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Paz y Ciencia

miércoles, 16 de mayo de 2012

La Disertación de Martin Seligman

La Universidad de Oxford es un lugar que intimida cuando uno debe pronunciar allí una conferencia. No es tanto por las torres y agujas, ni por las gárgolas, ni siquiera por tener conciencia de que es uno de los faros más sólidos del mundo intelectual desde hace setecientos años. Los que intimidan son los rectores, decanos, profesores en general. Allí se habían presentado todos ellos aquel día de abril de 1975 para oír a aquel advenedizo psicólogo norteamericano que estaba pasando sus vacaciones sabáticas en el Instituto de Psiquiatría del Maudsley Hospital, en Londres, y que ese día iba a dar una charla en Oxford acerca de sus investigaciones. Mientras ponía en orden mis papeles en el gran pupitre y lanzaba nerviosas miradas a la enorme sala, podía ver que se habían reunido allí, el etólogo Niko Tinbergen, premio Nobel de 1973; Jerome Bruner, celebrado académico recién llegado a Oxford procedente de Harvard para impartir el doctorado de desarrollo infantil; Donald Broadbent, el fundador de la moderna psicología cognitiva y el más conocido de todos los seguidores de la ciencia social "aplicada", así como Michael Gelder, el decano de la psiquiatría británica. Y tenía delante a Jeffrey Gray, el renombrado experto en ansiedad. Eran los más grandes en mi profesión. Me sentía como un actor al que han dado un empujón para hacerle pronunciar un monólogo delante de Guiness, Gielguld y Olivier.
Hice mi discurso acerca del desamparo aprendido y me alivió mucho comprobar que aquel grupo de popes se mostraba receptivo, y que algunos incluso asentían con inclinaciones de cabeza ante mis conclusiones[...]
Decir que Teasdale criticó ferozmente las bases donde se sostenían los experimentos y conclusiones de Seligman. Eso le estimuló para dar respuesta a las preguntas que Teasdale le planteaba...Rodrigo Córdoba Sanz.

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