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Paz y Ciencia

miércoles, 16 de mayo de 2012

Uniones de la Infancia



Los vínculos afectivos durante la infancia forjan decisivamente nuestro estilo de relacionarnos en edades más avanzadas. En general, los padres cariñosos que apoyan a los pequeños, que los escuchan y los guían, y que establecen normas claras y razonables de conducta, tienden a alimentar en los niños la confianza y el sentido de competencia en el marco de la convivencia. Un entorno familiar entrañable y protector durante la niñez facilita en las criaturas la sensación gratificante de pertenencia a un grupo y la aptitud para ponerse con afecto y comprensión en las circunstancias ajenas. Por el contrario, el padecimiento de condiciones impredecibles, la indiferencia o el abandono tienden a fomentar en los menores la inseguridad, la suspicacia hacia los otros y el aislamiento afectivo.
El psicólogo londinense John Bowlby fue el primer científico que investigó los lazos de afecto y las consecuencias de la separación entre madres e hijos pequeños. Según relató en su biografía, el interés por estudiar el sufrimiento de los niños provenía de las penosas separaciones que sufrió durante la infancia en su propia carne. (Nota de Rodrigo C.: estuvo en un internado desde muy pequeño). Por ejemplo, Bowlby cuenta con rabia y profunda tristeza que veía a su madre solamente una hora al día después del té. A los cuatro años la cariñosa niñera contratada para cuidarle se marchó inesperadamente de la casa, una pérdida que años después describió como más dolorosa que la misma muerte de su madre. Cuando tenía 5 años su padre perdió la vida en la guerra con China. Y a los 7 fue internado en un colegio, otra "terrible e inolvidable experiencia".
Bowlby analizó y demostró que el desarrollo normal de los seres humanos exige la formación de vínculos de afecto saludables durante la infancia entre los niños y sus madre o cuidadores. Este investigador pionero identificó tres fases en la respuesta de los pequeños a la separación materna. La primera es una reacción de protesta enérgica, de enfado y aprensión, durante la cual las criaturas reclaman a su progenitora. A esta fase sigue otra caracterizada por la tristeza y la pérdida de esperanza. La tercera fase la determinan la desconexión afectiva, la indiferencia o, incluso, la negación de la figura materna. Esta respuesta, con sus tres estados sucesivos, se detecta en la mayoría de los pequeños, tanto si el motivo de la separación de sus madres es el abandono, como si deriva del internamiento forzoso o de la muerte.
Hoy sabemos que la capacidad para resistir y superar estas graves pérdidas -cada día se usa más el término resiliencia- depende de múltiples factores innatos y adquiridos, pero uno indispensable es encontrar una fuente estable de apoyo emocional, aunque provenga de una sola persona.

Chopra, Deepak : "Para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado"


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