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Paz y Ciencia

domingo, 8 de abril de 2012

Emoción, Pensamiento y Marcos de Referencia

Toda emoción
sigue ordenadamente una pauta,
obedece a un dictado
interpreta concienzudamente la vida.

Siempre nos dice algo
sabroso y repentino
sobre la realidad que examina.

Tiene rigor de axioma,
pero no solo es eso,
deduce sin titubear,
no vacila como la claudicante razón,
menesterosa, torpe, indecisa.

Carlos Bousoño.




Existen marcos ocultos en nuestra vida que condicionan el tipo de respuesta que damos a un problema. Un marco oculto está relacionado con mi educación, sobre lo que me dijeron que podía o no podía hacer, si tuve una infancia estimulante o, por el contrario, limitante. Otro marco pueden ser mis creencias u opiniones, que de alguna manera condicionan cómo veo la vida y establecen unos patrones de respuesta característicos. Piense que las creencias no son algo tan fijo como parece. Colón se atrevió a desafiar la creencia de que la Tierra era plana y así descubrió América. Einstein se atrevió a considerar que los seres humanos no son independientes. La ecología moderna, con la teoría de Gaya(1) como ejemplo, insiste cada vez más en la dependencia entre los seres vivos.
La ilusión de identidad, como menciona Einstein al igual que Buda, es un marco oculto que resulta muy poderoso a la hora de percibir el mundo. Piense en el valor que atribuimos a lo propio frente a lo ajeno es la tiranía del posesivo "mi".
Los acontecimientos nunca tienen una sola percepción, sino que distintas personas ven cosas diferentes. Por ejemplo, una madre a su hija, una hija a su madre, la hija a sí misma. O bien, cuando trabajamos con psicoeducación, la pareja suele percibir de una forma muy distinta a la persona que padece el problema, lo magnifica, lo minimiza o simplemente, discrepa de la percepción del afectado.
Cuando surge interéres, hay apertura y se dejan los juicios de lado, se puede ver lo que el otro percibe. Entonces surge la realidad con sus múltiples interpretaciones, que todas tienen su punto de verdad (la realidad psíquica), la realidad es subjetiva, depende de interpretaciones, pensamientos, interpretaciones, emociones, un bagaje histórico, una constitución, una mismidad, son tantas variables que reducirlo a unas pocas variables es puro determinismo.
Un observador con conciencia plena tampoco se identifica con su punto de vista, sabe que sólo es una percepción, no la base de su identidad; de esa forma evita sufrir si su punto de vista no es aceptado por el grupo. La conciencia plena nos da flexibilidad para estar abiertos a cambiar las opiniones y percepciones de la realidad cuando se entra en contacto con otros puntos de vista.
La psicóloga Brazier explica los ciclos reactivos: Marcos de referencia personales-Cómo veo la realidad-Cómo reacciono a los hechos-Modelos y patrones de conducta-Marcos de referencia personales (la relación es circular).
Existe una idea fundamental en la filosofía del desarrollo personal y que es fundamental en el estrés: cambiar el comportamiento de otras personas es muy difícil; solo podemos aspirar a cambiar el comportamiento propio. Hacer esfuerzos para cambiar al otro es agotador. Podemos intentar relacionarnos con los demás de otra manera. Ello requiere cambiar la percepción que uno tiene sobre cómo son las otras personas. Como resultado de este cambio de percepción, se expresarán unas emociones distintas. De esta forma es posible que, con el paso del tiempo, se produzca un cambio en el comportamiento de otras personas.

(1) La hipótesis de Gaya es un conjunto de modelos científicos de la bioesfera en que se postula que la vida fomenta y mantiene uns condiciones adecuadas para sí misma, afectando al entorno. Según la hipótesis de Gaya, la atmósfera y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente donde la vida, su componente característico, se encarga de regular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad en el caso de los océanos. Gaya se comportaría como un sistema autorregulador (que tiende al equilibrio). La teoría fue ideada por el químico James Lovelock en 1969 (aunque publicada en 1979) y fue apoyada y extendida por la bióloga Lynn Margulis. Lovelock estaba trabajando en ella cuando se lo comentó al escritor William Golding, y este le sugirió que la denominase "Gaya", diosa griega de la Tierra (Gea o Gaya).

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