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Paz y Ciencia

lunes, 14 de mayo de 2012

Los seres humanos "nacemos y nos hacemos"


"Los lazos de cariño definen nuestra vida desde la cuna hasta la tumba". John Bowlby, Creación y ruptura de relaciones, 1979.



La influencia que ejercen los genes que heredamos de nuestros progenitores sobre nuestra manera de ser y, por tanto, sobre nuestra forma de relacionarnos con nuestros semejantes es decisiva. Estudios comparativos de miles de parejas de gemelos genéticamente idénticos -también llamados monozigóticos o univitelinos-, que fueron adoptados por padres diferentes al nacer y crecieron en entornos totalmente distintos, demuestran que muchos perfiles del carácter humano, como el temperamento extrovertido o introvertido, el talante optimista o pesimista, la inclinación a la impulsividad o a la reflexión, la capacidad de adaptación, el interés por ciertas actividades de recreo, el talento para las artes, e incluso la autoestima dependen, en cierta medida, del equipaje genético. Sin embargo, este hecho no devalúa en absoluto el papel que desempeñan en la formación de nuestra personalidad y nuestro estilo de relacionarnos las experiencias y las circunstancias del ambiente social en que vivimos.
Como digo, los seres humanos también nos hacemos. Gracias a la capacidad humana de introspección y de razonar, todos podemos adquirir un conocimiento razonable de nosotros mismos. Es obvio que cuanto mejor nos conozcamos más altas serán serán la probabilidades de acertar en nuestras relaciones amorosas, en nuestras amistades y en  nuestra vocación ocupacional o profesional. Si somos conscientes de nuestro estado emocional nos resulta más sencillo evaluar la situación en la que nos encontramos y modular nuestros sentimientos. Otra ventaja es que cuanto mejor conectados estamos a nuestros propios sentimientos, más fácilmente sintonizamos con los sentimientos de los demás y nos compenetramos con ellos.
Familiarizarnos con las creencias y suposiciones más o menos automáticas que hacemos sobre nuestras relaciones nos ayuda a captar y cuestionar los prejuicios y expectativas idealizadas que albergamos, y a abrirnos a la posibilidad de cambiarlos. El conocimiento de uno mismo implica ser consciente de las consecuencias positivas y negativas de nuestros actos. Ciertas conductas repercuten en nosotros y configuran nuestras relaciones futuras. Aprender de las experiencias pasadas nos ayuda a entender y a identificar correctamente los rasgos de nuestra personalidad que nos coviene cultivar y los que debemos desechar. Además, si nos lo proponemos y estamos dispuestos a invertir energía y tiempo, también podemos moldear los rasgos de nuestra personalidad que facilitan la convivencia saludable y graticante.

Luis Rojas Marcos: "Convivir". Punto de Lectura, 2009, Madrid. Pp.: 25-26

"Todo fluye, todo diluye, lo que tiene principio tiene fin, lo nacido muere y lo compuesto se descompone. Todo es transitorio, insustancial y por tanto insatisfactorio. No hay nada fijo de que aferrarse." Buda.




1 comentario:

marcelo dijo...

Me ha encantado.
Gracias.