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Paz y Ciencia

viernes, 4 de febrero de 2011

La reactualización del trauma

La culpa residual.- Esta culpa es la reacción emocional que lleva consigo desde sus memorias infantiles. Estos productos de culpa son numerosos y si funcionan en el caso de los niños, la gente mayor sigue cargando con ellos en su edad adulta. Algunos de estos residuos implican amonestaciones como las siguientes:



" Papa no te va a querer si haces eso otra vez"


" deberías sentirte avergonzada por lo que has hecho"


A la persona adulta las implicaciones subyacentes en este tipo de frases pueden seguir con vigencia cuando desagradas a su jefe o a otras personas que sirven como imágenes maternales o paternales.


Estas reacciones de culpa se producen porque en la infancia el niño aprende a ser manipulado por los adultos y estas mismas reacciones pueden seguir funcionando en el hombre que a dejado de ser niño para covertirse en adulto.
 
Esta situación se trabaja, se palpa, se obseva, se infiere y se escucha en las consultas clínicas. Se trata de un fenómeno que remite a vestigios del pasado, a la crianza, a los vínculos con personas significativas. Cuando una persona ha sido tratada con negligencia, con el chantaje, la agresión o cualquier conducta o actitud noviva para la persona que estaba amparada por esos padres, en el fuero interno de esa persona se van formando las relaciones objetales, un término de Freud que poularizó y acrecentó Melanie Klein, dándole un sentido más preciso. Las relaciones objetales son, como diría Bowlby, relaciones con personas significativas. Éstas dejan una huella, una impronta, de modo y manera que cuando en la adultez se repiten por isomorfismo situaciones similares, por ejemplo los gritos de la pareja, la persona se retrotrae inconscientemente a esa situación viviéndola con un profundo dolor y sensibilidad. Se trata de un concepto que tiene su significación más amplia y rica desde la vertiente psicodinámica, esto es desde el espacio de los sentimientos, sentimientos que se repiten en el presente reactualizando el trauma infantil. Y desatando un proceso de culpa inconsciente, de sensación de merecer un castigo, de ser malo, raro, extraño o loco. El autoritarismo es un modelo muy dado a estas sensaciones de castigo. Los prejuicios de las personas, que son heurísticos o atajos del pensamiento para encasillar a una persona. Estas infamias son perniciosas para ese sujeto que ha vivido unas experiencias desgarradoras cuando acaso no podía metabolizar ni entender qué es lo que estaba viviendo o no se podía defender o argumentar su punto de vista, esto lleva a la inhibición de sentimientos y finalmente a explotar en hemorragias conductuales y emocionales del tipo abuso y adicción a sustancias y todo un corolario de trastornos de la conducta que producen un desajuste social y emocional.
El problema que se presenta en el presente de estos sujetos es que les enjuicien, que les encasillen, que les sitúen en un compartimento estanco, la verdad es que esto puede resultar doloroso porque no se da un lugar a entender, escuchar y dar sentido a la experiencia íntima y sentimientos del sujeto sino que se separa como si de un loco se tratara, esto, como decía antes aisla del entorno a la persona y le hace vivir una enajenación inducida propia de su biografía y de la repetición de la situación traumática.
Por esta serie de motivos estas personas necesitan una experiencia emocional correctora (Alexander), que les permita ser tratados de un modo generoso, justo, apropiado y donde se les escuche con respeto y atención. Con empatía y desarrollando una relación emocional profunda donde pueda crecer el sujeto a partir del vínculo y sus propios potenciales, que son subestimados muchas veces.
 
Este escrito ha sido motivado por un mensaje de una señora que consultaba sobre estas experiencias, ávida de información ha indagado y quería más información. Me parece un tema importante y por ello respondo con interés.

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