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Paz y Ciencia

viernes, 18 de mayo de 2012

La importancia de las experiencias infantiles en la terapéutica



Estoy convencido de que en los cinco primeros años de vida pasan muchas cosas muy importantes para el desarrollo, pero creo que después pasan también otras muchas cosas igualmente importantes, que pueden variar el efecto de las experiencias anteriores.
El concepto freudiano de la compulsión de repetición, de que lo principal sucede en los cinco primeros años y, después, las cosas se repiten, es para mí en realidad una idea muy mecanicista. Yo creo que nada se repite en la vida, que solo lo mecánico puede repetirse. Todo lo que pasa hace que algo cambie, pero yo doy mucha importancia al factor constitucional. Freud se la dio teóricamente, dijo que se la daba, pero me parece que la mayoría de los psicoanalistas, y especialmente el público en general, creen que lo que uno llega a ser es consecuencia de lo que le hicieron sus padres.
Entonces, esta idea se continúa con la especie de historias lacrimosas que tan a menudo se oyen en el psicoanálisis, de que "mi padre no me quería, mi madre no me quería, mi abuelita no me quería, y por eso estoy hecho un asco". ¡Pues muy fácil; así que todo el mundo tiene la culpa, menos uno mismo!
En el desarrollo del hombre, ocurre que ciertos elementos de su niñez han puesto ya una base, pero sucesos posteriores pueden ensancharla y reforzarla, o debilitarla. No puede decirse que los sucesos posteriores no influyan. Pero su los primeros sucesos no determinan a una persona, al menos, la inclinan. Nada de lo pasado nos determina forzosamente, pero nos inclina y, cuanto más tiempo vayamos en este sentido, tanto mayor será la inclinación, hasta poder decirse que solo un milagro nos haría cambiar.
La finalidad del psicoanálisis es obtener una idea de los fenómenos inconscientes que ocurren al paciente en el momento. El psicoanálisis no es una investigación histórica. Queremos saber, queremos hacer una radiografía de lo que en el momento sucede al paciente inconscientemente, es decir, a sus espaldas. Esta es nuestra finalidad. Muy bien. Pero, con mucha frecuencia, el mismo paciente no lo comprenderá si no puede revivir ciertas experiencias infantiles, porque han dejado un regusto, o tienen en el momento cierta influencia precisa, de la que no es consciente. A veces, las revivirá en la transferencia, a veces por recordar algo que vivió de niño, o incluso por experimentar algo en nuestra consulta. (Tenemos un montón de experiencias de esta clase.) Otras veces, surge en un sueño, aparece en un sueño algo que sucedió treinta años antes, cuando el paciente tenía 17.
Pero mi finalidad no es hacer una investigación histórica. Mi finalidad es darme cuenta, del modo más claro posible, de lo que es ahora inconsciente, pero, para alcanzar este objetivo, muy a menudo, quizá casi siempre, hará falta comprender lo que el paciente experimentó de niño y de adolescente. En verdad, cuando me analizo a mí mismo, lo que hago todos los días, trato muy a propósito de sentir lo que sentí sobre esto o aquello cuando tenía 5 años y cuando tenía 15; trato de ver lo que queda en mí de esos sentimientos y trato de seguir cultivando constantemente la relación con mi niñez, para mantenerla viva, porque me sirve para darme cuenta y reconocer lo que me ocurre ahora, y aquello de lo que no soy consciente. No es una investigación histórica.
Freud creía que, llevando a la conciencia experiencias infantiles importantes, experiencias patógenas -no solo a la conciencia intelectual, sino a la conciencia finalmente afectiva-, desaparecerá el síntoma, por decirlo brevemente. Pero, ¿qué ha quedado de eso? Para el público, y para gran parte del psicoanálisis [...], ha quedado lo que podríamos llamar una explicación genética freudiana. He oído hablar muchas veces de personas a las que se pregunta: "Bueno, ¿qué te ha salido en el psicoanálisis?", y contestan siemrpe con la fórmula y la lógica de: "Que soy esto, o esto, o esto, o tengo este o aquel síntoma porque...", y aquí viene una explicación causal de carácter histórico-genético. Lo cual, naturalmente, no tiene en sí ningún valor curativo en absoluto. El conocer por qué sucedió algo, en sí mismo, no sirve para cambiar nada.
Quizá no sea fácil de comprender, pero hay una diferencia entre experimentar en mí algo que fue reprimido y surge de repente, llega de pronto a la conciencia, y hacer esas interpretaciones históricas de por qué sucedió esto y aquello. Y como es tan raro descubrir esas experiencias primitivas que se recuerden en sentido verdadero, se contentan con una interpretación: tuvo que suceder eso, quizá sucedió y, como sucedió, usted es esto y aquello. Pues no sirve de nada este modo de interpretación. Un filósofo chino dijo que "uno no se cura por leer recetas". Y, en expresión parecida de Marx, "si uno se está ahogando, pero conoce las leyes de la gravedad, no por eso dejará de ahogarse".
La experiencia infantil solo tiene importancia en tanto se reviva en el recuerdo. En otro sentido, el conocer la niñez sirve para entender mejor lo que sucede en el momento, porque se pueden hacer ciertas suposiciones teóricas sobre lo que podríamos esperar, dadas tales condiciones infantiles.
Lo que importa, como digo, no es hacer historia, sino una "radiografía". Es decir, queremos conocer qué energías me impulsan, o me mueven, a mí o a otro, en el mismo momento, como si sacase una radiografía, y por eso me sirvo de esta analogía, para ver lo que no se puede ver con la vista normal. En efecto, en una radiografía podemos ver la tuberculosis que alguien padeció hace veinte años, y que se muestra en las cicatrices del tejido. Pero no nos interesa lo que padeció hace veinte años, sino ver lo que ocurre ahora en los pulmones de esa persona, si hay algún proceso activo que puda verse por rayos X. En consecuencia, si uno quiere comprender algo por el psicoanálisis, o por uno mismo, sin recurrir al psicoanálisis, lo que siempre importa ante todo es preguntarse qué sucede ahora inconscientemente, qué se puede conjeturar, cuáles puedo sentir que son los móviles inconscientes que me empujan, no averiguar qué sucedió una vez para explicar lo que sucede.

Erich Fromm: "El Arte de Escuchar". Paidós. Barcelona, 2012. Pp.: 59-62.



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