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Paz y Ciencia

viernes, 13 de enero de 2012

Paranoia

El padre de Schreber, el célebre caso de paranoia descrito por Sigmund Freud fue debido a que su padre fue un Dr. Spock decimonónico. El padre escribió libros que se llegaron a reeditar más de cuarenta veces y decía cosas como ésta:

Soul Murder
Cada deseo prohibido, aunque no se trate de algo perjudicial para el niño, debe ser permanente e infatigablemente reprimido mediante una negativa tajante. Y no basta con el rechazo del deseo, es necesario cerciorarse de que el niño acepta ese rechazo serenamente. Hay que asegurarse de que esa aceptación serena se convierte en un hábito y, en el caso de que sea necesario, recurrir a alguna palabra dura o incluso una amenaza. Y esta regla no tiene excepción alguna [...] Ésta es la única forma de conseguir que el niño adquiera el imperioso y saludable hábito de la subordinación y el control de la voluntad.


La única salida posible que se le "ofrece" al niño de menos de dos años es la claudicación porque tiene una doble restricción, soportar y no quejarse.
Son muchas las distorsiones de la atención que pueden derivarse del doble imperativo de ocultar los sentimientos y el hecho mismo de que los hemos ocultado. Pero el estilo defensivo paranoico -un estilo que se inicia con un padre que exige que su hijo reprima la negación de su reacción ante el abuso de los padres- brinda una soluciónb fácil a este dilema. El niño no puede mostrar enojo ni permitir que su padre contribuya a despertarlo. Entonces, para protegerse de sus padres, se ve obligado a enajenar el sentimiento de rabia que le provoca el abuso de los padres. Y las tácticas de distorsión de la atención resultan decisivas para ocultar estos sentimientos.
Quien se ha visto obligado a reprimir la ira, tiene miedo de lo que podría ocurrir si llegara a perder su dominio. Porque, en tal caso, los sentimientos podrían llegar a desbordarse y la rabia podría llevarle a perder el control. Por ello se ve impelido a encontrar una forma de disfrazar la rabia y, en consecuencia, reprimir todo sentimiento asociado, ya que cualquier asomo de espontaneidad constituye la amenaza de una erupción de deseos que pueden llegar a superar todo posible control.

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