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Paz y Ciencia

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una historia


Mi máscara es ya un signo de interrogación colgado de la nada

Estas son algunas líneas que demarcan el espacio intrapsíquico de una persona que se encuentra al límite de desbordar su angustia.
Las pérdidas, la soledad, el vacío y la culpa son elementos que se imbrican en su psiquismo junto a un profundo pesar y una dureza con respecto a su identidad, casi un rechazo feroz a su mismidad. Recorriendo el blanco y negro va dejando huella de su identidad, como un interrogante colgado. Una forma de mirarse en el espejo y no reconocerse, la despersonalización.
Una trayectoria marcada por un duro trauma, navajazos y cortes que le llegaron a pedir la muerte.
Ahora falta su pareja, una pareja ficticia con pareja y una madre enferma. La pérdida, la separación, la incertidumbre y la confusión se ha expandido a su área libre de conflictos, el trabajo, donde realiza un excelente, un brillante trabajo reconocido.
Bowlby en 1961 señala que el curso del duelo puede dividirse en cuatro fases principales:
1. Fase de embotamiento, que dura habitualmente entre algunas horas y una semana y que puede ser interrumpida por descargas de aflicción o de ansiedad extremadamente intensas.
2. Fase de anhelo y búsqueda de la figura perdida, que dura varios meses y con frecuencia, años.
3. Fase de desorganización y desesperación.
4. Fase de un grado mayor o menor de reorganización.

La escisión del yo en una parte emocional y otra aparentemente normal, llamado por el paciente parte emocional y racional, en la que, matiza, la parte emocional desborda e irrumpe en la parte racional (como acostumbra a pasar), hace que yano se realice el trabajo con el gusto, la pasión y la creatividad de antes.

Por tanto, ahora los recursos se ven agotados por un exceso de angustia que inunda su potencial de salud. Una persona que dice ser poco dada a expresar sus sentimientos pero que explica su vida sentimental con detalles, eso sí, de una manera intelectual y racionalizada, para tomar distancia de lo que hace daño, es como lo que designaba otro paciente: "la barricada".

Y bien, hay que trabajar esas angustias de muerte, esas expectativas en relación a su madre, esa disociación estructural y el duelo por las pérdidas. Un punto crítico donde se reunen varios elementos de urgencia para trabajar y donde lo prioritario es volver a integrar a la persona que se encuentra desorganizada, descompensada, con tedio, hastío y aburrimiento. Sin un motor vivificador.

Una vida trae consigo una historia y esa historia está troquelada de situaciones emocionalmente comprometidas que introducen a la persona en un lugar ignoto, un escenario diferente donde quiere sacar la cabeza y volver a vivir, o "Reorganizar la vida".
El proceso, como diría Winnicott, es primero de sostén y después, ofrecido un marco de contención y apoyo, tras esclarecer y detallar los conflictos que se solapan queda focalizar un punto donde intervenir para ir trabajando a la par, como un equipo de trabajo donde el paciente se sienta agente activo del cambio y de un sentido a la labor analítica. Hay que tener cuidado con la interpretación, por lo doloroso que puede ser y por lo que decía Winnicott: " cuántas veces he demorado la progresión de un paciente por hacer interpretaciones fuera de tiempo". A este paciente, si se le ofrece un marco reflexivo y seguro podrá alcanzar con la asistencia del analista el punto de urgencia de una vida que parece deslizarse entre sus dedos, donde todo cobra un sentido de irrealidad.

Como esa persona dice tras ver "El Cuervo": "no llueve eternamente" o la de " madre es el nombre de Dios en los labios y en los corazones de los niños"

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