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Paz y Ciencia

domingo, 15 de abril de 2012

Complejo de Castración



El complejo de castración nace de un temor inconsciente que aparece en el niño cuando descubre la diferencia anatómica de los sexos y formula la hipótesis de un aparato genital único (del órgano masculino de todos los seres humanos). Se encuentra ligado a las teorías sexuales infantiles. Se traduce por un conjunto de representaciones o de recuerdos en general inconscientes, con fuerte carga afectiva. Según Freud, el varón interpreta la ausencia de pene en la niña como una amenaza de sanción (que refuerza en ocasiones una amenaza paterna real) por sus actividades autoeróticas.
En la medida en que el autoerotismo está ligado al complejo de Edipo, el complejo de castración anuncia para el varón el fin de la fase edípica. Por su parte, la niña siente la ausencia del pene como una frustración que intenta negar o compensar tomando a su padre como objeto amoroso. En ella, el complejo de Edipo precede y prepara para las secuelas del complejo de castración.
Solo en 1923 Freud adjudicó un lugar fundamental al complejo de castración en el desarrollo de la sexualidad infantil. Necesitó, para ello, formular la existencia de una fase fálica, en la que el objeto de la castración tiene la misma importancia para el varón que para la niña. Por otra parte, ha señalado la importancia del complejo de castración para el estudio del narcisismo. En efecto, la representación de la pérdida del falo entraña en el niño una depreciación del yo, "herida narcisista", que contribuye a la edificación del superyó: el niño, al renunciar a la satisfacción de sus deseos edípicos, transforma su bloqueo con los padres en identificación con ellos. Interioriza la prohibición que contraría su autoerotismo.
En tanto que momento de la evolución de la sexualidad infantil, el complejo de castración se encuentra en todos los individuos. Durante ese tiempo puede dar origen a desviaciones sexuales, cuando la crisis queda mal superada. En el varón, el horror por la mujer y la predisposición a la homosexualidad derivan de la convicción de que aquélla no tiene pene. Sus partes genitales evocan una amenaza que provoca desagrado en lugar de placer. En la niña, la negativa a aceptar el hecho de su castración puede desarrollar un "complejo de masculinidad", que la vuelve rival del hombre. Asimismo, puede favorecer la sexualidad clitoriana (mediante la masturbación).
Para Freud, la primacía del falo es confirmada por la biología: el clítoris es un pequeño pene que no crece, y en la infancia de la mujer desempeña el papel de un auténtico sustituto del pene. Posteriormente, Melanie Klein se negó a considerar irreductible la envidia del pene, pues la primera relación del niño con el seno materno y la experiencia de la separación oral tiene más importancia que el complejo de castración. Por otro lado, algunos analistas, como Maria Torok, rechazan las nociones del estado fálico y de envidia del pene en la mujer, y explican que la referencia a la biología encubre un "falocentrismo". La aplicación del concepto de complejo de castración a ambos sexos plantea, a la vez, el problema de la sexualidad femenina y el de la actitud de Freud al respecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por la informacion! la verdad está algo confusa al principio pero creo que tengo la idea principal...
saludos!