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Paz y Ciencia

martes, 3 de abril de 2012

Las emociones positivas en los niños pequeños



Cuando uno debe enfrentarse a rabietas, mohínes y quejidos, es muy fácil pasar por alto el hecho que los niños pequeños experimentan muchas emociones positivas. Al igual que los cachorros, los niños pequeños -con algunas excepciones como acabo de apuntar- son graciosos, juguetones y risueños. Hasta el final de la infancia y los primeros años de la adolescencia no aparece la indiferencia, el letargo, la ansiedad y la depresión. Se considera que los cachorros y los niños pequeños resultan tan graciosos para los adultos porque, en la evolución, este comportamiento induce el tierno cuidado de los adultos, lo cual ayuda a asegurar la supervivencia del niño y la perpetuación de los genes que precisamente están al servicio de la gracia infantil. Pero ¿por qué los niños pequeños son tan felices y juguetones, aparte de graciosos?
De acuerdo con el trabajo de Barbara Fredrickson, las consecuencias de las emociones positivas, son ampliables, acumulativas y permanentes. A diferencia de las negativas, que limitan nuestras posibilidades de enfrentarnos a una amenaza inmediata, las emociones positivas favorecen el crecimiento. La emotividad positiva que emana un niño es un letrero de neón que señala una posición ventajosa tanto para él como para los padres. El primero de los tres principios sobre emotividad positiva aplicados a la crianza es que este tipo de sentimientos amplían y desarrollan los recursos intelectuales, sociales y físicos que serán la cuenta bancaria de la que dependerán sus hijos cuando sean mayores. Por consiguiente, la evolución se ha encargado de que las emociones positivas sean un elemento crucial para el desarrollo de los niños.
Cuando un organismo joven -niño o cachorro- experimenta emociones negativas corre a protegerse,o, si no dispone de un lugar seguro y conocido en el que esconderse, se queda paralizado en donde está. Cuando vuelve a sentirse seguro y a salvo, abandona su refugio y se enfrenta al mundo. La evolución ha desarrollado mecanismos mediante los cuales los organismos jóvenes se abren al exterior cuando se sienten seguros y amplían sus recursos a través de la exploración y el juego. La bebé de diez meses situada sobre una gran manta llena de juguetes atractivos, al comienzo se mostrará muy cautelosa, incluso inmóvil. Cada varios segundos mirará por encima del hombro para observar a su madre que se halla plácidamente sentada tras ella. Una vez convencida de su seguridad, se abalanzará sobre los juguetes y empezará a jugar.
Se trata de un lugar en el que apego seguro, ocupa un lugar preponderante. El niño o niña que goza de un apego seguro empieza a explorar y a dominar el terreno antes que un niño con apego inseguro. Pero cualquier peligro perjudica el desarrollo, y si la madre desaparece surgirán las emociones negativas y el hijo, aunque sintiera un apego seguro, recurrirá a un repertorio de conductas limitado que le ofrecerá seguridad. No asumirá riesgos. Volverá la espalda a lo desconocido y gimoteará o llorará. Cuando su madre regrese se sentirá feliz y seguro, dispuesto a asumir riesgos nuevamente.
Considero que la abundancia de emociones positivas en los niños pequeños responde al hecho de que este período del desarrollo es fundamental para ampliar y optimizar los recursos cognitivos, sociales y físicos. La emotividad positiva consigue esto de varios modos. En primer lugar genera de manera directa el afán exploratorio, lo que a su vez favorece el dominio de la actividad. El dominio genera más sentimientos positivos, pues induce una espiral ascendente de buenas sensaciones, lo que a su vez incrementa el dominio y produce más buenas sensaciones. Su hija pequeña se convierte entonces en una verdadera máquina de ampliación y desarrollo, y su cuenta bancaria. Por el contrario, cuando experimenta emociones negativas erige una fortaleza dentro de la cual recurre a lo que sabe que es seguro e irrefutable, a expensas de la expansión emocional.
Hace cuarenta años los terapeutas cognitivos se encontraron con uan "espiral descendente" de emociones negativas en los pacientes deprimidos que trataban...
La depresión produce una inmediata espiral descendente debido a que el talante depresivo hace que los recuerdos negativos acudan a la mente con más facilidad. A su vez, los pensamientos negativos intensifican el estado de ánimo deprimido, que de este modo favorece pensamientos aún más negativos, y así sucesivamente. Romper el círculo vicioso es una importantísima habilidad que debe aprender el paciente depresivo.
¿Existe la espiral ascendente de las emociones positivas? Según la idea de ampliación y desarrollo, cuando las personas experimentan sentimientos positivos, se modifican sus formas de pensamiento y acción. El pensamiento se torna creativo y amplía sus perspectivas, y las acciones se convierten en audaces y exploratorias. Este repertorio ampliado produce un mayor dominio de las actividades que se han de afrontar y, como consecuencia de ello, mayor emotividad positiva, la cual debería ampliar y desarrollar todavía más el pensamiento y la acción, y así sucensivamente. Si tal proceso existe realmente y podemos aprovecharlo, sus implicaciones para alcanzar una vida más feliz son enormes.

Martin Seligman: "La Alegría de Vivir". Ed. IberDúplex. 2008. Barcelona. pp.305-309

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