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Paz y Ciencia

miércoles, 9 de mayo de 2012

Marco teórico y técnico breve de la Psicoterapia enfocada desde la Afectividad

"Sentir no es lo mismo que ser, aunque la intensidad de dicho sentimiento sea muy elevada". Jorge Castelló Blasco.
La primera intervención que hay que realizar en la terapia es explicar claramente que el centro de la misma es el paciente, es decir, que de él depende todo. El éxito terapéutico no depende de la gravedad de la patología o la "cronicidad", sino de la motivación del sujeto. Los pacientes acuden a consulta con el "modelo médico", esto es, se sientan de manera pasiva y esperan que les "saquemos del hoyo" con técnicas, herramientas, pautas, consejos, etc. Si el paciente está cómodamente sentado en una silla esperando que sea el terapeuta quien le reivindique fuera de las sesiones, el que se enfrente a sus miedos, el que rompa una relación de pareja patológica o quien contenga su agresividad o impulsividad, será una tarea difícil. La obligación del terapeuta es desmontar este tipo de esquemas y empezar a otorgarle al paciente el poder y la capacidad de enfrentarse con éxito a sus problemas. Para ello, lo ideal es que sea el paciente el que lidere el proceso y sea cada vez más ambicioso. Esto significa adoptar iniciativas, reflexionar sobre lo comentado en las sesiones o proponer objetivos terapéuticos. Si se despacha con un "no puedo", habrá que pensar en que es su afectividad, su negatividad, la que le lleva a pensar en este tipo de cosas. Se sabe desde el cognitivismo la "tríada cognitiva", que consiste en que la persona ve las circunstancias presentes, a sí mismo y el futuro de manera poco halagüeña. Esto se relaciona con el concepto de indefensión aprendida de Martin Seligman, esto es, "haga lo que haga no voy a poder superarlo". Martin Seligman experimentó con perros y ratas hace unos 50 años, a las ratas les daban descargas incontrolables, sin contingencia con la pulsación de la tecla que tenían en la jaula. Las ratas desarrollaban enfermedades autoinmunes y acababan falleciendo. Esto se extrapoló a la psicología social y se demostró que en humanos sucede algo equivalente. Por tanto, no podemos quedarnos con un "no puedo" sino invitar, contagiar a la persona la actitud optimista y proactiva para que luche y que interiorice que esos pensamientos de "no puedo, es crónico, soy así, etc" son fruto de la negatividad que produce un afecto negativo. Por ejemplo, no cabría afirmar en una persona con trastorno obsesivo-compulsivo "has puesto los platos y vasos en orden", sino "tu ansiedad te ha obligado a poner los platos y vasos en orden" o si esa obsesividad es a nivel cognitivo podíamos decir que "es tu ansiedad la que te lleva a cavilar". Como podrán intuir, desde el enfoque de la afectividad, estas personas tienen una baja autoestima, expresión muy popular que significa la valoración positiva de uno mismo. Es la esfera afectiva la que hay que trabajar porque, desde este prisma, son los sentimientos los que provocan la poca valoración y la cascada de pensamientos negativos. Esto se relaciona con poco suministro interno de afectividad, que en muchos casos, se compensa con una subreutilización del suministro afectivo externo. Por ejemplo, llamando constantemente a la pareja, la familia y demás personas que le validen. Esto hay que trabajarlo de forma que la persona, en su "diálogo interno" pueda proporcionarse pensamientos positivos y valorar aquello que hace, siente, piensa, logra, etc. Por ejemplo, una persona que ha estudiado dos carreras y se siente triste porque le podría haber dado tiempo a estudiar tres. Para trabajar este tipo de cuestiones hay que combatir la identificación del paciente con su problema. El problema no es el paciente. Llega un punto en el que la persona considera predecible, normal e incluso lógico comportarse de una manera patológica: esto sucede en los trastornos de ansiedad, los de personalidad, etc. Como es lógico, a medida que las patologías se prolongan, más habitual es que suceda esta circunstancia. El sujeto se identifica con su problema y no le resulta extraño cuando, por ejemplo, se critica con enorme dureza. Esto es contraproducente para la persona porque aparece una sensación que viene a decir: "es que soy así, no hay nada que hacer". La negatividad es un mecanismo de autodestrucción que todos poseemos y que se activa en determinadas situaciones, sobre todo en situaciones de pérdidas afectivas, pérdida tanto de otras personas significativas como de autoestima. En estos casos, ese mecanismo, comienza a operar y a ejercer un impulso de autodescarte por el que el sujeto, en lugar de comportarse con normalidad, empieza a perder ilusiones, a obedecer a sus miedos casi sin enfrentarse a nada, a tener menos ganas de vivir y a pensar más claramente en la muerte, a sentirse mal consigo mismo, a culparse de cosas negativas que se producen, a no efectuar actividades que producen satisfacción, a involucrarse en actividades destructivas, etc. Es decir, actuar ed manera diametralmente opuesta a la que sería necesaria en situaciones negativas. La base de la psicopatología puede ser ese mecanismo autodestructivo que algunas personas proyectan a los demás constituyéndose entonces en peligrosas para ellos y, por supuesto, en fuentes generadoras de trastornos para ese entorno. Una forma de llevar la contraria a ese hipotético mecanismo de autodescarte es fomentando la actitud de lucha, convirtiendo al paciente en un guerrero, en un luchador. Evidentemente, no contra nadie, sino contra la negatividad. Otra cuestión fundamental en la evolución favorable de una persona es el convencimiento, fundamental en los trastornos de personalidad y también en otras patologías. Estar convencido es saber que realmente quieres conseguir un objetivo. El convencimiento adquiere mucha importancia porque lo que sí es una realidad es que, si una persona que tiene fobia social por exceso de introspección y poca valoración de sí misma, esto es, por negatividad le pudiéramos dar una pastilla para que milagrosamente se erradicaran sus miedos, se la tomaría seguro, mientras que otras personas ni siquiera se tomarían esas pastillas. Algo típico, una persona deprimida que se siente mal y no quiere salir a la calle y que no está convencida de superar el miedo, se le puede hacer reaccionar diciendo que eso es lo que lleva haciendo las últimas semanas y por ello precisamente se encuentra peor. Otra cuestión fundamental es no confundir entre sensaciones y realidades, esto significa que, por mucho que el paciente sienta algo como muy cierto, no implica que lo sea. Ejemplos claros de esto es la persona que pesa 35 kilogramos y se ve gorda o una persona con agorafobia que tiene miedo a salir a porque se va a desmayar y volver loca, pero realmente esto no sucede. Los sentimientos modelan nuestra percepción de la realidad hasta ajustarla a sus planteamientos: es lo que los cognitivistas han llamado "distorsiones cognitivas". Como es comprensible, estas distorsiones producen una mayor afectación emocional, pero no aparecen por arte de magia, sino por determinadas alteraciones de naturaleza afectiva. En el tratamiento nos dan vasos medio llenos y debemos devolverlos medio vacíos de manera dialéctica, nunca con la intención de entrar en conflicto con el paciente o de adoptar una postura de superioridad ante él, sino con el propósito de luchar contra su negatividad y de que asimile una manera más saludable y esperanzadora de entender la vida. En este sentido, es muy importante que poco a poco el paciente aprenda a no obedecer sus estados de ánimo negativos, porque de lo contrario su vida irá en la dirección de esa negatividad, oscilando entre días productivos y otros en los que se cancelarán las actividades programadas, se evitarán situaciones, etc. Una forma de no obedecer a estos estados de ánimo negativos es intentar buscar la mejor interpretación posible de una circunstancia, siempre y cuando dicha interpretación sea coherente y plausible. Para ello, el terapeuta se puede ayudar de recursos innovadores como la Psicoterapia Positiva de Martin Seligman, sí, el mismo de los experimentos con las ratas y perros. El mensaje contundente de Seligman es que "El optimismo se puede aprender". Y, precisamente no es algo especulativo sino basado en un enfoque empirista que le caracteriza.

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