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Paz y Ciencia

lunes, 7 de mayo de 2012

Estados de ánimo en la biología

“¿Qué pauta conecta al cangrejo con la langosta?, ¿y a la orquídea con el girasol?, ¿y qué es lo que une a todo aquello entre sí?, ¿y a todos ellos conmigo?, ¿y a Ud. conmigo?, ¿y a todos -nosotros y aquellos- con la ameba por un lado y con el esquizofrénico que encerramos, por el otro?” Gregory Bateson.
El denso conglomerado de conexiones recíprocas cerebrales explica la coherencia que existe normalmente entre lo que sentimos, lo que pensamos, lo que evocamos y cómo actuamos. Es fácil comprobar que los estados de ánimo positivos siempre van de la mano de ideas placenteras, recuerdos favorables y conductas afables. Por el contrario, las emociones negativas se acompañan de pensamientos pesimistas, recuerdos desagradables y comportamientos desapacibles. El cuerpo y la mente también están unidos, forman un todo. La comunicación cuerpo-mente funciona en ambas direcciones y se realiza a través de los sistemas nervioso y endocrino. Sin que seamos conscientes de ello, nuestro sistema nervioso vegetativo controla funciones vitales, como la respiración, el ritmo del corazón, la secreción de hormonas, la movilidad del aparato digestivo y la actividad del sistema inmunológico. Los estados emocionales intensos, desde la euforia a la hostilidad, pasando por el miedo, la tristeza o el estrés, producen cambios biológicos como la hipertensión o contracción de las arterias coronarias, y nos hacen vulnerables a las infecciones y a los trastornos gastrointestinales. La conexión cuerpo-mente además se manifiesta en la aptitud para ser conscientes de nuestro ser biológico. De hecho, la conciencia de nuestro cuerpo es el primer pilar de nuestro sentido de individualidad. Los niños de veinte meses ya expresan ufanos lo que pueden hacer con sus manos y, poco después, señalan su cuerpo y se identifican con orgullo usando expresiones como "yo", "mí" o "mío". Luis Rojas Marcos: "Convivir". Punto de Lectura, 2008, Madrid. Pp.: 15-16

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