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Paz y Ciencia

martes, 1 de mayo de 2012

Un giro al paciente- niño de Freud

"En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y es el mármol, el médico y el paciente." Erich Fromm, Ética y Psicoanálisis.
En las neurosis malignas, está dañado el núcleo de la estructura del carácter, praticularmente en el caso de las personas con tendencias de extrema necrofilia (Fromm se refiere más que a la perversión a lo que Freud llamaba pulsión de muerte), narcisismo, o fijación a la madre. Corrientemente, en los casos extremos, estas tres tedencias coinciden, suelen converger. Entonces, la curación consistiría en cambiar la carga energética de la estructura esencial. La curación exigiría que cambiasen el narcisismo, la necrofilia y las fijaciones incestuosas. Pero, aunque no cambien por completo, con solo que hubiese una pequeña carga energética en lo que los freudianos llaman la catexia de estas diversas formas, ello representaría efectivamente una gran diferencia para el paciente. Es decir, si consigue disminuir su narcisismo, o desarrollar un poco más su biofilia, o crearse un interés por la vida, etcétera, este paciente tendrá cierta posibilidad de curarse. Quiero decir que, en mi opinión, hablando de la curación psicoanálitica, debemos tener muy en cuenta su diferencia de probabilidades en los casos malignos y en los benignos. Podría decirse que, en realidad, se trata de la diferencia entre la psicosis y la neurosis, pero no es cierto, porque muchas de las que llamo neurosis malignas de carácter no son psicóticas. Se trata de un fenómeno observable en los pacientes que ni siquiera son casi psicóticos, que quizá no lleguen a ser nunca psicóticos y, sin embargo, la probabilidad de curación es completamente distinta. Lo diferente es, por tanto, otra cosa, y es el carácter de la resistencia. La encontraremos en la neurosis benigna -después de todo, la resistencia nace de la vacilación, de cierto temor, etc.- pero será relativamente fácil de superar, puesto que, en realidad, el centro de la personalidad es normal. Ahora bien, observando las que llamo neurosis graves, malignas, vemos en ellas que la resistencia es fortísima, porque el paciente habría de confesarse a sí mismo, y a gran cantidad de personas, que en realidad es completamente narcisista y no le importa a nadie de veras: en otras palabras, tiene que luchar contra esta comprensión con una furia mucho mayor que el paciente con una neurosis benigna. En cuanto al método de curación de la neurosis grave, no creo que el problema consista esencialmente en fortalecer el yo. En mi opinión, se trata de lo siguiente: que el paciente afronte la parte irracional arcaica de su personalidad con su parte adulta, normal, cuerda; que este enfrentamiento provoque un choque; y que este choque active unas energías que debemos suponer si creemos que en el hombre tiene, más o menos fuerte -y este también me parece un factor constitucional-, el anhelo de salud, el anhelo de lograr un equilibrio mejor con el mundo. Para mí, lo esencial de la curación psicoanalítica está en el mismo choque provocado por el enfrentamiento entre lo irracional y lo racional de la personalidad. Una consecuencia de esto para la técnica psicoanalítica es que el paciente, durante el análisis, tiene que seguir dos pistas: debe experimentarse, debe mostrarse a sí mismo como el niño, digamos, de dos a tres años que es inconscientemente, debiendo ser al mismo tiempo un adulto responsable, que encare esta parte de sí mismo, porque es justo en este enfrentamiento cuando adquiere la sensación de choque, de conflicto, y la sensación de avance que es necesaria para la curación. Por ello, desde este punto de vista, el método freudiano no sirve. Creo que hay dos extremos: en el extremo freudiano, se infantiliza artificiosamente al paciente, con el diván, el psicoanalista sentado detrás, etcétera, todo ese orden ritual de escena. Freud esperaba -y René Spitz explicaba que esta es la finalidad verdaera de la situación analítica- puerilizar artificialmente al paciente de manera que se revelasen tantos más datos inconscientes. En mi opinión, este método tiene el defecto de que el paciente no se enfrenta con lo que tiene de pueril o arcaico, sino que se identifica con su inconsciente, se pueriliza. Y se me ocurre que lo que sucede es, en cierto modo, un sueño: lo que sucede es un sueño, pero estando despierto: todo sale, todo se ve, pero el paciente no está. Pues bien, no es cierto que el paciente sea un niño. El paciente (supongamos por el momento que no es un psicótico grave) es también una persona mayor, normal, tiene juicio, tiene inteligencia y tiene todas las reacciones propias de una persona normal, y por eso puede reaccionar a lo que tiene de pueril. Si este enfrentamiento no se produce, como suele no producirse con el método freudiano, efectivamente este conflicto no se presenta, esta batalla no se libra, y en mi opinión falta entonces una de las condiciones principales para la curación. El extremo opuesto es, desde luego, ese método de psicoterapia que a veces se llama psicoanálisis, y en el que todo queda en una conversación psicológica entre el analista y el paciente adulto, sin que el niño aparezca nunca, y en que se habla el paciente como si no tuviese ninguna de estas fuerzas arcaicas, esperando que se curará mediante una especie de persuasión, siendo amable con él y diciéndole: "Su madre era mala, su padre era malo, pero yo le voy a ayudar y usted se va a sentir seguro". Bueno, una neurosis muy leve quizá se cure de esta manera, pero también con métodos que duren menos de cinco años. Una neurosis grave no se curará, como decía Freud, a menos que se hayan desenterrado o descubierto suficientes datos inconscientes e importantes. Quiero decir, sencillamente, que la situación psicoanalítica es paradójica, la del paciente y, en cierto sentido, la del analista; que el paciente, ni es solo el niño y la persona irracional con toda clase de locas fantasías, ni es solo la persona mayor con la que uno puede conversar inteligentemente sobre sus síntomas; que a la misma hora y en el mismo instante, el paciente debe poder experimentarse en ambas calidades, y experimentar en consecuencia el choque verdadero que le haga ponerse en marcha. Para mí, esto es en realidad lo principal, en lo que se refiere a la curación: el conflicto real que este choque crea en el paciente. Y no se puede crear en teoría, ni se puede crear con palabras. Aun tomando el ejemplo más sencillo, como cuando un paciente dice, "tengo miedo a mi madre", o "tenía miedo a mi madre", ¿qué significa esto? Esa es la clase de miedo que todos tenemos. Tenemos miedo al maestro o al policía, tenemos miedo a que alguien nos perjudique. Por eso no se conmueve el mundo. Pero lo que el paciente quiere decir cuando habla del miedo a su madre quizá pueda explicarse, por ejemplo, de esta manera: "Me meten en una jaula. Hay un león en esa jaula. Me empujan adentro y cierran la puerta. ¿Y qué quiere que sienta?". Precisamente, así es como se representa en los sueños: un cocodrilo, o un león, o un tigre, que nos ataca. Pero con decir, "tengo miedo a mi madre", o "tenía miedo a mi madre", quedamos muy lejos de enfrentarnos al miedo real del paciente. Erich Fromm: "El Arte de Escuchar", Paidós, 2011, Barcelona. Pp.: 31-35 Nota de Rodrigo Córdoba: Poco tengo que añadir o criticar al pensamiento de Fromm, decir que fue un psicoanalista humanista, y por tanto, ajeno al establishment ortodoxo psicoanalítico, como ven piensa por sí mismo sin ceñirse a los postulados de una escuela rígida, cuestionando el método de Freud. No se limita a destruir sino que crea y construye una alternativa donde el paciente, quiero destacar, ya no es ese niño dependiente de un analista-padre sino que rescata la parte madura de la persona y trata de potenciarla. Esto es más que un detalle, es todo un giro a la teoría freudiana y una reivindicación a la libertad del paciente y una invitación a sacar su parte más sana y madura.

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