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Paz y Ciencia

sábado, 5 de mayo de 2012

La empatía como condición para el buen transcurso de un tratamiento

"El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás". Aldous Huxley. "La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo". Víctor Hugo.
[...] Puede haber personas con peculiares inclinaciones a ciertas cosas. Me acuerdo de que, según decía Harry Stack Sullivan, un paciente angustiado no iba nunca por segunda vez a su consulta, porque él era incapaz de sentir simpatía ni empatía por cosa semejante. Pues esto está muy bien. En este caso, precisamente, no se admite a tal clase de pacientes, y se es muy buen terapeuta para aquellos pacientes con los que se puede sentir lo que ellos sienten. Creo que esta es una exigencia fundamental del análisis, y el motivo de no haber mejor análisis para los analistas que al analizar a otras personas, porque en el análisis de otras personas no hay casi nada del analista que no salga, que no quede afectado, supuesto que trate de experimentar lo que el paciente experimenta. Si piensa que el paciente "es un pobre diablo que le paga porque está enfermo", se quedará, naturalmente, en lo intelectual y no resultará convincente. Como consecuencia de esta postura, en efecto, no seremos sensibleros con el paciente, pero no nos faltará empatía, pues tendremos la fuerte sensación de que cualquier cosa que suceda al paciente está sucediendo también en nosotros mismos. No nos quedará capacidad para hacer de jueces ni de moralistas, ni para indignarnos con el paciente, una vez que sintamos como propio lo que él experimenta. Y si no lo experimentamos como propio, no creo que lo entendamos. En ciencias naturales, podemos poner el material encima de la mesa, y ahí se queda, y ahí podemos examinarlo y medirlo. En la situación analítica, no basta con que el paciente lo ponga encima de la mesa, porque para mí no será una realidad mientras yo no lo pueda ver en mí mismo como algo que es real. Por último, es muy importante ver al paciente como protagonista de un drama, no como una suma de complejos. Y, en realidad, toda persona es protagonista de un drama. Pero no quiero decirlo de ningún modo sentimental. Se trata de una persona nacida con ciertas dotes, y suele fracasar, y su vida es un feroz combate por sacar algún provecho de las dotes con las que ha nacido, luchando contra enormes obstáculos. Creo que aun la persona más trivial en cierto sentido, mirándola desde fuera, es interesantísima una vez la vemos como tal persona, como esa sustancia viviente que fue arrojada al mundo a un lugar que no quiso ni conocía, y que está luchando por abrirse paso. En realidad, el gran escritor se caracteriza precisamente por mostrar una persona, trivial en cierto sentido, que, sin embargo, es un héroe en el sentido en que la ve el artista. Por poner un ejemplo, los personajes de Balzac no son interesantes en su mayoría, pero la capacidad del artista le confiere un interés extraordinario. Sé que nosotros no somos como Balzac, y no podemos escribir esas novelas, pero creo que debemos adquirir la capacidad de ver en el paciente un drama humano o, para el caso, en cualquier persona por la que nos interesamos, no solo en la que venga con este o aquel síntoma. Para concluir, hablando del pronóstico, creo que en las que llamo neurosis benignas hay mucha probabilidad de curación, mientras que en las neurosis malignas no tienen muchas probabilidades. No voy a meterme en porcentajes, en primer lugar, porque se trata de un secreto profesional, o secreto industrial, y segundo, porque habría mucho que hablar de eso. Pero creo de experiencia común que, en el caso de las neurosis graves, malignas, las posibilidades de curación no son demasiadas. Lo que tampoco es nada para avergonzarse: si en medicina nos encontramos con una enfermedad grave, y se tiene, digamos, un 5 por 100 de probabilidades ed curación con cierto método -y creo que en el psicoanálisis las probabilidades son incluso un poco mayores-, supuesto que no haya mejor método, y eso sea todo lo que el médico pueda hacer, todo el mundo -el médico, el paciente, sus amigos, sus parientes-, hará todo el esfuerzo posible porque se recupere la salud, aunque solo haya un 5 por 100 de probabilidad. Lo malo será que no entendamos la diferencia entre la neurosis benigna y la neurosis maligna y que el analista sea uno de esos eufóricos que piense el principio: "Bueno, el psicoanálisis todo lo cura". O si, mirando al paciente, quiere verlo todo de color de rosa, que no todo es tan grave y tan desesperado como lo es a veces. Me parece que, aun en los casos en que un paciente quizá no pueda curarse, un buen psicoanálisis cumple por lo menos una condición, y es que las horas dedicadas a él, si han sido vivas y significativas, habrán sido las mejores y más importantes que haya pasado en su vida. No creo que pueda decirse lo mismo de muchas terapias, lo cual me parece al menos un consuelo para el psicoanalista que lucha con pacientes, a menudo de poquísima probabilidad de curación. En las neurosis no malignas, el pronóstico es mucho mejor. Y por último quisiera sugerir la consideración de que muchas neurosis leves porían curarse con métodos más breves que dos años del psicoanálisis, es decir, teniendo el valor de emplear la comprensión psicoanalítica para abordar al paciente muy directamente, para enfocar el problema muy directamente, y haciendo quizá en 20 horas lo que uno, como psicoanalista, se siente obligado a hacer en 200. No hay que sentir falsa vergüenza por emplear métodos directos cuando puedan emplearse. Erich Fromm: "El Arte de Escuchar", Paidós, 2011, Barcelona. Pp.: 42-45 Nota de Rodrigo C.: Me parece que dar una importancia crucial a la empatía es muy certero. Creo que el psicoanalista, Fromm cita a Sullivan, que se siente incómodo con un paciente, tiene un problema. Como fue el caso de Sullivan. El método psicoanalítico no es la panacea. De hecho, a mi criterio se centra mucho en el aspecto psicopatológico y como expresa Fromm anima al paciente a hablar solo de cosas significativas, trascendentales y directamente relacionadas con su aflicción. Esto me parece francamente penoso. Ese enfoque es "cenizo", potencia la "psicologización", el potenciar lo patológico, el focalizar en la parte enferma y esto, paradójicamente, facilita y potencia el desarrollo de muchas patologías que bien pudieran estar en lo que Fromm llama "neurosis malignas". Las neurosis benignas, en el siglo XXI, acuden poco a consulta, y no se puede establecer una línea nítida entre lo benigno y lo maligno. Creo que el método psicoanalítico ha progresado mucho desde Fromm, afortunadamente, y este autor es desde luego "revolucionario" en su época. No obstante, hay aspectos que están desfasados, hablaba de tratar solo temas relacionados con la patología, ¿y la salud? Ese es uno de los problemas fundamentales del psicoanálisis el convertir a una persona que puede estar "enferma" en una persona muy enferma. Sobre todo si el psicoanalista no es psicoanalista, como suele suceder corrientemente. El que juega a hacer psicoanálisis puede hacer mucho daño a la persona puesto que es una terapia muy profunda que moviliza, remueve y va encaminada al núcleo de la mismidad del sujeto. Por tanto, es jugar con fuego. Creo que la psicoterapia del siglo XXI se nutre de nuevos enfoques y modelos emergentes. Creo que no hay que desdeñar ningún método, creo que no hay que cerrarse de manera dogmática a un enfoque, hay que abrirse a todas las posibles herramientas que pueden ayudar a esa persona. La designación de "neurosis benigna" y "neurosis maligna" parte del resultado de una experiencia siguiendo un método psicoanalítico. Pero si aplicamos tratamientos más amplios, donde dejemos un gran espacio para la salud y para esas conversaciones triviales, que se vuelven fundamentales (como cantaba un famoso grupo aragonés: "Héroes del Silencio"), tal vez "saquemos" del rol de enfermo a esa persona, por muy "maligna" que sea su patología. He visto personas con neurosis benignas que han hecho una "huída hacia la salud" y abandonado el tratamiento para continuar en ese estado de tenue enfermedad, y he visto personas con neurosis malignas que se han recuperado, con un método amplio que es mucho más optimista que el 5 o 50 por ciento. Fromm también habla de las características de personalidad del profesional. Creo que lo fundamental es sentirse cómodo con el paciente, meterse en sus zapatos, sentirse en su piel, vibrar como él lo hace y ser sensible, que no es lo mismo que la sensiblería, que es una forma de compadecimiento. En líneas generales el texto de Fromm me parece fabuloso, pero hay que entenderlo en el tiempo en el que él escribía y realizaba conferencias. Fromm fue una persona que, como Freud, tiñó a la sociedad de enferma, de "narcisista", pienso que esto es cierto, aunque no me guste que sea así. Ahora bien, la persona que tiene una neurosis maligna, dicho en términos freudianos, con "pulsión de muerte" puede ser ayudada y curada. Partiendo de esas premisas de Fromm, las personas con patologías de la personalidad, con trastorno bipolar, esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, etc., serían abocadas al agujero negro del pensamiento del psicoanálisis. Pero, afortunadamente, existen profesionales psicoanalistas, conductistas, cognitivistas, gestálticos, sistémicos, humanistas que tienen éxito con esos pacientes con neurosis "malignas". Estoy absolutamente convencido de que esa caracterización "esquemática" de Fromm es una forma de reducir algo más complejo. Es evidente que, a priori, las personas con una neurosis maligna sufren y han sufrido más que una persona con neurosis benigna, pero la falacia es creer, que sufrirán más. Esto no es así, y la manera de pensar del psicoterapeuta, que tal y como dice Fromm, sea un "eufórico" o como decía una paciente un "optimista patológico" parece poco científico si nos regimos por los cánones poco optimistas del psicoanálisis clásico y en gran medida actual. Lo que quiero decir, es que la manera de entender a la persona, además de la empatía, el vínculo terapéutico-emocional, lo que somos capaces de "contagiar" al paciente es de vital importancia. Y tener una actitud optimista, cuestión que cuestiono en Fromm, es la piedra angular de las expectativas de curación que tiene el paciente, y no depende del arte y la ciencia del psicoterapeuta tanto como del convencimiento y la motivación que tiene esa persona de salir de la situación que está viviendo. Así que les invito a quedarse con la idea global de Fromm, obviar ciertos detalles y leer con atención sus últimas palabras: "No hay que sentir falsa vergüenza por emplear métodos directos cuando puedan emplearse". Mi interés, dedicación, devoción y orientación psicoanalítica se debe a que tras estudiar otras formas de psicoterapia la he entendido como la más profunda, sutil y sofisiticada. Pero también es la más peligrosa y no siempre está indicada. Ahora bien, la combínación de cierta base psicoanalítica, como bagaje del psicoterapeuta, junto con la aplicación de recursos más vitalistas, como por ejemplo, la psicoterapia positiva de Martin Seligman, es más eficaz y no solo eso, la atmósfera de la sesión psicoterápica es más agradable y promueve más emociones positivas, más seguridad, más confianza y más motivación para el cambio. Hablando de sus problemas no se cura casi nadie, para eso está la familia, los amigos y demás. Personas fundamentales en la vida de la persona, y que forman parte además del equilibrio de esta, como el trabajo o las relaciones de pareja. Y por hacer un último apunte y no extenderme más, la pareja, el trabajo y ciertas cosas relacionadas con los dictados de Freud son "sesgos cognitivos", esto es, no son estrictamente necesarios por muchos experimentos que pongan en los libros: "Para ser feliz el hombre necesita amar y trabajar". No es descabellado, pero se puede ser feliz sin trabajo o sin pareja, amando la naturaleza, a los amigos y amigas, amando lo que uno hace, realiza, conquista... Otro comentario célebre de Freud como más sentido para mí, es este: "No puede postularse para el tratamiento ninguna otra meta que una curación práctica del enfermo, el restablecimiento de su capacidad de rendimiento y de goce" (1904). A muchas psicoterapias se les ha olvidado algo que parece obvio y que en psicología no ha sido demasiado planteado y estudiado, la capacidad de amar, de ser feliz, de disfrutar con "el otro", de disfrutar con uno mismo, quererse, valorarse y tener bienestar y poder alcanzar la felicidad, por muy efímera que pueda parecer o ingenuo el planteamiento. "El optimismos es algo que se aprende.", dice Martin Seligman. Este eminente psicólogo, pasó de los laboratorios que querían homologarse a la física como ciencia dura, a la psicología aplicada que heredaba el modelo de la medicina. Reivindico un pensamiento libre que desate a la psicología y la psicoterapia de herencias que no contribuyen a la ayuda del paciente. Por ejemplo, la psicología no es física, ni lo podrá ser jamás. Porque el mundo interno de un ser humano es un enigma para la ciencia exacta o dura. "No es matemáticas". La realidad psíquica, descubrimiento de Freud, es subjetiva. Por otro lado, la psicología no es medicina, la psicoterapia no es medicina, el objetivo de la psicoterapia es la felicidad, no paliar síntomas y que la persona sea "funcional". Como si el ser humano fuese una máquina de "Walden Dos" de Skinner, que no tuviera corazón. La persona más esquizoide del mundo tiene corazón, y puede ser que tenga más corazón que una persona histriónica que lleva al paroxismo sus muestras de "afecto". Quizá esa persona esquizoide no sea tan prolija en sus manifiestaciones de cariño, pero cuando lo hace, es más auténtica, genuina y entregada. Lo que supone que los diagnósticos y demás castillos en el aire de la psiquiatría y la psicología clínica no son más que patrañas pseudocientíficas que dejan de lado el sujeto singular. Buenas noches o Buenos días. Rodrigo Córdoba Sanz. Les dejo con "la primera de Beethoven": http://youtu.be/c2qr3iYFIi4

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