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Paz y Ciencia

domingo, 20 de mayo de 2012

El pesimismo esencial: sobre las depresiones



“Los gobiernos deberían cambiar la estrategia de tratar la patología por buscar el bienestar de la gente” · Martin Seligman.



http://www.euskadinnova.net/es/innovacion-social/entrevistas/gobiernos-deberian-cambiar-estrategia-tratar-patologia-buscar-bienestar-gente/448.aspx

Cuando uno atraviesa un estado de ánimo pesimista, melancólico, está pasando por una versión suave de un desorden mental más grave: la depresión. La depresión es el pesimismo agudo, y para comprender el pesimismo que es un fenómeno sutil, tenemos que obervar su grado más extremo, la depresión. Esta es la técnica que utilizó David Macaulay para mostrarnos como funcionan los pequeños artefactos de todos los días. En uno de sus libros más vendidos, por ejemplo, nos muestra cómo funciona un reloj de pulsera, dibujando el mecanismo de un reloj inmenso, enorme, cuyas distintas partes son claramente visibles y fácilmente identificables, llevando al lector a dar un paseo por el interior de la maquinaria. De manera similar, un estudio de la depresión puede aclarar mucho acerca del pesimismo. La depresión, desde luego, merece que se la estudie por sí misma, pero también puede servir mucho para revelar con qué tienen  que vérselas las personas que se encuentran con ese trastorno mental al que llamamos pesimismo.
Casi todos hemos pasado alguna vez por una depresión y sabemos cómo envenena nuestras vidas. Para algunos se trata de una experiencia inusual, que se nos viene encima solo cuando se desmoronan de un golpe nuestras mejores esperanzas. Para muchos de nosotros, es algo más familiar, un estado de ánimo que nos afecta cada vez que algo nos sale mal. Y, finalmente, para otros, la depresión es una compañía constante, que les arrebata todo el gozo de los mejores momentos y ensombrece todo hasta teñirlo de un negro indeleble.
La depresión era un misterio hasta no hace mucho tiempo. Quiénes corrían los mayores riesgos, de dónde provenía, cómo curarla... todo eran enigmas. Hoy, gracias a veinticinco años de investigaciones científicas en las que participaron y participan cientos de psicólogos y psiquiatras de todo el mundo, ya conocemos algo así como el esbozo de una respuesta para tantas preguntas.
La depresión se presenta bajo tres aspectos, en tres formas. La primera es que la denominamos depresión normal, y es la que casi todos conocemos mejor. Surge el dolor y el sentimiento de pérdida que forman parte del hecho de pertenecer a especies sapientes, a criaturas que piensan en el futuro. No conseguimos los trabajos que deseamos. Nuestras acciones bajan. La persona amada nos rechaza; nuestros familiares mueren. Cuando se produce alguno de estos hechos, lo que sucede a continuación es predecible: nos sentimos tristes y desvalidos. Nos volvemos pasivos, aletargados. No podemos sion pensar en negras perspectivas y en que carecemos de la inteligencia suficiente para arreglar las cosas. Ya no hacemos bien nuestro trabajo, y empezamos a faltar con frecuencua. Perdemos el interés que teníamos en cosas que nos daban satisfacciones, y ya no disfrutamos de las comidas, las amistades, el sexo. No podemos dormir.
Pero, pasado un cierto tiempo y gracias a uno e esos benevolentes misterios de la naturaleza, empezamos a sentirnos mejor. La depresión normal es en extremo común: es como un resfriado. He descubierto que aproximadamente el 25 por 100 de nosotros alguna vez pasa por un período de depresión, por lo menos en una forma suave.
Las otras dos clases de depresión son las denomidas alteraciones o desórdenes depresivos: la depresión unipolar y la depresión bipolar. Son las que suministran el trabajo de todos los días a los psicólogos y psiquiatras clínicos. Lo que determina cuál es la diferencia entre ambas formas es si llevan implícito o no un factor maníaco. La manía es una condición psicológica que parecen ser lo contrario de la depresión: desmedida euforia, grandiosidad, conversaciones frenéticas, actos desmesurados y una autoestima exagerada.
La depresión bipolar siempre se acompaña de episodios maníacos; por eso suele llamarse a esos pacientes maniaco-depresivos (pues la manía es un polo y la depresión es el otro). Los que sufren depresión unipolar no tienen nunca episodios maníacos [...]
La cuestión se suscita cuando se trata de dilucidar si la depresión unipolar, que también es una alteración, y la depresión normal se encuentran relacionadas. En mi opinión, se trata de la misma cosa, y difieren solo en el número de los síntomas con que se acompañan y en su gravedad. A una persona puede diagnosticársele depresión unipolar y pasar a la categoría de enferma, mientras que otra, aunque padezca agudos síntomas de depresión normal, quizá no llegue a ser considerada enferma. Hay una diferencia muy sutil entre ambas. Podía radicar en el grado de disposición de las personas para acudir a terapia, o en la aceptación o no de que uno está enfermo. Pero nada más.
Mi punto de vista difiere fundamentalmente de la opinión médica prevaleciente, en virtud de la cual la depresión unipolar es una enfermedad y la depresión normal solamente una desmoralización pasajera sin interés clínico. Este punto de vista predomina a pesar de la absoluta falta de pruebas de que la depresión unipolar sea algo más que una depresión normal particularmente grave. Nadie ha establecido fehacientemente qué clase de diferenci hay entre ambas formas.
El argumento decisivo, entiendo yo, es que la depresión normal y la unipolar se reconocen de la misma manera. Ambas implican los mismos tipos de cambio negativo: en el pensamiento, el humor, el comportamiento y las respuestas físicas.

Martin E.P. Seligman: "Aprenda Optimismo". Debolsillo. 2011, Barcelona. Pp.: 80-82.

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