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Paz y Ciencia

sábado, 14 de abril de 2012

Perspectivas tras el diagnóstico de Trastorno Bipolar

La vida es un sueño, el despertar es lo que nos mata. Virginia Woolf.

http://www.youtube.com/watch?v=JZkERB6dU_Y Un tema interesante de Pink Floyd.



Anque el Trastorno Bipolar es muy difícil de diagnosticar, las descripciones de "manual" que de él se dan no lo presentan como si fuera tan difícil. Después de todo, ¿qué puede ser más evidente que pasar de una conducta extremadamente maníaca, donde uno se siente en la cima del mundo y rebosante de energía, a sentirse deprimido, retraído y con impulsos suicidas?
Consideremos un dato sorprendente: por término medio suelen pasar ocho años entre el primer episodio depresivo o maníaco y la primera vez que el trastorno se diagnostica y se trata. ¿Cómo es posible que pase tanto tiempo hasta que una persona que sufre el trastorno llame la atención de algún profesional de la salud mental? En parte, la respuesta es que las conductas que resumimos con la expresión trastorno bipolar pueden tener un aspecto muy diferente en función de la perspectiva adoptada. Y aunque distintos observadores puedan estar de acuerdo sobre la medida en que la conducta de una persona afectada se desvía de la normalidad, pueden abrigar creencias muy diferentes sobre las causas de ello.
Un caso de David J. Miklowitz:

Lauren, una mujer de 28 años de edad y madre de tres hijos, se describía a sí misma como una "adicta al ejercicio". Así había sido un día típico durante las últimas tres semanas: después de dejar a los niños en la escuela, iba a toda prisa al gimnasio, donde se pasaba hasta dos horas en la bicicleta estática: por la tarde, después de tomarse un yogur, salía a dar una caminata de varias horas; luego iba a buscar a sus hijos a la escuela y, después de prepararles la cena, hacía ejercicio en casa hasta la noche. Lauren no decidió visitar al psiquiatra hasta que, a finales de la segunda semana, sintiéndose totalmente agotada e incapaz de hacer nada, dejó a los niños con los abuelos y se pasó varios días en la cama. Admitió haber pasado varios ciclos como éste.


Veamos ahora cómo describen esta conducta la misma Lauren, su madre y su médico. Para Lauren, sus problemas son el resultado de sus excesivas obligaciones. "Es muy difícil cuidar de tres hijos, llevar una casa y procurar estar en forma -sostiene-. Mi marido me ayuda muy poco y tampoco tengo muchos amigos que me puedan echar una mano. A veces me ejijo demasiado, pero siempre me recupero." Su madre cree que Lauren es "irresponsable y egoísta", que "prefiere hacer ejercicio a cuidar de sus hijos" y duda de que los niños tengan la guía y la seguridad que necesitan. Por su parte, el médico ha diagnosticado un trastorno bipolar II.
¿Quién tiene razón? Lauren cree que su conducta está en función de su entorno. Para su madre, esa misma conducta se debe a las características de la personalidad. Su psiquiatra cree que sufre un trastorno del estado de ánimo de origen biológico. Estas perspectivas diferentes plantean un problema a Lauren porque conducen a soluciones muy diferentes para su situación. Lauren cree que los demás deberían prestarle más ayuda. Su madre cree que debería ser más responsable. Y su médico cree que necesita medicarse para estabilizarse.
Prácticamente todos los pacientes con los que se trabaja describen su conducta de una manera distinta a como la describen sus familiares y médicos.
En general, los psiquiatras y los psicólogos conciben el trastorno bipolar como un conjunto de síntomas que deben estar presentes en grupos (es decir, más de uno a la vez) y durante un período de tiempo dado, normalmente en forma de "episodios" que tienen una fase de inicio, otra donde los síntomas alcanzan su auge y una posterior de recuperación. El método tradicional de diagnóstico psiquiátrico sigue esta línea de razonamiento. En cambio, las personas que sufren la enfermedad suelen concebir el trastorno bipolar como una serie de experiencias vitales donde los verdaderos síntomas tiene una importancia secundaria en relación con los factores que los han provocado. Por su parte, los familiares y otros allegados suelen tener una concepción totalmente diferente que destaca la personalida del paciente o sitúa su conducta anormal en una pespectiva histórica (p.ej.: "Siempre he tenido muchos cambios de humor"). Aunque estos tres puntos de vista son muy diferentes, todos tienen una cierta validez.
Por tanto, las perspectivas para intentar comprender los cambios del estado de ánimo propios del trastorno bipolar y la influencia de estas perspectivas en las creencias y los sentimientos relacionados con los tratamientos a seguir. Estas perspectivas incluyen el punto de vista personal de los pacientes que sufren el trastorno; el punto de vista de los observadores, que normalmente son los padres o la pareja, los amigos más íntimos; y el punto de vista del médico. Las preguntas que debemos tener presentes son:

¿Cómo experimenta la persona afectada los cambios de su estado de ánimo?
¿Los experimenta de la misma manera que otras personas con trastorno bipolar?
¿Cómo interpreta la persona afectada su propia conducta?
¿En qué difiere la interpretación de la persona afectada de la percepción que los demás tienen de ella?
¿En qué difiere la idea que tiene de sí misma la persona afectada de la idea, que tiene su médico?
¿Qué problemas surgen de estas diferencias de percepción?

Independientemente de que la persona afectada sufra su primer episodio o ya haya pasado por muchos, comprender estas distintas perspectivas le será muy útil porque podrá ver con un poco más de claridad en qué pueden diferir sus experiencias de las experiencias de la gente que no sufre un TB. También podrá comprender por qué sus familiares, amigos o compañeros de trabajo creen que necesita seguir un tratamiento aunque la persona no esté de acuerdo.

Inspirado en el texto de David J, Miklowitz: "El Trastorno Bipolar. Una guía práctica para familias y pacientes".


http://youtu.be/YAyjDHbsmRg Un tema de Amaral.

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