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Paz y Ciencia

jueves, 4 de marzo de 2010

Los inicios del Juego en Psicoanálisis

Cuenta Clare Winnicott sobre su esposo Donald, que la capacidad de jugar fue
central tanto en su obra como en su vida. Relata: Hace varios años, un amigo que pasaba unos días con nosotros miró en torno de él, pensativo, y nos dijo:
“Usted y Donald juegan”. Desde luego, nunca habíamos decidido jugar; no había
en nuestra conducta nada deliberado...Jugábamos con las cosas reordenándolas,
tomándolas, apartándolas, según nuestro estado de ánimo. Jugábamos con las
ideas haciendo con ellas malabarismos al azar, a sabiendas de que no teníamos la
menos necesidad de estar de acuerdo...Ambos poseíamos la capacidad de extraer
placer, lo cual podía intervenir en las circunstancias más inverosímiles y llevarnos
a imprevisibles hazañas. Con posterioridad a la muerte de Donald, un amigo
norteamericano escribió, a propósito de nosotros: “Dos seres locos que se
encantaban uno al otro y encantaban a sus amigos...”

Sigmund Pfeifer, Melanie Klein, Von Hugh-Hellmuth fueron pioneros en el uso del juego en psicoterapia.

En 1919, Sigmund Pfeifer, de Budapest, que se había dedicado a la observación
psicoanalítica de chicos, llegó a la conclusión de que la sexualidad autoerótica
del niño se manifestaba en sus juegos. Ya Freud, para esa época, había reparado
en la sexualidad de los niños, y en su su carácter traumatizante, en tanto energía que no encontraba una descarga satisfactoria, debido a la inmadurez del organismo infantil. Planteaba entonces una experiencia reguladora y ordenadora -por la que atraviesa toda persona en la primera infancia- que denominó complejo de Edipo, en la que confluyen ciertas ideas, sentimientos, emociones e impulsos sexuales del niño en relación a sus padres. Bajo la amenaza de la castración de sus genitales, éste intenta borrar dicha economía afectiva de su conciencia mediante el mecanismo de la represión, mecanismo por el cual, dichas representaciones quedarían excluidas de la conciencia, a pesar de lo cual habrán de retornar en lo sucesivo mediante diversas formaciones psíquicas que tenderán a recuperar aquellos deseos e impulsos libidinales de la época infantil. A estas formaciones psíquicas, que se observan en la vida cotidiana de todo individuo, se las denominó formaciones del inconciente: los sueños, los síntomas, los actos fallidos, los olvidos...

Melanie Klein inventó, entonces, una técnica del juego, que describió en su texto
de1953, “La técnica psicoanalítica del juego”2. Empero se dice que dicha técnica
fue de algún modo impuesta por una paciente de 3 años que se propuso espontáneamente jugar en las sesiones. Así fue que Melanie se limitó a aceptar los juegos de la niña y a interpretarlos y sólo en lo sucesivo utilizó este esquema en forma deliberada.
Más adelante veremos que Winnicott dirá que los bebés, incluso antes de su
nacimiento, juegan espontáneamente...y esto será la base para pensar al juego de
los niños como proceso que se desarrolla en condiciones normales y no como
producto a interpretar...
Otro fue el caso de Von Hug-Hellmuth, una psicoterapeuta vienesa, antecesora y
maestra de Anna Freud; para quienes los tratamientos analíticos de chicos,
debían tener una finalidad educativa y curativa, ya que consideraban imposible la
tarea de psicoanalizar a un niño3 en el modo habitual y standard, tal como se
pensaba al psicoanálisis para pacientes adultos. En ese sentido, el juego, dentro
de los tratamientos, era considerado un medio para establecer contacto con el
niño, para interesarlo en el tratamiento y para comunicarse con su inconciente.
Así, a diferencia de Melanie, que aplicaba el método psicoanalítico a los niños, de
acuerdo con su técnica, Hug Hellmuth introducía ella misma el juego en las
sesiones con niños -dirigiéndolo y decidiendo su tema, personajes y desarrollo-,
adoptando una perspectiva manipuladora: cierta vez, por ejemplo, le pidió a un
chico, en la sesión, que le sacara una basurita que ella tenía en el ojo, como para
“romper el hielo” y establecer un vínculo con él. O, en otras ocasiones fingía que
un bichito sobrevolaba la habitación del consultorio, y pedía a sus pacientitos
que la ayudaran a matarlo, con el mismo propósito. Estos trucos estaban
justificados en tanto preparaban el terreno como para evadir la conciencia.
En definitiva, el juego era una actividad impuesta por el adulto, un recurso para
vencer la resistencia de los niños.


Para Winnicott el jugar ("Playing), como verbo sustantivado, consiste en la superposición de dos áreas de juego. Forma parte del tratamiento del niño, y el jugar también es importante e imprescindible en adultos.
Las diferencias con sus antecesores son varias, de calidad. Pfeifer utilizaba el juego desde un punto de vista teórica para entroncar el análisis de niños con las teorías freudianas. Winnicott aporta sus propias teorías sobre los niños que se muestran en varios tomos y charlas radiofónicas dedicadas a padres, asistentes sociales y "ayudadores profesionales" para la terapia y el análisis. El bosqueja una teoría propia sobre las fases evolutivas, distintas a las de Freud y distintas a las de Melanie Klein. Por parecerse, quizá con su squiggle game, se parecería a Von Hugh-Hellmuth, él incluía un trozo de papel cortado y advertía que era un juego sin más gravedad que la de disfrutar y compartir. Él iniciaba el juego con un garabato y el consultante debía completar esa figura informe, de manera que poco a poco se iba deslizando sobre el papel las fantasías y fantasmas que recorrían la cabecita del pequeño consultante.
Como dice Clare Winnicott, el talante de Winnicott era de un ser juguetón. Tuvo sus pequeños problemas con el establishment, de forma que fue analizado por Strachey (el traductor de la obra de Freud al inglés, perteneciente al círculo de Bloomsbury, como la genial Virginia Woolf). Él pudo tener algunos problemas con su segunda analista Joan Riviere, a la que llegó a llamar bruja. Winnicott parecío entender que si seguía su trabajo sobre el mundo externo en lugar de lo que la todopoderosa Klein pregonaba, acabaría con él.
Winnicott desarrolla conceptos nuevos, hay quien escribe que es el autor menos resistido del psicoanálisis por haber sido poco estudiado hasta hace poco y porque sus teorías resultan interesantes para un número grande de terapeutas y analistas de distinta escuela. Resulta muy sugerente, en septiembre aproximadamente sale publicado un trabajo de Javier Lacruz Navas sobre este autor, en el que yo participo.
Seguiremos difundiendo su obra.
En cursivas fragmentos del trabajo de Paula Larotonda, colaboradora de Espacio Potencial y gran trabajadora del psicoanálisis y de la obra de DWW.

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