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Paz y Ciencia

martes, 8 de mayo de 2012

El Éxito

"El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene". Ralph Waldo Emerson.
El punto de vista tradicional del éxito, de la realización, así como el punto de vista tradicional del trabajo, necesita una revisión. Nuestros laboratorios y escuelas funcionan según la presunción convencional de que el éxito resulta de una combinación de talento y deseo, en otras palabras, capacidad y voluntad. Cuando no se logra el éxito, entonces es que uno de los componentes falta. Pero también puede uno fracasar cuando ambos están presentes, y lo que falta es optimismo. A partir del jardín de infancia, las pruebas o test de inteligencia son frecuentes. Quizá los más conocidos sean el IQ, el SAT, el MCAT, (Nota de Rodrigo C.: en España las siglas son WISC)... todos ellos considerados tan importantes para el futuro de los jóvenes que muhos padres llegan a pagar cursos especiales para que sus hijos se adentren en todos los vericuetos de esas pruebas. Se supone, en todas y cada una de las etapas de la vida, que con esas pruebas puede separarse al componente del que no lo es. Pero ocurre que la inteligencia, si bien es bastante fácilmente mensurable, resulta difícil de acrecentar. En el caso del SAT, por ejemplo, los cursos de preparación pueden servir para que las puntuaciones mejoren, pero no incrementan la capacidad. Otra cosa es el deseo, que se puede elevar con demasiada felicidad. En una hora o dos, un buen predicador puede imflamar a los fieles con un deseo de salvación llevado al rojo vivo. Un publicista dotado de creatividad es capaz de crear un deseo allí donde segundos antes no existía. Las sesiones de motivación a las que se somete a los empleados de una empresa terminan llevando a esa motivación a límites increíbles, con un personal satisfecho y entusiasmado. Y, sin embargo, todos esos ardores son efímeros. Las llamas del deseo de salvación se apagan tan pronto como se deja de atizarlas; la atracción creada por un producto desaparece cuando surge otro parecido en el mercado. Los empleados podrán funcionar con entusiasmo unos días, o a lo sumo algunas semanas, pero al poco hace falta inyectar nuevas dosis de entuasiamo. ¿Qué pasa si está equivocado el tradicional punto de vista de los componentes de éxito? ¿Qué pasaría de haber un tercer factor -optimismo o pesimismo- que tuviera tanta importancia como el talento o el deseo? ¿Y si tuviera usted todo el talento y el deseo necesarios..., pero por ser pesimista fallara? ¿Y si los optimistas fueran mejor en los estudios, en el trabajo y en los deportes? ¿Y si el optimismo resulta ser algo que puede adquirirse permanentemente? ¿Y si estuviéramos en condiciones de inculcársela a nuestros hijos? Martin Seligman: "Aprenda Optimismo", Debolsillo, 2011, Barcelona. Pp.: 27-28. También recomiendo a los padres que quieran inculcar esa "actitud optimista" a sus hijos en un mundo de competitividad, urgencias y culto al tener en lugar de al Ser, un libro de Seligman, cuyo prólogo es del famoso Jorge Bucay, y sus exquisitos cuentos que entrañan gran sabiduría. Este libro se titula: "Niños Optimistas", Debolsillo, 2011, Barcelona. Está demostrado que la actitud optimista mejora el rendimiento académico, en el trabajo, el concepto de uno mismo, mejora las relaciones sociales y también es vital para el "soma", disminuyendo la presión arterial y mejorando el funcionamiento del sistema inmunológico.

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