PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

miércoles, 23 de mayo de 2012

Características del enfoque de John Bowlby: Apego




[...] En vez de trabajar con datos obtenidos durante el tratamiento de los pacientes, se recogen datos a partir de la observación de la conducta de niños pequeños, en situaciones de la vida real. Tales datos se consideran, a veces, solo de interés periférico para nuestra ciencia. Hay quien argumenta que, por su propia naturaleza, la observación directa de la conducta solo puede suministrar información de tipo superficial, en notable contraste con el acceso directo al funcionamiento psíquico que se obtendría durante el tratamiento psicoanalitico. El resultado es que solo tiene a considerarse de interés una observación directa de la conducta que confirme las conclusiones alcanzadas durante el tratamiento de los pacientes, mientras que suele soslayarse su importancia cuando esta va en otra dirección.
Sin embargo, yo considero que tal actitud parte de premisas falsas. En primer lugar, no hay que exagerar la importancia de los datos obtenidos en la sesiones de análisis. No parece que logremos en ellas un acceso directo a los procesos del psiquismo. Lo que obtenemos es una compleja serie de asociaciones libres, relatos de acontecimientos pasados, comentarios sobre la actual situación y la conducta del paciente. En un intento por comprender tales manifestaciones tan diferentes, de acuerdo con nuestros esquemas favoritos. Al mismo tiempo, al intentar inferir los procesos psíquicos subyacentes, inevitablemente abandonamos el campo de la observación y penetramos en la esfera de la teoría. Aunque la manifestación de procesos psíquicos subyacentes, inevitablemente abandonamos el campo de la observación de procesos psíquicos en la consulta resulta, por lo general, sumamente rica y variada, este contexto dista todavía de brindarnos la oportunidad de la observación directa de los procesos psíquicos.
En realidad, probablemente ocurre todo lo contrario. Los filósofos que estudian la mente humana sostienen que, en la vida de una persona, las "pautas de conducta" perceptibles en la infancia "sentarán las bases originarias a partir de las cuales se desarrollan los estados puramente mentales". Asimismo, todo elemento posteriormente considerado "interno" -trátese de emociones, afectos o fantasías inconscientes- no sería sino el "residuo" que queda cuando se reducen al mínimo todas las formas de conducta con él relacionadas (Hampshire, 1962). Como la capacidad para restringir esas conductas relacionadas con sentimientos internos aumenta con la edad, es evidente que, cuanto más joven sea el sujeto, mayor es la probabilidad de que conducta y estado mental tiendan a ser las dos caras de una misma moneda. Por lo tanto, siempre que se realicen observaciones con habilidad y detenimiento, todo registro de la conducta de niños muy pequeños puede constituir un indicador del estado de ánimo que la acompaña.
En segundo lugar, los que acogen con escepticismo la observación directa de la conducta, sulen subestimar la riqueza y diversidad de los datos obtenidos. Mediante la observación de niños pequeños en situaciones que generan ansiedad o desasosiego, es posible obtener datos de suma importancia en relación con un gran número de conceptos fundamentales de nuestra disciplina: amor, odio y ambivalencia; seguridad, ansiedad y duelo; desplazamiento, escisión y represión. En cuanto a esta última, algunos se darán cuenta sin duda de que observando la aparición de la conducta de desapego en el niño que ha pasado varis semanas en un ambiente extraño y separado de su madre es como podremos llegar a observar la represión de un modo más cercano, en el momento en que está realmente ocurriendo.
El enfoque adoptado aquí también difiere del enfoque psicoanalítico tradicional en el sentido de que se apoya, en gran parte, en observaciones de cómo reaccionan miembros de distintas especies ante situaciones parecidas, relativas a la presencia o ausencia de la madre; y que aplica una amplia serie de conceptos nuevos, desarrollados por los etólogos para explicar tales pautas de reacción.
El valor fundamental de la etología para nuestro tema reside en que aporta un gran número de conceptos nuevos, cuya validez puede comprobarse mediante reflexiones teóricas. Buena parte de ellos tienen que ver con el desarrollo de lazos sociales íntimos: el vínculo que une al hijo con sus padres; a los padres con los hijos; a los miembros de uno y otro sexo (y, a veces, del mismo sexo) entre sí. Otros se refieren a las conductas conflictivas y a la "actividad de desplazamiento"; y los restantes, en fin, al desarrollo de fijaciones patológicas, en forma de pautas de conducta inadaptada o de objetos inapropiados hacia los que se dirige la conducta. En la actualidad, sabemos que el hombre no tiene el monopolio de los conflictos ni de de las conductas patológicas. Un canario que empieza a construir su nido cuando escasea el material de construcción suele desarrollar una conducta patológica en relación con dicha actividad y persistir en ella, incluso cuando -posteriormente- obtiene el material necesario. Una oca puede cortejar la caseta de un perro y llorar su pérdida cuando la derriban. Por lo tanto, los datos y conceptos etológicos tienen relación con fenómenos al menos comparables con las conductas que el psicoanálisis procura entender en el ser humano.
Sin embargo, mientras no se haya comprobado la validez de los conceptos etológicos en el campo de la conducta humana, no podremos establecer su utilidad a ciencia cierta. Como ningún etólogo ignora, por muy valioso que resulte el conocimiento de una especie nueva, nunca es lícito basarse en la observación de una especie nueva, nunca es lícito basarse en la observación de la una para extraer inferencias respecto de la otra. El ser humano no es un mono ni una rata blanca y, menos aun, un canario o un pez. el hombre pertenece a una especie aparte, dotada de ciertas características peculiares. Por lo tanto, podría ser que no se pueda aplicar concepto alguno obtenido del estudio de especies inferiores, aunque esto parece improbable. En relación con la lactancia, la reproducción y la excreción, compartimos rasgos anatómicos y fisiológicos con las especies inferiores, por lo que sería extraño que no compartiéramos algunos de los rasgos de conducta que van asociados. Incluso es en la primera infancia -en especial, durante el período preverbal- donde podemos esperar encontrar tales rasgos, casi sin modificación alguna. ¿No sería válido afirmar que al menos parte de las tendencias neuróticas y de las desviaciones de la personalidad, enraizadas en los primeros años, deben interpretarse como producto de una perturbación en el desarrollo de tales procesos biopsíquicos? Sea afirmativa o negativa la respuesta, parece de sentido común explorar ta posibilidad.

John Bowlby: "El Apego". Paidós, 1998, Barcelona. Pp.: 32-34.

Les dejo con el vídeo de un autor gestático, heredero del pensamiento de Fritz Perls. Como buen científico, clínico, investigador, persona que desafía el pensamiento imperante para promover un nuevo camino, un aventurero. Un chileno que es entrevistado en el programa La Belleza de Pensar.


No hay comentarios: