, del vacío, de lo que no tiene nombre, de lo que vuelve imposible todo reconocimiento recíproco y que nosotros espectadores y autores voluntarios del drama llamamos angustia.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Sobre la Idea de Libertad, comentarios al hilo de Alicia E. Pelorosso

Rodrigo Córdoba Sanz sobre unas ideas de Alicia E. Pelorosso [Sobre la idea de libertad;Trabajo presentado en el XVI ENCUENTRO LATINOAMERICANO SOBRE EL PENSAMIENTO DE WINNICOTT - 2007, "La influencia del pensamiento de Winnicott en el quehacer psicoanalítico actual". Este trabajo recibió el premio "Ángela Devoto", en el XVI Encuentro realizado en APdeBA.
(Fusión de dos trabajos de Winnicott escritos alrededor de 1969).
Lic. Prof. Alicia E. Pelorosso Psicoanalista.
Docente de grado y posgrado, Fac. de Psicología. UBA
Directora de proyectos UBACyT. Bs. As. Argentina.


Resumen:
En este trabajo se trata de analizar y desarrollar el texto de D. Winnicott, "La libertad". Las referencias a la libertad aparece 171 veces, en sus obras, ya sea en relación al "medio ambiente productor del desarrollo emocional", en relación a la clínica psicológica, o en la sociedad en un estado represivo. La libertad no es sólo un estado social, sino que es una condición interna que atañe a la salud y las personas sanas son ricas independientemente de la riqueza real que tengan, así como los sujetos con padecimientos psíquicos son pobres de libertad. La organización defensiva rígida los hace vivir una forma de encierro y vacío, independientemente de la riqueza real que tengan. W nos dice:…"si la provisión ambiental no es suficientemente buena, el individuo, en alguna medida y quizás en gran medida, no será capaz de desarrollar su potencial. En ambos casos se puede hablar de ricos y pobres desde el punto de vista psiquiátrico, y es fácil ver el resentimiento en acción a partir de esta diferencia. Lo que estoy sugiriendo es que aunque todas las otras diferencias de clase tienen vigencia y engendran resentimiento, ésta es tal vez la más importante de todas".

OPINIÓN DE RODRIGO CÓRDOBA SANZ.

Interesantísimo trabajo.
Leyendo el trabajo podemos encontrar contrasentidos o tal vez paradojas, por ejemplo el hecho de que una persona sana se aburra o el hecho de que una persona enferma sea más libre o viva que una sana.

Sobre esto quiero hablar yo, LA IDEA DE LIBERTAD EN EL SUJETO ENFERMO, según la palabra del solemne (a estas alturas) Winnicott, más conocido como el Elfo en mi grupo de trabajo.

Conocemos o intuimos la vida de los artistas, sabemos que en gradiente de enfermedad, los pintores, escultores y escritores acostumbran a presentar niveles de enfermedad. No obstante la sociedad se construye desde un punto de vista cultural y estético con esos moldes. Así que forman parte del alimento de nuestros sueños. El sujeto enfermo puede estar muy "loco": neurótico, psicótico o borderline, sin embargo puede crear y vivir. La paradoja es que la vida puede resultar aburrida, independientemente del nivel de enfermedad y que cómo se viva, esto es, con mayúsculas, cursivas, entre comillas o en minúsculas, el VIVIR depende del vivir creativo, del gesto espontáneo y de poder dar espacio al lugar de no integración, para ello hemos de "presentir" que vamos a estar a solas en compañía de nuestra madre simbólica seguros y protegidos. Salvaguardados.
El medio ambiente facilitador supone que podamos crecer como naturalmente lo haríamos, con la protección y la facilitación familiar a los traumas.
Vivir supone un estado de lucha interno, de "furor vivendi" que nos lleva a transmitir la angustia en arte, y de ese modo Vivir.
Así pues, existen varias formas de arte, pero todo arte es un pedazo del mundo interno del individuo que se enfrenta con una página en blanco, un lienzo o arcilla.
Vivir creativamente es aquello que da sentido a nuestra existencia, sin embargo nuestro vivir puede estar tan desmoronado que no podemos tolerar el estado de no integración. Hay personas que transitan de la integración a la desintegración y que no toleran la no integración. Puede ser vivido como estado de desprotección, miedo, de "exponerse", y este tipo de cosas que escuchamos de vez en cuando.
Si cuando estábamos bajo ese estado de dependencia absoluta y dependencia relativa no pudimos disfrutar de una confiabilidad habrá algo que inexorablemente nos lleve a transmitir y dar contenidos/significado a esa experiencia que Winnie llama "angustia impensable". Pues bien, los individuos sanos también pueden hacerlo pero por alguna razón las estadísticas y las biografías nos llevan a pensar que detrás de un artista hay una vida "impensable" que está tratando de reconstruirse. Winnie propone jugar (simbólicamente), generalmente las personas "enfermas" son muy dadas a esos juegos simbólicos, a CREAR y vivir creativo, si eso se puede extrapolar al medio ambiente que viven como hostil, amenazante, inseguro, ambivalente o lo que quiera que sea, estamos ayudando a que puedan vivir y quizá algún día que sea un Vivir Creativo. De eso modo se podrán sentir libres. Así como pienso que un individuo sano (conozco pocos) lo será cuando tenga capacidad para poder crear, mientras tanto seguirá encerrado, sano, asintomático pero sin ser libre. Rodrigo Córdoba Sanz.

Finalizo copiando otro fragmento de Alicia.
III - Sobre la idea de la Libertad
La Organización Mundial de la Salud define la salud como "un estado de bienestar físico, mental, social y moral completo y no sólo como la ausencia de enfermedad o dolencia.". Esta definición tiene una semejanza significativa con las ideas de la libertad y salud que Winnicott propone. Vemos en esto, que las instituciones se fueron impregnando de las ideas de los pensadores de la salud. Para Winnicott la libertad no es algo externo al sujeto, sino parte del mismo forjado en el proceso del crecimiento humano, en la salud, la libertad tiene su estado natural. Este criterio responde a la aceptación de la dinámica social contemporánea; no son los síntomas los que van determinar el estado de la salud, es la capacidad de sentirse vivo siendo creativo. Es la forma que tiene el ser humano de vivir, es aceptar y modificar un medio social y cultural, la cultura no está opuesta al sujeto, sino es el lugar para resolver las angustias y los dolores. La salud mental va más allá de la ausencia de síntomas del comportamiento adaptante a las normas del grupo. La salud mental implica creatividad, espontaneidad y la no-sumisión y también implica la preocupación y la capacidad de estar interesado en el bienestar del otro. La salud es una consecuencia, un resultado de un estado inicial de los procesos que se desarrollan durante el binomio madre -bebe. La libertad es una condición previa y posterior a estos procesos y en parte depende de la salud – libertad de la madre. La salud es la madurez emocional, es decir la madurez emocional de la persona individual

martes, 24 de febrero de 2009

Robert Graves. Dioses y héroes de la antigua Grecia

El diluvio de Deucalión
VIII

En una ocasión, paseando por la Tierra disfrazado de viajero pobre, Zeus descubrió que el pueblo de Arcadia se estaba portando tan mal y con tanta crueldad, que decidió destruir a todos los mortales con un enorme diluvio. En aquellos momentos, Deucalión, rey de Ftía, estaba en el Cáucaso, tratando de ahuyentar el águila que le roía el hígado a su padre, Prometeo, pero el animal siempre volvía. Prometeo, que podía predecir el futuro, advirtió a su hijo del diluvio, así que Deucalión construyó un arca, la llenó con sus rebaños y demás posesiones, y se subió a bordo. Su esposa, Pirra, también se embarcó. Luego, el viento del sur comenzó a soplar; la lluvia cayó a cántaros; y los ríos se desbordaron, arrasando ciudades y templos, hasta ahogar casi todas las criaturas vivientes. Cuando el arca ya flotaba por encima de los árboles, el agua aún seguía creciendo. Al cabo de un tiempo, la lluvia cesó y el arca, después de balancearse durante nueve días, se posó en la cima del monte Otris, en Tesalia, cerca de Ftía. Deucalión y Pirra desembarcaron, sacrificaron un carnero a Zeus y, cuando el nivel del agua descendió un poco, encontraron un templo cubierto de algas y desperdicios, en el que oraron tristemente para que la humanidad fuese perdonada. Zeus escuchó sus plegarias y envió a Hermes para decirles:
—Todo irá bien. Cubríos la cabeza y lanzad los huesos de vuestra madre hacia atrás.
Dado que Deucalión y Pirra tenían madres distintas, ambas enterradas en cementerios sumergidos a gran profundidad, decidieron que vuestra madre significaba la madre Tierra y, cubriéndose las cabezas, lanzaron piedras a sus espaldas. Aquellas piedras, al tocar el suelo, se convirtieron en hombres y mujeres.
Otros mortales también pudieron salvarse del diluvio. Parnaso, hijo del dios Poseidón, se despertó a causa de unos aullidos de terror procedentes de unos lobos y siguió a estos animales hasta la cumbre del monte que ahora lleva su nombre. Por su parte, Meagro, hijo de Zeus, se despertó con los gritos de unas grullas y lo que hizo fue seguir a estas aves hasta la cumbre del monte Gerania. Ambos supervivientes también salvaron a sus familias.

lunes, 23 de febrero de 2009

El nacimiento de una flor


Es bonito ver como una persona poco a poco se va abriendo como una flor, imaginen esas imágenes de fotogramas encadenados con una cámara fija en una flor que se abre dejando volar el perfume de su interior. Durante muchos años puede pasar la flor siendo sólo un bulbo. En las ciencias psi somos encargados a través de una relación muy particular que los médicos orgánicos no entienden (dicho sea de paso), el que el bulbo sea una flor de loto y se expanda. Durante mucho tiempo el bulbo está así, esto es, encerrado. Lo que supone que la esencia no sale a la luz. Nos encontramos con un amago de lo que puede ser en potencia, no existe eso del ser genuino, auténtico, lo de la autorrealización, estamos en un proyecto de algo hermoso sin finalizar.
Cuando alguien hermoso está escondiendo o mostrando otra cara esto, desde un punto de vista darwiniano tiene su sentido adaptativo, es lo que el Sr. Winnicott y el grupo de estudio H27, del que formo parte llama (llamamos) caos organizado.
El caos organizado es un estado intermedio entre la integración y la desintegración.
Cuando el bebe nace es con la madre, existe una dependencia absoluta.
Por tanto existe integración o no integración, no cabe la desintegración porque no hay integración, está en proyectos de ser integrado a través del manejo físico y psíquico que entendemos como handling, holding y object presenting.
En defnitiva ese manejo que lleva a la personalización, esa metabolización de elementos beta por sostén emocional y esa dosificación de la realidad forma parte de la atmósfera que la flor necesita para que pueda brotar sin miedos, en un medio ambiente de seguridad, de confiabilidad, ajeno a traumas externos.
La familia está para eso, no como productor de traumas, sino como preventiva de los traumas externos, así refiere Winnicott en el artículo sobre la familia de Exploraciones Psicoanáliticas. El medio ambiente y la familia formulada en positivo, diferente visión a las lecturas de los últimos tratados de la antipsiquiatría, quienes culpan a la familia y el sistema en general de la sociogénesis de la enfermedad mental.
En definitiva hablábamos de una flor con un perfume en potencia y como, si no se puede vivir un ambiente facilitador la flor queda encerrada y va relacionándose con otras flores como un ser en potencia, sin pasar al acto, sin terminar, como una formación “pseudo” o de “False Self”. Esto no es atípico, ni raro, ni poco común, de hecho, pensando en la sociogénesis de la antipsiquiatría, es complicado permanecer auténticos y genuinos y no volver de nuevo en regresión al bulbo donde nos escondemos de nosotros mismos.
Quería decir, sin perder el hilo, que las formaciones reactivas tienen que ver con acontecimientos del entorno que no pueden ser tolerados y para los que no tenemos una función de protección suficientemente buena. Esas son las formaciones “false self”, cuando nos vemos impelidos a ser otros, distintos a lo que somos, pero no por crecimiento si no por adaptación a las inclemencias del tiempo. La antipsiquiatría viene a decirnos que determinadas estructuras sociales y políticas generan una variedad de plantas determinadas y que el capitalismo genera especimenes que son muy bellos por fuera pero que al olfato le estimulan poco. La contracultura de esa época influyó mucho. Y es una postura que se aleja de mi profesión y vocación, no obstante no hay que olvidar que gran parte de la producción científica está inscrita en aquellos años convulsos y que todavía ahora, Winnicott está renaciendo, aquel que envió a Ronald Laing a dar un seminario por él. Ambos eran británicos y Laing admiraba desde su juventud a Winnie, Laing escribió el “Yo dividido” con 27 años creo recordar.
En definitiva, pensemos en que las flores deben crecer y que las formaciones reactivas producen la parálisis del desarrollo emocional, el enquistamiento, y la latencia de la angustia que emerge como síntomas.

Robert Graves: Orfeo [Dioses y Héroes de la Antigua Grecia]

Orfeo
VII
La madre de Orfeo fue Calíope, una de las nueve musas, la que inspiraba a los poetas. Además de ser poeta, Orfeo tocaba la lira tan bien que podía domar bestias salvajes con su música, y hacer que las rocas y los árboles se desplazaran para seguirle. Un mal día, su hermosa mujer Eurídice pisó una serpiente dormida y ésta se despertó y la mordió. Ella murió a causa del veneno y Orfeo, valerosamente, descendió hasta el Tártaro, tocando su lira, para rescatarla. Hechizó a Caronte para que lo llevara hasta el otro lado de la laguna Estigia sin pagar; hechizó a Cerbero para que gañiera y le lamiera los pies; hechizó a las furias para que depusieran sus látigos, lo escucharan y cesaran todos los castigos; hechizó a la reina Perséfone para que le revelara la contraseña secreta de la fuente de la memoria; y hechizó incluso al rey Hades para que liberara a Eurídice y la dejara subir con él a la Tierra de nuevo. Hades impuso sólo una condición: que Orfeo no mirara hacia atrás hasta que Eurídice estuviera de vuelta y segura a la luz del Sol. Orfeo partió, cantando y tocando feliz. Eurídice lo seguía; pero, en el último momento, Orfeo temió que Hades estuviera engañándole, olvidó la condición y se giró ansiosamente para mirarla. Perdió a Eurídice para siempre.
Cuando Zeus nombró dios del Olimpo a su hijo Dionisos, Orfeo rechazó adorar al nuevo dios, a quién acusaba de dar mal ejemplo a los mortales con su comportamiento. Así que Dionisos, muy enfadado, ordenó que Orfeo fuese perseguido por una muchedumbre de ménades, seguidoras suyas. Estas atraparon a Orfeo sin su lira, lo decapitaron, le cortaron el cuerpo a trocitos y lanzaron éstos al río. Las nueve musas los recogieron tristemente y los enterraron al pie del monte Olimpo, donde los ruiseñores, desde entonces, cantan con más dulzura que en ningún otro lugar. La cabeza de Orfeo rodó cantando por el río y acabó en el mar, donde unos pescadores la rescataron y la enterraron en la isla de Lemnos. Zeus, entonces, permitió que Apolo pusiera la lira de Orfeo en el cielo, para formar la constelación aún hoy llamada Lira.

domingo, 22 de febrero de 2009

La Niña de los Sueños

Es hermoso vivir, se decía el muchacho mientras salía de clase al empredrado camino que dirigía al patio donde había quedado con la Princesa. Hacía sol, sudaba por el jersey feo y además le dolía la cabeza de estar tanto tiempo callado sin hacer nada. Por otro lado el mundo empezaba a resultarle más estimulante, la vida tenía un nuevo aliciente, además del inefable momento de la comida con la familia de la Princesa, se trataba de aprender para poder oler la realidad en toda su riqueza. Así que contento se sentó en un banco de piedra, allí aguardaba mientras ojeaba un librito fino sobre un poeta, eran textos breves aunque parecían fragmentos de ese señor que había vivido hacía ya dos siglos pero sin embargo le resultaba algo así como un familiar tras lo que había oído en clase de él y lo que se había recitado. En ensueños, creando y removiendo su memoria recién alimentada llegó la Princesa, ésta le agarró por el brazo con firmeza y le levantó porque la Institutriz estaba cerca esperando para llevarles a la casa con el cochero. Entre sueños de la vigilia el muchacho despertó y se lanzó a la aventura de esa nueva vida que dejaba atrás harapos, miseria y también, no lo olvidemos, independencia. Otro nuevo recorrido tenía ante sí.

Sobre Piera Aulagnier, un texto facilitador

http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=202 de esta fuente, un artículo que nos aproxima a Piera, y con ella la poesía de la psique.

DIALOGO CON PIERA AULAGNIER
Luis Hornstein


http://www.pieraaulagnier.com/notas/dialogo/vinculo%20realidad%20psiquica.htm


Luis Hornstein. Usted teoriza sobre el principio de permanencia y el de cambio en el proceso identificatorio. Para facilitar la tarea de sus lectores y trasladando esto a su obra, ¿qué es lo que permanece y qué es lo que cambia en su proceso de investigación?

Piera Aulagnier. Creo que en mi investigación lo que persiste es una manera de concebir la teoría analítica como la que intenta esclarecer las condiciones necesarias para que el yo pueda existir y la actividad de pensamiento sea posible. En resumen, yo he privilegiado en mi investigación -lo que también creo es un hilo conductor en Freud- la problemática de la identificación. Eso es así desde el comienzo y -así lo espero- será verdadero hasta el final. Creo que por los interrogantes que nos plantea la identificación podemos entender mejor la complejidad del aparato psíquico del cual el yo cree ser el único que lo habita, siendo esa una ilusión que él defiende contra viento y marea.
Es a partir de una teoría del yo que podemos dar cuenta de los obstáculos que debe enfrentar el sujeto para poder lograr ese mínimo de autonomía que es necesario para su funcionamiento psíquico. El proceso identificatorio es la cara oculta de ese trabajo de historización.
El yo no puede advenir más que siendo su propio biógrafo. Su historia es tanto libidinal como identificatoria. Esta historia exigirá periódicamente la inversión de una parte de sus parágrafos, hará necesaria la desaparición de algunos y la invención de otros para arribar a una versión que el sujeto cree definitiva pero que debe permanecer abierta para ese trabajo de reconstrucción, de reorganización de sus contenidos, y especialmente de sus causalidades cada vez que ello se revele necesario. Es sólo porque esta versión de su historia es modificable que el sujeto puede asegurarse su propia permanencia y aceptar los inevitables cambios psíquicos y físicos. Por eso -para responder a su pregunta- lo que perdura es el privilegio que le otorgo a la problemática identificatoria.

EL VINCULO REALIDAD PSÍQUICA-REALIDAD

Luis Hornstein. Luego de haber renunciado -con razón- a convertir el análisis en una ortopedia del yo, se visualiza en los analistas franceses con más trayectoria teórica una preocupación creciente por temas vinculados a la instancia yoica, al pensamiento y al narcisismo. Laplanche, en 1970, decía que es preciso construir una teoría analítica del yo; también Pontalís escribió en 1975 que los analistas franceses se estaban enfrentando al retorno de lo represor, aludiendo a la necesidad de dar cuenta teóricamente tanto del yo como del superyó. Actualmente, tanto usted como otros (Anzieu, Mc. Dougall, Green, Rosolato, Enriquez, Dayan) se interrogan acerca del problema del yo y de la realidad. Pareciera que los analistas franceses han decidido que el yo es demasiado importante para entregarlo a la ego-psychology. ¿Cómo ve usted esta relativa convergencia?

Piera Aulagnier. Creo que efectivamente hay una tendencia en el análisis francés -que debe mucho a Lacan- a abordar de otra manera el concepto de yo [moi] freudiano. Persiste la crítica que Lacan inauguró al registro de la ego-psychology que tiene su área de influencia en Estados Unidos. Pero no diría que la mayor parte de los analistas franceses le asignan gran importancia a la relación entre el yo y la realidad. Más bien he sido criticada por algunos analistas porque le otorgo importancia a la realidad. Crítica que -debo decirlo- creo justificada. Si hay una cuestión a la que el analista está siempre enfrentado es a la relación realidad psíquica-realidad. No veo cómo puede ser estuadiada esa relación sin tomar en cuenta el vínculo que el sujeto tiene con la realidad. Para mí, desconocer uno de los aspectos de esa relación es tan absurdo como estudiar la relación lactante-madre dejando de lado a la madre como representante de la realidad. Así como en el otro extremo, no considerando la fantasmatización del niño y postular que ésta es una respuesta pasiva del niño al deseo inconsciente materno.
Asignar -como la mayoría de los analistas- un lugar predominante a la madre no implica un olvido del padre. Desde el comienzo de la vida el padre ejerce una acción modificante sobre el medio ambiente que rodea al recién nacido. Pero en la casi generalidad de los casos una persona -generalmente la madre- tiene un papel fundamental en la respuesta a las necesidades del bebé -tanto de autoconservación como libidinales-. Es, por lo tanto, la fuente de las primeras experiencias de placer y de sufrimiento. Es por eso que a partir de ella surgirá el primer signo de la presencia del padre o de su ausencia, y la elección de esos "signos" dependerá de su relación con ese padre. Ulteriormente el niño podrá recusar esos signos para forjar los suyos e instaurar una relación con el padre en acuerdo o en desacuerdo con aquella que la precedía. Es indudable que en el registro temporal la relación con la madre es previa así como el embarazo induce en ella una forma de investimiento que es diferente del investimiento con el que el padre espera a su hijo.
Creo que hay que abordar la problemática de lo psíquico teniendo siempre presente que el sujeto adviene en un espacio relacional. Hay dos tendencias que se pueden caracterizar así: la primera, que se considera heredera del pensamiento freudiano y kleiniano, para la cual el campo de la psicopatología sería totalmente reductible a un develamiento de la actividad fantasmática. Llevada al límite, pueden decir que no importa cuál sea la realidad siempre habrá una fantasmatización que será la misma, y los cambios y reelaboraciones fantasmáticas no serán jamás en función de aquello que aparece en la realidad sino en función de una economía interna (gran tolerancia o no a la frustración, desintrincación pulsional, fijaciones, etc.). Todo reenvía a la problemática interna del sujeto. Es verdad que esto exagera algo que estuvo presente en Freud en algunos de sus escritos. La segunda tendencia -que va al otro extremo- es la que se encuentra en la Escuela de Palo Alto y en ciertas teorías francesas que conciben al niño psicótico como expresión de la patología familiar o en ciertas postulaciones antipsiquiátricas que conciben la psicosis desde la sociogénesis. Creo que ambas tendencias son erróneas.
Pienso que ciertas circunstancias vividas imponen a la psique lo que llamo fantasmatización obligada. Así como ciertos encuentros en el campo objetal y social pueden perturbar un trabajo de elaboración fantasmática, de identificaciones que el yo había podido lograr antes de esos encuentros. Esa es mi posición en relación con el vínculo realidad psíquica-realidad que se diferencia de la tendencia más extendida en los analistas que tienden a otorgar una exclusividad en el registro de la causalidad a la problemática interna del sujeto.


PSICOSIS, REPRESENTACIÓN, HISTORIA

Luis Hornstein. Su teoría de la psicosis no se reduce a concebirla como mero producto de un proceso deficitario. Al definir la problemática psicótica por sus carencias se ilustran ciertas regresiones pero no se da cuenta del trabajo de reinterpretación que efectúa el psicótico. Según la mejor tradición freudiana usted utiliza la psicopatología para construir la metapsicología. Sus elaboraciones sobre el pensamiento delirante, ¿qué conclusiones le permiten extraer acerca del pensamiento en general?

Piera Aulagnier. No es una pregunta fácil. Creo que es verdad que la psicosis me ha enseñado mucho y no sé si tendría la misma concepción de la metapsicología si desde los comienzos de mi práctica no me hubiera interesado de manera privilegiada en la psicosis. Puede sonar como una boutade pero enfrentada a un psicótico siempre me he preguntado cuáles son las condiciones que permiten que un sujeto no sea psicótico. Eso es lo que primordialmente he aprendido en mi contacto con la psicosis.
Es cierto lo que usted dice, que rechazo concebir al pensamiento psicótico como efecto de no se sabe qué déficit o de una represión que no se ha producido, y que jerarquizo todo ese trabajo de construcción que debe hacer el sujeto que ha basculado hacia la psicosis para poder lograr insertarse en una temporalidad que no lo condene a vivir indefinidamente en el presente lo que ha vivido en el pasado, para intentar tener un proyecto identificatorio.
A partir de la psicosis me he planteado, efectivamente, cuáles son las condiciones que deben estar presentes en el discurso y en el comportamiento materno para preservar al niño de un devenir psicótico. Quiero decir algo que me parece importante: ningún analista que conozca todo lo posible a una pareja que ha tenido un hijo, supongamos que los hubiera analizado y conociera sus problemas, sus fantasías, sus conflictos, etc., etc., podría concluir: ya que la pareja funciona así, el niño será así. Eso es el tipo de causalidad estrictamente imposible. Felizmente existe lo impredecible en el devenir del sujeto. Eso no quiere decir que no podamos decir algo. Si se puede decir que a partir de una cierta relación en la pareja, de lo que va a representar el niño para la pareja y para cada uno de los padres, a partir de la historia que precede -y sostiene- al deseo de tener un niño en cada uno, el analista puede decir que hay grandes probabilidades de que el niño tienda a construir una defensa psicótica, neurótica o somática. Hay probabilidades pero no certezas. Y no hay certezas porque no debemos nunca olvidar el poder de metabolización, de renegociación, de transformación que la psique puede operar a partir de las experiencias que vive. Felizmente hay un margen para lo impredecible en el funcionamiento psíquico.
Volviendo al tema, ¿cuáles son las condiciones para evitar que el niño deba recurrir a una defensa psicótica? Si bien hay una primera violencia tan abusiva como necesaria que hace que la madre interprete al niño y sus expresiones corporales y que hace que el sujeto entre al campo de discurso, esta violencia primaria es positiva si es limitada en el tiempo. Pero, ¿qué pasa en ciertas relaciones madre-hijo? Uno ve la imposibilidad para la madre de aceptar que cambie aquel momento en que ella era para el niño condición de vida.

Luis Hornstein. Usted escribió que hay un deseo en la madre que si emerge es nefasto para el niño: que nada cambie.

Piera Aulagnier. Así es, "que nada cambie". En ese caso opera la violencia secundaria que puede -si el niño no encuentra una respuesta que lo proteja- conducir a una mutilación de la actividad de pensamiento. Una segunda condición es aquella que he intentado conceptuar como el derecho al secreto. Es la posibilidad que el niño tiene de poder preservar algunos pensamientos como propios y para los cuales la madre y el mundo exterior en general no tienen derecho de mirada.
Por supuesto es preciso considerar lo que significa en el inconsciente de la madre el ser madre. En la madre hay una realidad psíquica ya historizada que anticipa aquello que se juega, en su encuentro con el niño y que decodifica los primeros signos de éste a través del filtro de su propia historia, escribiendo de esa manera los primeros parágrafos de eso que devendrá la historia del niño. La relación de esa madre con el niño, por su propia historia infantil, por aquello que retorna desde su Otra escena, por su relación con su propio cuerpo; todos estos elementos organizan el tipo y calidad de investimiento libidinal del niño.

DESEO DE HIJO, DESEO DE MATERNIDAD

Luis Hornstein. Usted plantea que el niño hereda un anhelo que prueba que él mismo no es la realización plena del deseo materno y esa no estagnación fetichista de sí mismo le permite ser sucesor de un deseo que circula. También diferencia usted el deseo de hijo del deseo de maternidad.

Piera Aulagnier. Sí; la diferencia que yo establezco es que en ciertos casos si uno escucha el discurso manifiesto de la madre, o si uno presta atención al vínculo con el niño se puede constatar que tienen el deseo de tener un niño, pero es necesario diferenciar el deseo de hijo con toda la evolución que ello implica: tener un hijo de la madre, tener un hijo del padre hasta llegar a desear un hijo del hombre que se lo puede dar. Este deseo de hijo debe ser diferenciado del deseo de maternidad que es el deseo de repetir en forma especular su relación con la madre. Este deseo es catastrófico para el niño. Lo catastrófico es que para estas mujeres es imposible aceptar lo nuevo. En francés decimos "nuevo nacido" (recién nacido). Estas mujeres pueden aceptar que alguien haya nacido pero no que sea algo nuevo. En El aprendíz de historiador elaboré una hipótesis acerca de otro tipo de drama que se encuentra en algunas mujeres, al que llamé el crimen de lesa Tánatos. En esos casos, el nacimiento es vivido como la consumación de un crimen -eso me parece evidente en la madre de Philippe-. Traté de mostrar cómo en ella hay una desconexión del registro temporal.
En un texto recién publicado analicé otra particularidad que llamé traumatismo del encuentro; hay ciertas mujeres que al enfrentarse al niño no pueden establecer una relación entre la representación psíquica del niño que esperaban y del niño real que está ante ellas. Sabemos que todo investimiento de un objeto real presupone el investimiento de la representación psíquica de ese objeto.

Luis Hornstein. Eso me recuerda su viejo concepto de cuerpo imaginado, previo al de sombra hablada.

Piera Aulagnier. Sí, ciertamente, pero si bien es algo que va en el mismo sentido, hay diferencia -por suerte, porque pasaron 20 años-. Cuando hablaba de cuerpo imaginado me refería a madres que ubicaba del lado de la psicosis. En estos casos, a los que me refiero actualmente, se trata de madres que no pueden enfrentar lo imprevisto del cuerpo del niño real. Es una situación absolutamente dramática y lo vinculo a ciertas formas de autismo precoz. El infans debe ser investido por la libido materna pero, ¿cómo investir a alguien del cual no se tiene representación psíquica? No es posible investir una representación que rompe la propia historia y que no puede insertarse en ella. El recién nacido se sitúa fuera de su historia y pone en riesgo la totalidad de su construcción identificatoria.


EL LENGUAJE, EL INCONSCIENTE Y EL YO

Luis Hornstein. Hay en su obra una ausencia que llama la atención: el superyó.

Piera Aulagnier. Usted tiene razón. Aunque no puedo decir que yo no tenga un superyó. Cuando me refiero a esa instancia, utilizo el término ideal del yo. En mi manera de concebir la psique, la acción del superyó la veo en los ideales que el yo se propone con todas sus exigencias y sus excesos posibles. Tal vez haya otra razón y es que utilizo el término yo que no es equivalente al yo [moi] freudiano y que, a partir de esto, para mí el ideal del yo tome el lugar que en la metapsicología freudiana tiene el superyó. Creo que ésa es la razón.


Luis Hornstein. Cuando usted insiste en la diferencia entre el yo [moi] freudiano y su yo ¿en qué piensa?

Piera Aulagnier. Pienso esencialmente que mi concepción del yo debe mucho a Lacan. Para mí el yo es una instancia que está directamente vinculada al lenguaje. No hay lugar en mi concepción metapsicológica para el concepto freudiano yo-ello indiferenciado. En ese sentido, no se puede hacer una equivalencia entre la manera como Freud se sirve del concepto de yo [moi] y lo que he definido como yo. Definí un concepto para mí fundamental que es el yo anticipado y no se puede hablar de un yo [moi] anticipado en el discurso maternal. En esto soy fiel (fiel no quiere decir que no lo interprete a mi manera) al lugar que Lacan da al discurso en el nacimiento de esa instancia que llamo yo y que se constituye por la apropiación de esos primeros enunciados identificantes construidos por la madre. El yo anticipado es un yo historizado que inscribe al niño desde el comienzo en un orden temporal y simbólico. Mi diferencia con Lacan es que para mí el yo no está condenado al desconocimiento ni es una instancia pasiva. Si bien sus primeros identificados son provistos por el discurso materno, el yo es también una instancia identificante y no es un producto pasivo del discurso del Otro. Si todo discurso es engañoso es también engañoso el discurso que dice que todo discurso es engañoso. Una cosa es decir que no hay verdad definitiva y otra decir que toda verdad es un error que será reemplazada por otro error. Este enunciado es paradójico y sólo se sostiene porque aquel que lo enuncia está convencido de que estos enunciados acerca de lo que es verdadero y falso son verdaderos. He ahí la paradoja. Si se lleva esto hasta sus últimas consecuencias se descalifica toda relación con la realidad.

Luis Hornstein. ¿Por qué utiliza el término metabolización?

Piera Aulagnier. Para subrayar que para mí la psique es en todos sus procesos una actividad de representación. Alguien a quien aprecio mucho, André Green, me ha preguntado por qué no utilicé en lugar de metabolización el término de transformación y decir que la psique transforma una información exterior en representación.
Le respondí que para mí metabolización tiene un sentido más duro, más esencial que transformación, ya que alude a la transformación de lo heterogéneo en lo propio.

Luis Hornstein. ¿Usted dice que el yo está estructurado desde el lenguaje?

Piera Aulagnier. Porque para mí el yo se origina en los primeros enunciados producidos por el discurso maternal. Por el contrario, no creo que el ello esté estructurado como un lenguaje.

Luis Hornstein. A eso iba mi pregunta, ¿y el inconsciente reprimido?

Piera Aulagnier. En eso soy freudiana. Lo reprimido alude a un cierto número de representaciones y de representacines identificatorias que se han vuelto incompatibles con la posición que el yo ha advenido a ocupar. Creo que en mi manera de concebir, lo reprimido permanezco muy fiel a la manera como Freud concebía lo reprimido.

LA PULSION DE MUERTE: DESEO DE NO DESEO

Luis Hornstein. En "Condenado a investir" usted dice que la pulsión de muerte se manifiesta clínicamente como un movimiento de desinvestidura del objeto; desinvestidura que no se realiza en beneficio de otro objeto sino que amenaza todo objeto. Define como meta de Tánatos el deseo de no deseo. Postula que el sufrimiento que se prolongue en el tiempo corre el riesgo de facilitar el trabajo de desinvestidura propio de Tánatos. Usted parece postular un sufrimiento elaborativo todavía al servicio de Eros y otro no elaborativo. Parafraseando a Freud, ¿habría un sufrimiento traumático y otro señal?

Piera Aulagnier. Postulo efectivamente que hay un tipo de sufrimiento que está ligado al investimiento preservado del objeto y se sufre por la pérdida. Generalmente ése es el registro del sufrimiento neurótico y es cierto que ese sufrimiento nos permite trabajar analíticamente, ya que se repite en la relación transferencial. Es el trabajo del duelo del que hablaba Freud pues está ligado al desinvestimiento de un objeto para poder recuperar la libido y ponerla al servicio de otro investimiento.
El otro tipo de sufrimiento se encuentra especialmente en la psicosis y en depresiones graves. Deja en la vida psíquica un agujero, un borramiento de toda huella de que un objeto había sido investido. Esta desinvestidura no se realiza en beneficio de otro objeto sino que amenaza todo objeto, toda experiencia que para poseer una existencia psíquica exige la actividad de ligar, propia de Eros. Todo acto de desinvestidura logrado no deja ninguna huella y conduce a la abolición, la disolución, el borramiento definitivo de la representación del objeto. La victoria de la pulsión de muerte conlleva una nada en ese conjunto de objetos que constituyen el capital representativo del sujeto y en el conjunto de soportes del que podría disponer su capital libidinal. Por ello propuse hace tiempo que la meta de Tánatos es un deseo de no deseo y su forma de lograrlo es a través de una desinvestidura que, más allá del objeto preciso al que parece apuntar, concierne a la totalidad de los objetos investidos por Eros. La meta última de la pulsión de muerte es la desaparición de la totalidad de los soportes cuya investidura es simultáneamente la manifestación, la exigencia y la meta de las pulsiones eróticas. Es -entonces- la meta de Tánatos hacer desaparecer a todo objeto cuya ausencia se hace responsable del surgimiento del deseo y que obliga a reconocerse deseante de un objeto que falta. La meta de Eros es lograr que la desinvestidura se desarrolle paralelamente a la búsqueda y la localización de un nuevo soporte que pueda ser investido libidinalmente. No uso el concepto de pusión de muerte en forma metafórica, sino que para mí -como para Freud- el dualismo pulsional Eros-Tánatos está siempre en juego en el conflicto psíquico al cual accedemos clínicamente. Para mí la pulsión de muerte no es una categoría metafísica.
En el tipo de sufrimiento en que no hay investimiento del objeto para que el análisis sea posible hay que crear ciertas condiciones. Estas no están dadas de entrada, a diferencia del neurótico que ya está libidinalmente dispuesto para ingresar al campo transferencial. En aquellos casos no es así y es preciso todo un trabajo previo para hacer que la relación analítica sea posible. Desgraciadamente no creo que haya reglas generalizables. Todo va a depender de nuestra capacidad y de nuestra posibilidad de ubicarnos en la historia singular. Lo poco que persiste de la capacidad de investimiento hace que la relación sea muy frágil.
Hay que ser muy cuidadoso porque en estos casos los errores pueden ser muy graves para el sujeto -no me refiero al analista sino al sujeto que consulta-. Toda forma de aproximación muy brusca puede producir la interrupción del vínculo. Nuestra principal tarea es darle el mínimo de sentido al sufrimiento que él padece; si lo logramos el análisis se vuelve posible.

PASIÓN DE TRANSFERENCIA. ALIENACIÓN Y ETICA DEL PSICOANALISIS

Luis Hornstein. Desde hace tiempo usted enfatiza la importancia del proyecto terapéutico. ¿Cómo vincular esta reivindicación de la dimensión terapéutica del análisis con sus elaboraciones sobre la pasión de transferencia y la alineación? ¿Cómo se relaciona ello con la ética del psicoanálisis?

Piera Aulagnier. Para retomar la última parte de su pregunta no veo cómo la ética del psicoanalista puede olvidar su función terapéutica. El sujeto no viene a vernos porque forma parte de una intellegentsia, tampoco porque está movido por no sé qué deseo de saber, sino que viene porque sufre y para que lo ayudemos a superar su conflicto psicótico, neurótico u otro que es causa de su sufrimiento. Por ello es que pienso que la dimensión terapéutica es parte integrante de lo que hago cotidianamente cuando trabajo como analista.
Usted me pregunta cómo ligar esta reivindicación de la dimensión terapéutica con mi elaboración sobre la pasión transferencial y la alineación como consecuencia. Creo justamente que es el olvido de esta dimensión terapéutica el responsable mayor en convertir el amor de transferencia necesario en una pasión transferencial que no puede conducir sino a la alineación. Creo que la pasión transferencial tiene como principal responsable a un deseo inconsciente del analista. Es el analista quien induce en la mayor parte de los casos la pasión.

Luis Hornstein. Usted escribió que tanto el silencio abusivo como la interpretación a ultranza favorecen la pasión transferencial. El exceso de silencio, porque demuestra al analizando la insignificancia de su discurso y de todo discurso y porque el analista da cuerpo a una ilusión de que sabe todas las verdades universales que el discurso no hace otra cosa que velar y disfrazar. En dicha postura todo aquello que el analizando podría decir y pensar es entendido como confirmación de la mentira característica de todo discurso, como montaje artificioso, como señuelo. La interpretación prefabricada porque enfrenta al sujeto con un modelo generalizable. En ambos casos la creencia en la singularidad de la historia será implícitamente denunciada como una dimensión engañosa que es preciso perder para alcanzar la suprema sabiduría que lleva a proclamar que lo que el analizando puede elaborar de sus determinaciones históricas corresponde al registro de lo imaginario. Se pierden entonces las referencias freudianas mayores en cuanto al hacer consciente lo inconsciente, el lugar de las interpretaciones y construcciones y la función esencial que Freud le asignaba a la reelaboración.

Piera Aulagnier. No critiqué tanto la interpretación prefabricada por generar una pasión transferencial, sino más bien por otras razones. Pero sí el silencio a ultranza. Este genera en el analizando una idealización. Es fácil idealizar a un mudo.
Además creo que la pasión transferencial es favorecida por una serie de comportamientos y técnicas de moda en cierta práctica del análisis. Si uno atiende a un paciente cinco minutos, sólo puede esperar dos consecuencias: o bien la fuga del paciente -y por razones muy largas de explicar no es lo más frecuente- o bien, y eso es muy grave, lleva al analizando a renunciar a juzgar lo que efectivamente pasa en la relación analítica por una idealización masiva del analista que conduce a una relación de alienación. Cada vez estoy más convencida de que la modalidad técnica de conducir una cura es la responsable de la alienación y, en general, el analista es también víctima de su alienación en una teoría para la cual él es incapaz de asumir una posición crítica.

EL PSICOANALISIS FRANCES CONTEMPORÁNEO

Luis Hornstein. A pesar de tener una tradición clínica de varias décadas, en nuestro país estamos pendientes de la Otra escena que es siempre Europa. Usted dice que hay épocas de valorización excesiva de la teoría y épocas de decepción y vuelta a la clínica. En nuestro país ya se dio la decepción con la escuela kleiniana a la que siguió luego una ilusión con los desarrollos de Lacan. A comienzos de la década del 70 la lectura de Lacan tuvo en nuestro medio gran importancia ya que -por la hegemonía absoluta del kleinismo- no se leía casi a Freud. Gracias a Lacan recuperamos a Freud y es indudable que los aportes de Lacan posibilitaron comprensiones inéditas de dimensiones esenciales de la obra de Freud. En resumen: Lacan nos hizo pensar. Pero para algunos las formulaciones de Lacan padecen de una petrificación ontológica y se convierten en verdades absolutas; para ellos se da un cogito modificado: "El piensa (Lacan), luego yo existo".
Me parece útil profundizar la categoría de alienación cultural para dar cuenta de algunos procesos que ocurren en países dependientes como el nuestro. Me interesaría saber su opinión al respecto.

Piera Aulagnier. Usted sabe, no creo que la alienación sea un fenómeno de su país, creo sí que es patrimonio de vuestro país la forma que asumió el terror social en el gobierno militar. Creo que la alienación del pensamiento no es un hecho particular de un país dado. La alienación tiene por meta la exclusión de toda duda, de toda causa del conflicto e implica la muerte de la actividad de pensamiento. Poder reconocerse un derecho a pensar implica renunciar a encontrar en la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso, y presupone el duelo por la certeza perdida. Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que verificarlo: tales son las exigencias que el yo no puede esquivar.
En algún texto planteé que la duda es el equivalente de la castración en el registro del pensamiento. Aquel que aliena su pensamiento a un discurso le otorga el mismo grado de certeza que en la psicosis tiene la reconstrucción delirante con respecto a la realidad. Todo pensamiento -sobre todo si tiene cierto valor- hace que mucha gente se precipite en él para no tener que seguir pensando. Esa no es una particularidad argentina. En Francia también tenemos modas y hay modas peligrosas.

Luis Hornstein. Hablando de modas. Sabemos que el estructuralismo había evacuado al acontecimiento y, en el límite, a la historia misma. Al definir al yo como historiador, al jerarquizar la realidad histórica y los efectos de los encuentros como lo que hace pasar de una potencialidad a sus manifestaciones clínicas pareciera que usted se ha distanciado del estructuralismo. ¿Es así?

Piera Aulagnier. Usted sabe, siempre estuve muy lejos del estructuralismo. Eso no es nuevo. Lacan estuvo siempre interesado en lo que podía aportar el estructuralismo al psicoanálisis, pero yo siempre me sentí alejada del estructuralismo. No creo que el estructuralismo aportara gran cosa al pensamiento analítico.

Luis Hornstein. A partir de las dos revistas -a mi juicio- más representativas del análisis francés actual, Nouvelle Revue y Topique, se puede inferir que hay cambios. Pareciera que ya han sobrepasado la época de las duras escisiones, y que los debates son más conceptuales que creenciales. ¿Es así? ¿Cómo describiría la coyuntura del análisis francés hoy?

Piera Aulagnier. Algo que es preciso decir es que en las nuevas generaciones no existen esas barreras entre los diversos grupos analíticos. Dejo de lado algunos grupitos lacanianos que son una cuestión aparte. Soy frecuentemente invitada por diversas instituciones, y no soy en este caso una excepción. Estoy en Argentina invitada por la A.P.A. a pesar de que yo y mi grupo no pertenecemos a la I.P.A. Hay en este momento una apertura y se valora a cada analista por lo que él aporta independientemente de la institución a la que pertenezca.

Luis Hornstein. Usted es una de las fundadoras del cuarto grupo. Uno de los objetivos fue encarar de manera diferente la formación de analistas. Después de más de 17 años, ¿cómo evaluaría la experiencia?

Piera Aulagnier. Yo diría de las sociedades analíticas que no hay buena sociedad así como no hay buen salvaje, como lo creía Rousseau. Diría que no es más mala que las otras. En el cuarto grupo intentamos un sistema de formación que respeta al máximo la libertad del sujeto que quiere devenir analista. La propuesta que creo central en el cuarto grupo es que la institución no obstaculice el proceso analítico de aquel que quiere ser analista. Tenemos muchas exigencias: que el candidato haya hecho un análisis con quien él quiera, que haga dos supervisiones, que tenga un trabajo de elaboración, de discusión con algunos analistas de nuestro grupo durante un tiempo que permita una suerte de reconocimiento recíproco. No es fácil devenir analista en el cuarto grupo.

LA RELACION TEORIA-CLINICA

Luis Hornstein. En Freud hay armonía entre las elaboraciones metapsicológicas y sus consecuencias técnicas. En los anglosajones hay una referencia clínica constante que incluso descuida -relativamente- los aspectos teóricos. En Francia por tradición se tiene tendencia al teoricismo, lo que implica un cierto menosprecio de la investigación clínica. En su último libro escribe que un trabajo clínico expone mucho más al analista que una elaboración teórica y advierte contra los riesgos de convertir a la clínica en algo inefable. ¿Está usted sola en esta empresa o hay otros analistas franceses que están dispuestos a asumir ese riesgo? En otras palabras, ¿hay un retorno a la clínica?

Piera Aulagnier. Creo que después de años de fascinación teórica -y no puedo negar que personalmente tengo una fascinación por la teoría y casi podría decir que para mí la investigación teórica es mi forma de toxicomanía-, pienso, le decía, que desde hace una docena de años se visualiza en el análisis francés, efectivamente, un mayor interés por la clínica. Eso creo que es verdaderamente cierto. Es verdad que, a pesar de esto que le digo, en Francia no se ha llegado todavía a la importancia que le asignan a la clínica los trabajos anglosajones. En El aprendíz de historiador le consagro más de cien páginas al caso de Philippe, cosa poco frecuente en Francia y habitual en la literatura anglosajona. Es verdad también que yo le reprocharía el pragmatismo -a pesar de todo lo positivo que pueda tener- a los anglosajones, de dejar de lado la teoría y de conformarse con ciertas aproximaciones. No creo que uno se pueda interesar verdaderamente en la teoría sin acordar el mismo interés a la clínica, que debe ser -como usted dice- el campo de la puesta a prueba de la teoría. ¿Qué valor puede tener una teoría que no se confronta con la clínica?
Creo que es verdad, que los analistas más jóvenes, sobre todo en el campo analítico francés, le acuerdan más importancia a la clínica. Tal vez porque se enfrentan a cuadros psicopatológicos nuevos que no pertenecen simplemente al registro de las neurosis y que corresponden a esas problemáticas que se suelen llamar borderline, estructuras narcisistas o del orden de lo psicosomático. Tal vez el hecho de verse enfrentados tan masivamente a un tipo de sintomatología que plantea nuevos problemas explica, parcialmente, este mayor interés por la clínica.