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Paz y Ciencia

jueves, 29 de julio de 2010

La noción de Yo-Piel

Las cuatro series de datos -etológicos, grupales, proyectivos y dermatológicos- a las que acabo de pasar revista me han llevado a la hipótesis de un Yo-piel, publicada ya en 1974 en la Nouvelle Revue de Psychanalyse. Antes de retomar y completar dicha hipótesis, me parece deseable replantear la noción de estadio oral.

Pecho boca y pecho piel.

Freud no limitaba la fase que califaba de oral a la experiencia de la zona buco-farígena y al placer de la succción. Siempre subrayó la importancia del placer consecutivo a esta repleción. Si la boca proporciona la primera experiencia, viva y breve, de un contacto diferenciador, de un lugar de paso e incorporación, la repleción aporta al lactante la experiencia más difusa, más duradera de una masa central, de algo pleno, de un centro de gravedad. No es sorprendente que la psicopatología contemporánea conceda cada vez más importancia al sentimiento de un vacío interior en ciertos enfermos, ni que un método de relajación como el de Shulz sugiera que se sienta, en primer lugar y simultáneamente en todo el cuerpo, el calor (=el paso de la leche) y la pesadez (=la repleción).

Con ocasión de la lactancia y los cuidados, el bebé realiza una tercera experiencia concomitante a las dos precedentes: se le tiene en brazos, estrechado por el cuerpo de la madre cuyo calor, olor y movimientos siente; se siente llevado, manipulado, frotado, lavado, acariciado, y todo ello acompañado generalmente de un baño de palabras y de canturreos. Encontramos aquí las características de la pulsión de apego descritas por Bowlby y Harlow y las que, para Spitz y Balint, evocan la idea de cavidad primaria. Estas actividades conducen progresivamente al niño a diferenciar una superficie que se compone de una cara interna y otra externa, es decir, una interfaz que permite la distinción del afuera y del adentro, y volumen que le aportan la experiencia de un continente.
("El Yo-Piel", Didier Anzieu. Pág. 47)

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