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Paz y Ciencia

miércoles, 2 de mayo de 2012

Factores Constitucionales: Erich Fromm

"Mientras tememos conscientemente no ser amados, el temor real, aunque habitualmente inconsciente, es el de amar". Erich Fromm.
[...] Naturalmente, la diferencia entre la idea de Freud y la mía es que, cuando Freud habla de factores constitucionales, piensa sobre todo en factores instintivos, según la teoría de la líbido. Yo creo que los factores constitucionales son de más largo alcance. Podría hablar más de ello, pero no puedo tratar de explicarlo justo ahora. Creo que, entre los factores constitucionales, no solo se cuentan los que suelen llamarse temperamento, de acuerdo con la teoría griega o con la teoría de Sheldon, sino también factores como la vitalidad, el amor a la vida, la valentía, y otros muchos. Con otras palabras, creo que un hombre es ya desde la concepción un ser muy preciso, por la lotería de los cromosomas. El problema de la vida de una persona está, en realidad, en qué hace la vida con esa persona particular, que ha nacido ya de cierta manera. La verdad es que creo que para un psicoanalista es muy buen ejercicio pensar qué sería esta persona si las condiciones vitales hubiesen sido favorables a su modo de ser en la concepción y cuáles don las perturbaciones y los perjuicios que le han causado la vida y las circunstancias. Entre los factores constitucionales favorables, se cuenta el grado de vitalidad, especialmente el grado de amor a la vida. Alguien puede tener una neurosis bastante grave, con mucho narcisismo, e incluso con mucha fijación incestuosa, pero si tiene amor a la vida, ofrecerá un cuadro completamente distinto. Pondré dos ejemplos: Roosevelt y Hitler. Ambos eran muy narcisistas; desde luego, Roosevelt menos que Hitler, pero también lo era bastante. Ambos tenían una gran fijación a la madre, Hitler quizá más estrecha y maligna que Roosevelt. Pero la grandísima diferencia, la diferencia decisiva, está en que Roosevelt fue un hombre lleno de amor a la vida, mientras que Hitler fue un hombre lleno de amor a la muerte, cuyo objetivo era destruir, un objetivo del que ni siquiera fue consciente, pues durante muchos años creyó que su objetivo era salvar, aunque en realidad era destruir, y se sentía atraído por todo lo que llevaba a la destrucción. He aquí dos personalidades en las cuales podemos decir que el factor narcisista y el factor de la fijación a la madre están bien presentes, aunque sean distintos. Pero lo completamente diferente era la medida relativa a la biofilia y necrofilia. Cuando me encuentro frente a un paciente que puede estar muy enfermo, pero veo en él gran cantidad de biofilia, soy bastante optimista. Si además de cualquier otra cosa, veo muy poca biofilia, pero si mucha necrofilia, mi pronóstico es muy pesimista. Erich Fromm: "El Arte de Escuchar", Paidós, 2011, Barcelona. Pp.: 35-37

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