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Paz y Ciencia

domingo, 6 de mayo de 2012

Convivir

"Las masas perdieron su carácter poético con el cristianismo. No me hable usted de los tiempos modernos, a propósito de lo grandioso. No dan ni para satisfacer la imaginación de un folletinista de la peor calaña". Gustave Flaubert.
Los integrantes de todas las sociedades siempre han buscado unirse entre sí, y el lenguaje ha sido el mejor medio para conseguirlo. Imagino que al poco de iluminarse en la mente de nuestros ancestros la luz que les permitió ser conscientes de sí mismos y de sus semejantes como seres aparte, debió de nacer en ellos la capacidad de representar sus pensamientos y emociones a través de símbolos, signos, sonidos o palabras, lo que les hizo posible identificarse y hacerse unos a otros partícipies de sus respectivos mundos personales. Hablar y oír hablar a otros son actividades que nos definen. Nos permiten compartir ideas, sentimientos, experiencias e ilusiones; desahogarnos y liberarnos de temores o angustias que nos perturban, resolver conflictos, infundir alegría, esperanza, comprensión y aliviar el sufrimiento ajeno. Es más, lo que llamamos cultura no es otra cosa que una inmensa red de acuerdos, creencias y valores compartidos por millones de personas y transmitidos de generación en generación. Supongo que esta es la razón por la que en tiempos bíblicos, cuando los pobladores de la tierra decidieron edificar una torre que llegara hasta el cielo, el castigo implacable de un Dios enfurecido fuese confundir su lenguaje y sus palabras para que no se entendieran y se dispersaran por el planeta. La predisposición natural a relacionarnos no solo alimenta el motor de la supervivencia y la mejora de la especie. Cientos de investigadores demuestran que las relaciones entre las personas -bien en el contexto de las pareja, bien en la familia, con las amistades o los compañeros de grupos con los que se comparte alguna actividad o interés- constituyen la fuente de gratificación más frecuente e importante. Los individuos emparejados, como los que forman parte de un hogar familiar o de un grupo de amistades, expresan un nivel de satisfacción con la vida considerablemente superior que quienes viven desconectados de los demás. Este resultado es independiente del sexo de la persona, de su edad, de su clase social, y de su estado de salud física y mental. El psicólogo Erich Fromm nos lo advirtió hace medio siglo en El arte de amar: "El ansia de relación es el deseo más poderoso de los seres humanos, la pasión que aglutina a la especie". Y como cabe deducir, la causa más común de infelicidad radica en los dolorosos estados de ánimo que causan la soledad, la pérdida de seres queridos, o los conflictos y rupturas de las relaciones. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, en su obra El malestar en la cultura identificó "nuestras relaciones con otras personas" como la fuente principal de sufrimiento humano. Luis Rojas Marcos: "Convivir". Punto de Lectura, 2008, Madrid. Pp.: 12-14. Este libro tiene su origen en textos publicados incialmente en la revista Psychologies. Les invito a leer el libro de Gustave le Bon sobre la Psicología de las masas, donde se inspiró Freud para escribir su obra: "Psicología de las masas". Les dejo con Mozart: http://youtu.be/dP9KWQ8hAYk

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