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Paz y Ciencia

jueves, 17 de mayo de 2012

Terapéutica de la Bipolaridad: "Despertar el Don Bipolar"

"El término metanoia se trata de una descripción fenomenológica de los acontecimientos, que pretende ir más allá de términos tales como psicosis y paranoia." Ronald Laing. 1980.  Tuvo un enfoque humanístico y fue un artífice de la defensa del pensamiento científico encaminado a la ayuda "humanística" de la persona. Creó comunidades de ayuda a personas con problemas psíquicos y escribió libros importantes en la historia de las ciencias "psi" como el "El Yo dividido", aunque la traducción exacta es "El self dividido". También dice lo siguiente (entre otras muchas cosas):  "No hay posibilidad de aplicar ninguna terapia en personas que viven a través de sus experiencias», continúa Laing, "en un estado de confusión interior o pesadilla. Todo lo que un científico puede hacer con una persona así es llenarla de drogas y minar su salud con electricidad hasta los sesos, en un intento de frenar la experiencia que está viviendo. Esta manera de tratar al individuo supone convertirlo en algo objetivado, rígido. El tratamiento deja de ser algo entre nosotros y se convierte en algo impuesto sobre otra persona. Como no existe la conducta, en el sentido apuntado por Merleau-Ponty: - "la percepción es un acto de comunión"-, sólo podemos mirarla como un patrón objetivado. Se convierte en algo que intentamos controlar con terapias y métodos behavioristas o conductistas".

Puntos sobre los cuales sostener un tratamiento
Hay dos principios fundamentales que hay que tener en cuenta como base de la propuesta de un tratamiento de los pacientes bipolares:
- La bipolaridad no será superada mediante la lucha directa contra ella, sino sustituyéndola por un bien opuesto.
- No será derrotada por medios exteriores a la persona, sino convocando la fuerza interior autocurativa que yace dormida dentro de ella.

Es decir, ampliando, por una parte, las virtudes contrarias a la inestabilidad (en este caso la firmeza, la proporcion y la determinación) y dejando, por otra, de poner toda la confianza en los resultados de la química estabilizadora exterior para apelar, en cambio, a las energías del auto-asistente interno, ese centro personal que cuida por nosotros aun a pesar de nosotros mismos. Todo esto sobre el sustento de no poner la esperanza de salvación en los recursos artificiales, sino ajustando el trabajo terapéutico a las leyes naturales. Ahora bien, a estos pilares conviene agregar algunas otras consideraciones:

La bipolaridad se instaura como un desgarrón en el tejido que conecta a las personas con los otros
La red de comunicación e interacción habitual se encuentra funcionando inadecuadamente y, en vez de convertirse en una herramienta para el crecimiento y la evolución, acontece como una catástrofe y una adversidad. El resultado de estas condiciones hace que el paciente bipolar quede apartado de los vínculos sociales, se recomiende a sí mismo cuidado en sus relaciones e inclusive puede ir desarrollando una actitud de aislamiento que empeora su cuadro.
Sin embargo, tal condición puede ser una oportunidad de crecimiento y de transformación, y esto (que puede ser concebido como una catástrofe) puede, a su vez, trasmutarse en un punto de reorientación de  las prioridades en la vida del paciente bipolar.
Las circunstancias adversas hacen crecer y fortificar el carácter y la capacidad de preocuparse de los demás. En este sentido, más que proponer al paciente una restricción relacional, hay que empujarlo a vivir las experiencias vinculares con toda intensidad. ["Usa mi llave cuando tengas frío, / cuando te deje el cierzo en la estacada, / hazle un corte de mangas al hastío, /ven a verme si estás desencontrada". Joaquín Sabina.]
La bipolaridad forma parte del proceso de la vida
No es algo apartado, encapsulado y ajeno a la existencia de la persona que la vive; más aún: muchas veces representa un disparador para realizar un cambio necesario o es el resultado de un conflicto del pasado. Pero siempre es una señal del proceso de desarrollo personal y por lo tanto siempre tiene sentido.
Esto implica, entonces, que la bipolaridad no es un mal a suprimir, sino un suceso a comprender e integrar en el curso de la biografía del paciente. De este modo convertimos una emergencia en un emerger, una catástrofe en una oportunidad.
El acceso a la curación de la bipolaridad requiere de muchas dosis de placer, alegría y pasión
Es una obviedad, pero vale aquí recordar que la infelicidad es causa de muhos padeceres psicofísicos y la alegría es una buen remedio para los males del cuerpo y el alma. Cuando uno está deprimido los candados que protegen al organismo se vuelven vulnerables a las llaves de los virus y las infecciones que se apoderan del cuerpo. De manera que, sin entrar en detalles (que pueden hallarse, por ejemplo, en excelentes libros como del del Dr. Paul Pearsall La salud por el placer), la experiencia de la dicha, la alegría, el placer y toda la gama de emociones constructivas producen un equilibrio neuropsicohormonal sanador.
Ahora bien, la oscilación es la clave para el logro del placer, tanto o más que el equilibrio. La homeostasis no es quietud; por el contrario, es un estado de equilibrio adecuado que en psicosomática se denomina "buena oscilación" y que orgánicamente puede atribuirse a un balance correcto de hormonas y neurotransmisores.
Pero, cuando esta oscilación positivo se desmadra, se producen las "subidas y bajadas" desmesuradas en cualquier plano. Cuando una persona lucha de un modo constante por conservar este equilibrio, entre grandes subidas y bajadas, su organismo se vuelve incapaz de soportar tal tensión y comienzan a producirse "cortocircuitos".
Paul Pearsall afirma:
El desgaste se nos manifiesta en el rostro, en el corazón, en la reacción inmunitaria y en el carácter emocional. La receta del placer dice: sube con un poco de felicidad estresante, pero recuerda que siempre tienes que volver a bajar. Baja con un poco de infelicidad estresante, pero recuerda que puedes volver a subir. Algunas personas se estresan tanto intentando reducir y controlar su estrés, intentando mantener constantemente una actittud positiva o trabajando duramente para conseguir la felicidad, que se pierden todo lo que tiene de divertido estar sometidos a presión y todo lo que podemos aprender del hecho de estar tristes.
Sin duda, podemos suscribir las palabras del Dr. Pearsall y aplicarlas a la bipolaridad; es decir, sostener que vivir con pasión y alegría oscilando proporcionadamente es hacer posible una experiencia placentera, que representa, en sí misma, un "psicofármaco" excelente para la bipolaridad.
Que el bipolar viva intentando controlar su oscilación y forzándose a ser estable -o que se lo impongan desde la psicoterapia y la farmacología- no es el camino indicado, ya que a lo que conduce es a todo lo contrario de lo que se busca.

Eduardo H. Grecco: "Despertar el Don Bipolar". Kairós. 2012, Barcelona. Pp.:

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