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Paz y Ciencia

domingo, 24 de enero de 2010

Cecilia II

Cecilia estaba tumbada en su cama, era la única manera de adormecer su conciencia embotada, su cruel y vehemente conciencia que arrancaba todo atisbo del gracejo que tenía potencialmente.
Una excelente fotógrafa, capaz de captar situaciones sin nombre y darles una imagen que representa lo que la fantasía no puede hacer. Cielo de tormenta fuera, escuchaba el chocar de las gotas de lluvia en su ventana. Para siempre pensaba... Esto es para siempre. Con dolor por abrir los ojos, levantarse de la cama, afrontar el día, la luz y la gente se dispuso para ir a la piscina. Aquello le cansaba y eso aplacaba su nerviosismo.
Mientras nadaba cerraba los ojos al meter la cabeza bajo el agua y se sentía mucho mejor,puesto que el contacto con el sistema le arrancaba la piel psíquica, era tal su finura, sensibilidad y dulzura que había aprendido a convertir la miel en limones. Su psique estaba señalada con marcas de muertes de personas cercanas, la enfermedad de sus padres y el susto que a veces tenía en su propia casa, donde a veces no se sentía comprendida y apoyada, ella quería a su marido, con quien había vivido muy gratas experiencias en un pretérito imperfecto.
Se secó tras salir de la piscina, el vapor le ayudaba a respirar mejor, se sentía mejor, había descargado ira, hostilidad, tensión, la amargura que había aprendido a filtrar a través de sus ojos. Fruto del elixir que tomaba y de la combinación con un presente y pasado tóxico.
Se quitó el gorro de baño y se duchó, limpiándose y arrastrando parte de los jugos que ese elixir le hacía evacuar.
Cogió su mochila y se fue hacia el coche. No sabía que pasaría mañana pero siempre tendría la cama.

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