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Paz y Ciencia

domingo, 15 de abril de 2012

"El Antiedipo"




La impugnación psicoanalítica del freudismo encuentra su expresión más radical en la obra "El antiedipo", del filósofo Gilles Deleuze y del psicoanalista Félix Guattari, publicada en 1972. Desde la aparición de esta obra, uno se pregunta si su éxito se debe al escándalo o si, además del partido sacado a la impugnación global -frecuente en la producción filosófica y literaria contemporánea-, no integra un análisis profundo de efectos duraderos. "Esto respira, esto calienta, esto come, esto defeca, esto besa", en las primeras líneas de la obra, denota por parte de los autores una sorprendente volunad de renovación del lenguaje científico.
Gilles Deleuze, que había acostumbrado a sus lectores a un estilo del todo distinto, no abdica de sus temas favoritos. Siempre están presentes las significaciones, los signos y la lectura de Nietzsche. El aporte de Féliz Guattari, psiquiatra revolucionario, les otorga una dimensión imprevista aunque coherente con las investigaciones anteriores de Deleuze.
Para salir del paso de Freud y del freudismo, los autores invierten la perspectiva comunmente aceptada. "El primer error del psicoanálisis, dicen, es hacer como si las cosas comenzaran con el niño". En cambio, es el padre quien está primero en relación con el niño. Es él quien proyecta la culpa que el hijo internalizará ("el padre paranoico edipiza al niño"). Freud -y los psicoanalistas en general- se quedan en los límites del "familiarismo". No han percibido que la familia nunca es determinada. Así, el deseo se invierte en la comunidad del campo social, del que la familia no es más que una dependencia.
El sujeto -al que Deleuze y Guattari designan "máquina deseante"- debe comprenderse según el materialismo más radical, como una realidad física de orden molecular. Las máquinas deseantes se encuentran unificadas en el plano de las técnicas y de las instituciones y forman, a nivel molar (social), las máquinas sociales.
El deseo es un inmenso flujo que recorre todo el campo social. Pero de máquina a máquina, de nivel a nivel, hay estrechamientos, conexiones, flujos o reflujos, además de vueltas, desvíos y giros. Lo que los freudianos designan como represión, Edipo, castración, etc., es la representación imaginaria del movimiento eterno del deseo y de su represión.
De acuerdo con Deleuze y Guattari, el psicoanálisis disimula la causa del mal: la presión de lo molar (es decir de lo social) sobre lo molecular, el bloqueo del deseo por las grandes máquinas técnicas e institucionales. Así, oponen al psicoanálisis el esquizoanálisis, en el que la tarea consiste en liberar, en hacer pasar el flujo del deseo, en "franquaar el muro que nos separa de la producción deseante". La esquizofrenia no es una enfermedad. Se dice y se considera enfermedad porque evade toda referencia edípica y familiar. Para el esquizoanálisis existe una casi identificación entre esquizofrenia y revolución. En el otro polo, el paranoico desea la represión, incluida la propia; se identifica con el orden, el Estado y el capital.

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