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Paz y Ciencia

sábado, 10 de abril de 2010

Tiempo


- ¡Buenos días! -dijo el Principito.
- ¡Buenos días! -respondió el comerciante.
Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber.
- ¿Por qué vendes eso? -preguntó el Principito.
- Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
- ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
- Lo que cada uno quiere...
"Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos -pensó el Principito- caminaría suavemente hacia una fuente..."

El Principito de Antonie de Saint Exupéry

Gastamos tiempo en cosas fútiles y tediosas, hacemos rutinas aburridas, llevamos una vida monótona, gastamos el tiempo siendo esclavos de la prisa, del reloj y no tenemos tiempo para disfrutar del silencio, del contacto con nuestra mismidad. No disponemos de tiempo o ganas para reflexionar, para pensar, para meditar, para soñar. Somos hombres esclavos del tiempo, "enfermos del tiempo". En Japón, cuna de la cultura zen se ha acuñado un nombre que creo es Karoshi para describir aquellos que mueren por el tiempo. Trabajo, estrés, prisa... Nuestro sistema psicoinmunológico está siempre alerta y vigilante. El tiempo determina nuestros pasos, cuándo podremos decirle al tiempo que se pare y nos bajemos de las ruletillas del reloj para descansar y conectar con nuestro interior. Entre tanta urgencia de tiempo nos perdemos placeres accesibles y nos diluimos entre una sociedad anómica y alienada por su propia estructura social. La antropología dialéctica trata de confluir la psicología con la antropología para entender que eso que decía Durkheim en "El suicidio" y Merton puede cambiar si todos cambiamos algunas costumbres arraigadas. El tiempo es un regalo y el dinero, como me dijo un paciente "no son más que papeles arrugados", y doy fe. Encadenados a la dictadura del tiempo y del dinero nos perdemos entre la maleza sin poder ver los árboles y disfrutar de nosotros y de quienes queremos.

Todas las personas mayores primero fueron niños.

Todos los hombres son sus vasallos (de sí mismos).

Los hombres ya no tienen tiempo de comprar nada, compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos.

...es el único que se ocupaba de algo más que de sí mismo. Esta es la clave del sentido de la vida; amar es preocuparse por otro... es sentirse responsable por otro.

Siempre he amado al desierto. Uno puede sentarse sobre una duna de arena sin ver ni escuchar y, sin embargo, siempre hay algo que brilla en el silencio.

Lo que los hace hermoso es algo invisible...los ojos no siempre ven. Hay que buscar con el corazón.

Es tan misterioso el país de las lágrimas.

Los adultos siempre necesitan explicaciones.

Me entristezco cuando hablo de estos recuerdos. Es triste olvidar a un amigo.


Se trata de una cuestón de disciplina.

-¿Sabes...? Cuando uno está muy triste son agradables las puestas de sol.


Si alguien ama a una flor y no existiese m s que un solo ejemplar en millones y millones de estrellas, esto es motivo suficiente para que ese alguien...se sienta feliz cuando la mira. Se dice: "Mi flor está ahí, en alguna parte...". Pero si el cordero se come la flor, para él es como si de repente todas las estrellas se apagarán...

En aquel entonces no supe comprender nada! Deb a haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Ella me proporcionaba alegr a y aroma. Jamás debí haber huído. Debí adivinar su ternura, tras sus inocentes mañas. Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.

Yo te amo sí. El que tú no supieras nada de ello fue culpa mía. Pero no tiene importancia. Tu has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz.

Si ordenara a un general que se convirtiera en gaviota y el general no me obedeciera, la culpa no ser a de él, sino mía.

Hay que exigirle a cada uno aquello que es capaza de hacer o dar.

La autoridad debe basarse sobre la razón.

-Entonces te juzgarás a tí mismo. Lo cual es más díficil que juzgar a los demás, y si logras juzgarte bien, serás un verdadero sabio.

Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.


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