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Paz y Ciencia

jueves, 31 de mayo de 2012

Psicoterapia específica en la Bipolaridad




Lo propio de la psicoterapia en la bipolaridad.

En los pacientes bipolares podemos observar la insistencia de una serie de notas a tener en cuenta, en particular, que son como rocas, por momentos, hacen los tratamientos muy dificultosos:

La dependencia
Los pacientes bipolares son propensos a establecer un vínculo de mucha dependencia con el terapeuta: lo colocan en un lugar de nutrición incondicional. Al ser, además, exageradamente susceptibles a la frustración de sus expectativas, toso señalamiento a la necesidad de no depender lo interpretan como rechazo, desengaño y abandono.
"No me aguanta más, me quiere sacar de encima" es el pensamiento que, entonces, los invade.
Esta circunstancia torna muy difícil la tarea psicoterapéutica, ya que la dependencia se convierte en una resistencia muy intensa a la toma de conciencia y la modificación de pautas de conducta.
Frente a esta circunstancia el terapeuta debe ser cálido pero firme, no perdiendo de vista que, en este punto, se libra una acometida por parte del paciente contra la finalidad de la cura, lo que constituye un saboteo inconsciente a su propia aspiración de liberarse de la oscilación desmesurada.

La desvalorización
Los bipolares buscan encontrar en el tratamiento una cuota de satisfacción de sus necesidades, pero al mismo tiempo piensan que no podrán alcanzarla y que, si lo logran, no están en condiciones de poder aceptarla porque no la merecen.
Este tipo de mecanismos está emparentado con un nivel bajo de la estima que tienen de sí mismos, y aun en la manía no resuelven este problema sino que lo niegan. Traducido a temas terapéuticos, esto implica que sienten que no son merecedores de un tratamiento que les alivie su sufrimiento, que deben permanecer en la enfermedad, que están condenados.
Lógicamente, tal creencia conduce, muchas veces, al abandono del tratamiento ante la menor dificultad, el crecimiento de las resistencias ante las mejorías y el acting out. Esta última reacción, habitualmente agresiva, define una especie de cortocircuito de la impulsividad que puede estar indicando la imposibilidad o dificultad de una persona, ante la aparición durante un tratamiento de su sombra o lo reprimido, de pensar o fantasear en lugar de actuar. De modo que, el bipolar, puede hacer un acting, bajo la forma de crisis o reacción maníaca o depresiva, como forma de no enfrentar un conocimiento de sí o un progreso en su cura.

El rol del terapeuta
El terapeuta es para el bipolar, en primer lugar, una reproducción de sus padres infantiles. Así, el paciente intenta manipular al terapeuta con la finalidad de obtener de él afecto, reconocimiento y seguridad.
Melvin Zax afirma:
Se espera, con todo, que el terapeuta no satisfará realmente sus demandas y que, en lugar de ello, se mostrará crítico y rechazante, sin dar más que una señal ocasional de aprobación. Al adoptar este punto de vista, el paciente hace que resulte difícil para él mismo ver las cosas en una nueva forma a través del terapeuta, y esto constituye uno de los obstáculos más graves para la terapéutica.
Pero, por otra parte, el terapeuta se instala como el espejo que le devuelve al paciente la imagen que no ve de él mismo y como un maestro que lo orienta en su proceso de descubrimiento personal. Dentro de está linea y desde este lugar el terapeuta se convierte en el "eje referencial vincular" transicional que le servirá de soporte al paciente, hasta que este logre construirlo dentro de sí como una función autónoma y estable. Además, el terapeuta tiene que desempeñar una gestión capaz de poderle transmitir al paciente, de un modo honesto y congruente, la señal de aceptación.
Carlos Seguín describe esta señal del siguiente modo:
Creo en usted, creo en su veracidad y su valor como ser humano. Estoy como nadie lo ha estado antes interesado en todo lo que le haya sucedido o le esté sucediendo y lo acepto como es, porque no hay nada de pecaminoso, vergonzoso o despreciable en usted. Estoy abierto a usted, no pido nada a cambio: ni amor, ni respeto, ni dependencia, gratitud o admiración. Lo aprecio por lo que es y lo recibo tal cual es, sin limitaciones de ninguna clase.

La inestabilidad
Ya hemos insistido en el hecho de que el paciente bipolar es muy inestable, y por lo tanto su constancia en el tratamiento es muy dudosa. Siempre se encuentra al borde de abandonarlo, lo que hace a todo el trabajo terapéutico una labor difícil.
Por esto es necesario instaurar el "eje interior" casi al inicio de cualquier tratamiento, y que el terapeuta sea la referencia inicial hasta que la persona pueda construir "relaciones de referencia" que le permitan anclar su oscilación a términos razonables.

La negación
En el paciente bipolar existen mecanismos de negación muy intensos que actúan como resistencia de la concientización psicológica necesaria y a la aceptación de la enfermedad. Esto complica las cosas, ya que sin una buena conciencia de enfermedad es bastante complejo llevar adelante un tratamiento.
Sin embargo, el entendimiento de que la negación pretende encubrir un dolor muy grande, una pena de amor vivida como desconsuelo, una herida imposible de cerrar, convierte a este mecanismo en una afirmación, por lo opuesto, de lo que se intenta tapar. Por este camino el terapeuta puede penetrar en esta coraza defensiva y mostrar al paciente que puede aceptar lo que niega y aceptarse con esos contenidos negados.

ORIENTACIONES PSICOTERAPÉUTICAS
Existe un número muy importante de terapéuticas psicológicas que han demostrado bastante éxito en el alivio y la cura de los trastornos bipolares, como la psicoterapia cognitiva de Beck, la psicoterapia de Arieti y Bemporad, el psicoanálisis, el análisis transaccional, el psicodrama, la programación neurolingüística, la terapia gestáltica, la terapia de Arthur Janov, la terapia arquetípica junguiana, la terapia transpersonal, las terapias familiares, de pareja y de grupo, la terapia de regresión de memorias (TVP).
Aunque esta enumeración no es ni cercana a lo exhaustivo, no me preocupa, porque lo importante no es la técnica elegida para tratar a un paciente, sino la actitud del terapeuta.Un terapeuta con capacidad para comprender y actuar en consecuencia y con habilidad suficiente para flexibilizarse y utilizar todos los recursos necesarios de acuerdo con las circunstancias y las necesidades del paciente.
Tanto las técnicas como el terapeuta son instrumentos, ya que hay que recordan, como ya señalamos en La Bipolaridad como Don, que:
El terapeuta rara vez cura, algunas veces alivia y más frecuentemente acompaña. En el acompañamiento adecuado del sufrimiento bipolar reside parte del buen recorrido de una psicoterapia. Del mismo modo, hay que reafirmar el hecho de que la técnica sana pero lo que cura es la relación. Esto comporta que el bipolar  no debe buscar tanto una técnica en especial como a una persona-terapeuta capaz de asumir el compromiso real de ayudarlo. En esto reside el secreto de un "buen tratamiento".