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Paz y Ciencia

jueves, 3 de mayo de 2012

Factores que contribuyen al éxito o al fracaso del tratamiento

[...] No haré sino citar brevemente otros factores que contruyen al éxito o al fracaso. No son factores constitucionales, y creo que pueden verificarse muy bien a las cinco o diez horas de análisis: 1. Uno es si el paciente ha llegado verdaderamente a lo más hondo de su padecimiento. Sé de un psicoterapeuta que solo admite a los pacientes que han pasado, sin resultado, por todos los métodos terapéuticos que pueden encontrarse en Estados Unidos. Desde luego, esta podría ser buena excusa del propio fracaso, pero realmente, para él, es una prueba: la de que el paciente ha llegado al fondo de su sufrimiento. Creo que es muy importante averiguarlo. Harry Stack Sullivan solía subrayarlo mucho, aunque en términos algo diferentes: el paciente debe mostrar que necesita tratamiento. Y no entendía por tal cosa que le hubiese de explicar una teoría de su enfermedad, ni nada semejante. Evidentemente, no era eso lo que quería decir. Querïa decir que el paciente no debía acudir con la idea: "Bueno, estoy enfermo. Usted es un profesional que promete curar enfermos. Pues aquí me tiene". Si yo fuese a poner un cartel en mi consulta, sería con este lema: "No basta haber venido". Por eso, es muy importante la primera tarea del psicoanálisis: ayudar al paciente a sentirse desgracidado, no a estimularlo. Decididamente, no es indicaod ningún estímulo que trate de mitigar, de aliviar su sufrimiento: es malo, categóricamente, para la marcha del análisis. Nadie tiene de veras la suficiente iniciativa, el suficiente impulso, para hacer el tremendo esfuerzo que exige el análisis -si es que tomamos en serio el análisis-, a menos de conocer el máximo padecimiento que haya en él. Pero no se trata de un estado malo, de ninguna manera. Es un estado mucho mejor que la vaguedad de no sufrir ni ser feliz. Sufrir es, por lo menos, un sentimiento muy real, y forma parte de la vida. No darse cuenta del padecimiento y ver la televisión, o cosa semejante, no viene al caso. 2. Una segunda condición es que el paciente tenga o adquiera cierta idea de cómo debe, o puede ser, su vida: cierta idea de qué es lo que quiere. He oído hablar de pacientes que acuden a un psicoanalista porque no saben escribir poesías. Es un poco raro, aunque no tan infrecuente como podría creerse, pero muchos pacientes acuden porque no son felices. Bien, pues no basta con no ser feliz. Y si un paciente viniese diciéndome que quiere psicoanalizarse por no ser feliz, yo le diría: "Bueno, la mayoría de la gente no es feliz". Eso no basta para emplear años de trabajo duro, pesado y difícil en una persona. Y no es cosa de instrucción ni de ingenio. Muy bien puede ocurrir que el paciente no haya sabido nunca lo que quiere, porque no se aprende demasiado acerca de eso, con todo nuestro impresionante sistema de enseñanza. Sin embargo, creo que es misión del psicoanalista, incluso al comienzo del análisis, comprobar si el paciente es capaz de tener cierta idea de qué otra cosa pueda significar la vida, aparte de ser más feliz. Ya sabemos cuántas palabras emplean los pacientes de las grandes ciudades de Estados Unidos: quieren manifestarse a sí mismos, y cosas por el estilo..., nada más que fraseología. Y si alguien le da por la música y le gusta la alta fidelidad, y esto, y eso, y aquello: no son más que frases. El analista no puede ni debe concentrarse con tales frases, sino que debe descender a la realidad: cuál es la verdadera intención de esta persona, no teóricamente, sino qué quiere de veras, para qué ha venido. 3. Otro factor importante es la seriedad del paciente. Hay muchos narcisistas que se meten en análisis única y exclusivamente porque les gusta hablar de sí mismos. En efecto, ¿dónde, si no, podrian hacerlo? Ni su mujer, ni sus compañeros, ni sus hijos, los escucharán hablando horas y horas de sí mismos, de lo que hicieron ayer, y de por qué lo hicieron, y así sucesivamente. Ni siquiera el camarero lo escuchará todo el rato, porque tiene otros clientes esperando. De manera que pagarán 35 dólares, o cualesquiera sean los honorarios, y ya tienen a su disposición alguien que los escuche hablar de sí mismos todo el rato. Desde luego, como pacientes, habrán de entender que deben hablar de temas psicológicamente pertinentes. o sea, que no pueden hablar de fotos, cuadros, ni música. Tienen que hablar de sí mismos, de por qué no les gusta su marido, y de por qué les gustaba y cosas así. Pues bien, también hay que excluir esto, porque no es un motivo suficiente para ser psicoanalista, aunque sea un buen motivo para ganar dinero. 4. Otro factor, estrechamente relacionado con este, es la capacidad del paciente de distinguir finalmente entre la trivialidad y la realidad. Creo que la conversación de la mayoría de la gente es trivial. Y el mejor ejemplo que puedo poner de trivialidad son los editoriales del New York Times, si me lo permiten. Lo que entiendo ahora por trivialidad, en contraste con la realidad, no es algo que no sea inteligente, sino que sea irreal. Por ejemplo, si leo un artículo del New York Times sobre la situación del Vietnam, es para mí tan trivial -naturalmente, es materia de opiniones políticas- sencillamente porque es irreal, porque trata de ficciones, hasta el punto de enterarnos de que unos barcos estadounidenses de repente, tiran a unos blancos que no vemos, y sin saber lo que hay allí. Y todo eso tiene que ver con salvarnos del comunismo, y quién sabe qué más. Bueno, pues eso es trivial. De modo semejante, también es trivial la manera en que la gente habla de su vida, porque suele hablar de cosas irreales: "Así, que mi marido hizo esto o hizo aquello, o consiguió el ascenso, o no lo consiguió, y yo debería haber llamado a mi novio, o no debería haberle llamado...". Bien, todo esto es trivial porque no se refiere a nada real, se refiere solo a justificaciones. 5. Otro factor son las circunstancias vitales del paciente. Con cuánta neurosis pueda arreglárselas, dependerá enteramente de la situación. El vendedor podrá convivir con una forma de neurosis que no podría permitirse un profesor universitario, y no por la diferencia de nivel cultural, sino, simplemente, porque cierto tipo de conducta agresiva, muy narcisista, sería inconveniente en un colegio pequeño, y lo echarían; mientras que en el caso del vendedor, le proporcionaría mucho éxito. A veces dicen los pacientes: "Bueno, doctor, es que no puedo seguir así". Mi contestación típica a esta táctica es: "Pues no entiendo por qué no. Usted ha seguido así durante treinta años, y muchas personas, millones de personas, siguen así hasta el final de su vida, de modo que no entiendo por qué usted no puede. Podría entender por qué no quiere, pero necesito alguna prueba de que no quiere, o de por qué no quiere". Lo de que "no puedo", sencillamente, no es cierto: no es más que otra frase. 6. Lo que más me interesa subrayar es la participación activa del paciente. Y con esto, vuelvo a lo que decía antes. No creo que nadie se cure hablando, y ni siquiera por revelar su inconsciente, como tampoco nadie consigue nada importante sin hacer un gran esfuerzo y sacrificios, sin arriesgar nada, sin atravesar los muchos túneles por los que hemos de pasar a lo largo de la vida (empleando el lenguaje simbólico que aparece en muchos sueños). Y esto significa que hay épocas en que uno se encuentra a oscuras, cuando uno está asustado, pero se tiene confianza en que hay otra salida del túnel, que se volverá la luz. Creo que, en esto, es muy importante la personalidad del psicoanalista, particularmente, si es buen compañero y si es capaz de hacer lo que un buen guía de montaña, que no carga con él a hombros cuesta arriba, sino que a veces le indica un camino mejor, e incluso lo empuja un poco, pero eso es todo lo que puede hacer. 7. Lo cual me lleva al último punto, la personalidad del psicoanalista. Ciertamente, se podría dedicar toda una conferencia a ella, pero solo quiero señalar unas cuantas cosas. Freud indicó ya algo muy importante, a saber, la falta de impostura y engaño. Tiene que haber algo en la actitud del analista y en la atmósfera analítica, por lo que el paciente sienta que se trata de un mundo de realidad, lo cual quiere decir un mundo de verdad, de fidelidad, sin impostura..., y eso es la realidad. Segundo, debe sentir que no se espera de él charla trivial, que el psicoanalista le llamará la atención, y que el psicoanalista tampoco dice trivialidades. Para lo cual, naturalmente, el psicoanalista debe conocer la diferencia entre trivialidad y no trivialidad, lo que es muy difícil, sobre todo, en el mundo en que vivimos. Otra condición muy importante para el analista es la falta de sensiblería: no se cura a un enfermo siendo amabale con él, ni en medicina, ni en psicoterapia. Puede resultar rudo, y dirán que no tengo compasión, que soy autoritario, y más cosas. Puede que sí. Pero no creo que sea eso lo que hago, ni cómo siento al paciente, porque hay una cosa muy distinta a la sensiblería, y es una de las condiciones principales para psicoanalizar: experimentar en sí mismo aquello de que el paciente está hablando. Si no puedo experimentar en mí mismo lo que significa estar deprimido, o ser esquizofrénico, o sádico, o narcisista, o tener un miedo mortal, aunque pueda experimentarlo en menor dosis que el paciente, precisamente, no sabré de qué está hablando el paciente. Y si no lo sienbto, creo que no estaré en contacto con él. Erich Fromm: "El Arte de Escuchar", Paidós, 2011, Barcelona.: Pp.: 37-42
http://youtu.be/quH_vUCdy2o

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