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Paz y Ciencia

viernes, 2 de julio de 2010

Imposturas Virtuales

Actualmente asistimos a las consecuencias que se derivan de imposturas virtuales. El espacio telefónico no dio el juego que se esperaba para imposturas, pero Internet ha creado las condiciones para espacios en donde la impostura puede ser en ocasiones un juego (¿quién engaña a quién y cómo se sabe que es engaño?) y otras una seria realidad.
Toda impostura exige -me referiré luego a ello- un juego de imposturas menores, coherentes entre sí, un juego de mentiras eficaces y entrelazadas. Con el uso de internet las imposturas se facilitan. Internet ofrece una salida a sujetos incapacitados para una interacción cara a cara. La simulación es sobremanera fácil, desde la invención del nombre, profesión, edad, estado civil, hasta la identidad sexual. Está claro que no se puede descartar que la impostura sea recíproca. En ocasiones se trata de una primera fase de una notoria impostura que se juzga provisional, hasta dar lugar a la esperada autentificación. Un caso notable es el de un profesional liberal, con una hija de 23 años, tímida, aniñada, quejosa y anhelante de amar y ser amada, pero imposibilitada para ello por la mala imagen de sí misma. El padre se hizo pasar por la hija y trazó su perfil en Internet, solicitando la reciprocidad de aquellos capaces de ver en ella la persona -algo así como la ceniciente- que yace escondida y que es un tesoro de ternura y sensibilidad. De entre la avalancha de corresponsales el padre seleccionó a unas docenas, más tarde a tres, luego a uno. La hija aceptó la suplantación que de ella hizo su padre. Tras semanas de intercambio de mensajes, en las que se describen biografías, sueños, deseos y promesas, el padre sugirió el encuentro en un parque de una gran ciudad en donde la hija nunca había estado. Pero eso no fue obstáculo. En el mapa de esa ciudad están señalados parques y glorietas y en alguna había un banco. Ella estaría un día y una hora determinados en uno de esos bancos, con un periódico en la mano. Por su parte, él se había definido virtualmente tan tímido o más que ella, altamente sensible, de una delicadeza extrema, que vivía por y para la poesía, el arte y el pensamiento. Ella fue aleccionada acerca de hasta dónde podía ceder ante las presumibles instancias afectivo-eróticas del aspirante. Así tuvo lugar el primer encuentro. Para ella, le dijo a su padre por teléfono, se trataba de un hombre "físicamente monstruoso". Pero "es mi oportunidad, la única que he tenido hasta ahora". Quiere conocerle mejor, superar la barrera de su repugnancia física, no ser injusta, tratar de aprehender su espiritualidad. Hambrienta de afectos, es ella la que se prende a él, que se convierte, una vez que llegan a vivir juntos, en un sádico que la maltrata y ante la que luego se arrodilla pidiendo su perdón. La relación prosiguió durante meses, hasta que la mujer quedó embarazada. Advertido del embarazo, el hombre desapareció definitivamente.

págs. 134-135. Conductas y Actitudes. Carlos Castilla del Pino

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