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Paz y Ciencia

viernes, 2 de marzo de 2012

Apego y Psicoterapia


Como dice Maturana, "El amor es la emoción más intensa de todas; es el dominio de las conductas en las cuales el otro surge como legítimo otro en condiciones seguras. No es una virtud, no necesita mayor entendimiento, son las condiciones en las que el otro surge en condiciones seguras de otro, en combinación con uno", "El amor es el fundamento de la vida humana."


La defensa y la integridad del organismo individual son elementos centrales en la salud física. La teoría del apego adopta como punto de partida una necesidad similar de seguridad psicológica, se debe al peligro a que se exponen los sistemas de seguridad. Para Bowlby(1988), la clave de la seguridad psicológica se encuentra en el vínculo de apego. El bebé vulnerable en la sabana ancestral necesitó garantizar la proximidad hacia sus cuidadores para poder defenderse de la depredación. Las respuestas de apego madre-bebé (es decir, llamadas de angustia y búsqueda de proximidad) le mantienen seguro de la macrodepredación y le ayudan a regular sus estados emocionales, del mismo modo que el calostro que ella le proporciona, rico en anticuerpos, le permite poner a raya a los microorganismos.
Para Winnicott (1965) como es sabido, "no hay algo como un bebé, sino solo madre y bebe juntamente". Nuestra seguridad física y psicológica depende completamente de nuestras conexiones con las demás personas. Parafraseando a Auden (1962), debemos apegarnos a los demás o morir. La amenaza se deriva ahora no tanto de la competición entre especies, sino entre los miembros de nuestra especie -el Extraño- y, como también señala la idea del complejo de Edipo, a partir del hecho de que ésos a quienes amamos son también competidores y rivales potenciales. La competencia relacional en la vida adulta surge a partir de los patrones de apego de la infancia. El estrés y el trauma sufridos durante la infancia tienen efectos a largo plazo en nuestra competencia relacional adulta, incluyendo nuestra habilidad para ser progenitores -un hallazgo que se aplica a los primates en general y no solo a los de nuestra propia especie (Rosenblum, 1994). Los patrones de apego proporcionan un mecanismo psicosocial para la transmisión intergeneracional.
La autoestima y la seguridad están íntimamente vinculadas. Nos sentimos bien con respecto a nosotros mismos en la medida en que nos sentimos partes de una red familiar y relacional y somos valorados dentro de esa red. En la gestación de tal grupo sentimos que "no podemos fallar". A medida que progresamos en nuestros asuntos -que son, en su mayor parte, relacionales- constantemente estamos valorando situaciones y nuestra participación en las mismas. La capacidad para negociar y pensar sobre las relaciones -tanto si son afiliadoras como aversivas- aumenta las oportunidades de mantener la integridad y seguridad de los individuos y de optimizar su "potencial para el sostenimiento de los recursos" (Gilbert, 1997). Pero del mismo modo que el sistema inmunológico puede reaccionar excesivamente ante la amenaza de condiciones alérgicas como el asma, o contra uno mismo en las enfermedades auto-inmunes, este mecanismo de valoración puede ser defectuoso, especialmente cuando los vínculos de apego son débiles. Los pensamientos negativos, como pensar en peligros potenciales para uno mismo en las nuevas situaciones, son imprescindibles si hemos de evaluar las posibles amenazas con que podemos encontrarnos. Al igual que la fagocitosis de células potencialmente cancerígenas realizada por linfocitos, estos miedos suelen estar dispuestos normalmente por el "sistema inmunológico psicológico" y desterrados al inconsciente. Si disponemos de una buena autoestima, basada en un apego seguro, sabemos que estaremos bien. Pero en ausencia de una base segura, pueden ser persistentes. En estos casos, los contratiempos más pequeños pueden convertirse en desastres; el mundo se convierte en amenazador; el dolor mental asociado a la pérdida de estatus, en lugar de servir como estímulo para la formación de nuevos apegos, puede adquirir vida propia y ser percibido como sobrecargante.

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