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Paz y Ciencia

viernes, 13 de abril de 2012

Sobre la Psicosis




La psicopatología siempre se mide en ls fronteras del síntoma. Cualquier teoría psicopatológica demuestra su riqueza o torpeza por la destreza con que aborda los límites de la materia y ninguna frontera es más inquietante que la de las causas. Las demarcaciones, por tanto, nos interesn porque ponen a punto nuestros instrumentos de saber, los interpelan, muestran su fragilidad y sus posibilidades.
Para comprobar la dificultad de nuestro objeto de estudio, basta con aludir a la causalidad para que inmediatamente se superpongan confusamente los hechos y se multpliquen los puntos de vista. Podemos distinguir cuatro aspectos: etiología, motivo, génesis y origen. Si a la etiología la identificamos por su condición somática y a la génesis por su índole subjetiva, los motivos remitirían a los factores sociales o familiares y el origen, finalmente, nos llevaría al polo causal más complejo desde el punto de vista teórico y argumental, toda vez que alude a la concepción de psicosis entendida como el efecto de un hundimiento del lenguaje que deja al descubierto y en carne viva lo que Kant llamó cosa en sí, Freud designó como pulsiones y Lacan acabó bautizando como lo Real, que quizá sea, este último, el término más práctico que se ha incorpordado al estudio de la psicosis durante las últimas décadas.
La psicosis, por tanto, puede ser definida desde el ángulo causal como una catástrofe personal surgida de un combinación, en proporciones desconocidas, de constreñimiento biológico, embotamiento subjetivo, presión sociohistórica y bruto accidente del lenguaje con liberación y disociación pulsional.
Sabemos, y nadie duda de ello, que ninguna frontera presenta un borde m´s candente que la establecida entre el cuerpo y la mente, entre lo psíquico y lo físico.
Representa un enigma eterno, tan científico como filosófico o ideológico, que distingue o confunde lo espiritual y lo material, la conciencia y el cuerpo. Dilema, tan irresoluble como irreductible, que ya dividió a la psiquiatría y la psicología naciente en dos corrientes antagónicas, la de los somáticos y la de los psíquicos, y que lo sigue haciendo en el presente, sin solución de continuidad, entre los partidarios de la biología elevada a causa única y los defensores de conflictos y la moral como factores determinantes en la génesis del malestar psíquico.
Ahora bien, las psicosis mantienen también relaciones privilegiadas con el otro extremo de la causalidad, el polo trscendental, del que nos valemos para referirnos a la relación que toda perturbación mental pueda mantener con la esfera de lo místico y lo sagrado. La idea de Dios es una representación inseparable de las psicosis, pues moviliza muchas de las conexiones de la locura con nociones básicas de su psicopatología, como son la de unidad, omnipotencia, milagro, más allá, perjuicio o referencia. Puede afirmarse, casi sin contemplaciones, que el ateísmo psicótico no existe, dado que todas las formas de enajenación guardan una íntima proximidad con el ámbito de lo divino. Incluso se podría defender que los psicóticos, sin necesidad de ser creyentes, son los únicos que soportan la existencia de Dios, pues están solos ante lo absoluto y se enfrentan al terror sin precisar del auxilio de la fe nbi del apoyo de ninguna Iglesia.
Quizá por ese motivo se han relacionado siempre, desde el comienzo de nuestra civilización, la locura con los castigos de los dioses, o se han dividido los distintos modos de alienación según su asociación con disntintas divinidades: la locura profética como una forma inspirada por Apolo, la mística por Dioniso, la poética por las Musas, y la locura erótica por Afrodita y Eros.
Sea como fuere, en ningún caso la locura puede ser identificada sin más con una causa deficitaria en torno a la pérdida de la razón. Este asunto nos compromete desde que surgió el dilema clásico del alienismo acerca de si la locura era parcial o total, que fue centro de las primeras discusiones de la psiquiatría y la psicología naciente. El célebre artículo de Falret sobre "la no existencia de la enfermedad y al cultivo reductor de la nosología. Para dar ese salto se tuvo que anular al loco y considerar que perdía totalmente la cabeza, excluyendo de un sablazo ese atisbo de pensamiento que reconoce lo insólito de su condición y en cierto modo le conserva en la normalidad. Así deelevado fue el precio que la psiquitría tuvo que pagar en su lucha por legitimarse a través de la actividad forense de las primeras décadas del siglo XIX. Un gasto que heredamos merecidamente en forma de desprecio por la razón del psicótico y de su gusto por la verdad.

Fernando Colina: "Melancolía y Paranoía", Ed. Síntesis, Madrid, 2011.

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