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Paz y Ciencia

jueves, 22 de julio de 2010

Sobre la Interacción

[...] Toda interacción es especular. Uno no puede tener imagen de sí si no hay otro que la "refleje", o, para ser más exacto, que se la devuelva. Se trata de uno de tantos mecanismos feedback que funcionan entre los dos miembros de la interacción. En el supuesto de que la imagen devuelta no se corresponda con la que se pretendía provocar, la construcción de la imagen que ofrecemos debe ser revisada, tanto si hemos de proseguir las interacciones con el mismo actante como si se trata de una interacción ulterior con otro. ¿Qué he hecho o cómo he hecho para que el interlocutor obtenga de mí una imagen tan diferente a la pretendida?
Evidentemente hemos construido una imagen de nosotros mismos sin tener en cuenta los requerimientos del otro, y la hemos lanzado teniéndonos presente ante todo a nosotros mismos, en un ejemplo más de comportamiento autista (en un sentido genérico: de prescindencia del otro en nuestro contexto). Toda relación interpersonal ha de establecerse sobre la base de un pacto implícito, mediante el cual la imagen que se ofrece al otro se construye a tenor de la que se ha construido uno de él. Dicho con otras palabras: en toda relación se ha de tener en cuenta quién soy yo para el otro. Denomino a este inicial punto de partida en la interacción pacto de supeditación ad hoc, que de incumplirse conduce al fracaso de la relación, porque es difícilmente reparable. Uno se supedita al otro y le da lo que requiere de nosotros. Que sólo este pacto garantiza en gran medida el éxito de la relación, sin coste alguno de orden psicológico, lo revela el hecho de que ese otro al que nos supeditamos de antemano lo que requiere es que se le ofrezca su imagen previa de quiénes somos, sin que por ello, naturalmente, se prescinda de la imagen de él.
Esto no se opone a que en el curso de la interacción no se deconstruyan, quizá, las imágenes recíprocas previas y se construyan otras, ajustadas al curso de la interacción misma. De aquí que, en ocasiones, se salga de una entrevista modificando la imagen previa forjada sobre el interlocutor: "Mira, creía que era... y resulta que es...". La mayoría de las veces, y si la interacción no se prolonga, pueden conservarse las imágenes preexistentes... La supeditación ad hoc, adecuada y recíproca, de ambos sujetos es la condición necesaria para una inicial interacción positiva.
No obstante, cualquiera que sea el proceso, la imagen que el otro nos devuelve es, como se sabe, una definición de nosotros mismos. Tras cada proceso interaccional surge la incertidumbre, la conjetura: "¿Qué le habré parecido a...?", o "le he debido parecer tal o cual...". Estas interrogantes sólo suelen explicitarse ante otros en situaciones especialmente relevantes por la indecisión ansiosa que suscitan.
Toda interacción, pues, confirma o desconfirma la identidad: en el primer caso, somos al parecer (ante el otro) como pretendíamos ser; en el segundo caso, somos menos o más para el otro de lo que imaginábamos ser.
Esta segunda situación es la que nos interesa de modo especial para entrar luego en la relación de envidia. Si se nos define en más de lo que imaginábamos inicialmente ser, aparte de la gratificación en forma de autoestima que de ello se deriva, aceptamos por lo general, sin reticencia alguna, esta imagen realzada (a veces no ocurre así, y nos vemos obligados a pensar, por la responsabilidad que se contrae, que el otro nos tiene en más de lo que somos). Por el contrario, si la definición nos rebaja, la relación suele ser de rechazo, por la necesidad de defendernos de la herida narcisista que ello nos depara...

Carlos Castilla del Pino. "Conductas y Actitudes". Tusquets, 2009. págs. 223-226

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿porque nos tiene que preocupar tanto esta sensación?

Psicoletra dijo...

Es inexcusable que nos vemos a través de los ojos de los demás y que una parte de nuestro self sólo es comprensible a partir de la interacción con los demás. Nuestra autoestima está supeditada a como nos inscribimos en la cultura. Un saludo.