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Paz y Ciencia

jueves, 21 de junio de 2012

El Poder y los demás Deseos



Como he explicado muchas veces, el ser humano está movido por tres deseos básicos: el de bienestar, el de vinculación social y el de afirmación del poder del yo. La atracción del poder no se debe solo a su capacidad para satisfacer este último deseo, sino también los otros dos y sus hibridaciones.
El deseo de disfrutar. El poder permite disfrutar. La imagen más popular del poder lo asocia a experiencias hedónicas. "El déspota es esclavo de su lujuria" escribe Montesquieu en sus Cartas Persas. Cuentan que Onassis decía: "El poder solo sirve para disfrutar de las mujeres más bellas". Si lo dijo, estoy seguro de que solo lo pensaba a ratos, porque es una concepción demasiado tosca o demasiado lacaniana, esa de convertir el falo en el significante supremo. Lo llamaré "concepto bantú del poder". Según cuenta Henri A. Junod en su libro Moeurs et coutumus des Bantous, para los reyes bantúes reinar es sencillamente nadar en la abundancia, estar prodigiosamente alimentado, hasta el punto de que la palabra fouma significa ambas cosas, reinar y comer.
A este nivel, sin duda infantil -o, mejor, adolescente-, ser obedecido es agradable y cómodo. Uno, además de importante, se siente tratado "a cuerpo de rey". Es lo que pensaba Sancho durante su aventura a la isla Barataria. Hablándole del poder, el duque le dice: "Si una vez lo probáis, Sancho, comeros heis las manos tras el gobierno, por ser dulcísima cosa el mandar y ser obedecido" (Quijote, Segunda Parte, capítulo XLII). Don Quijote le advierte que no es oro todo lo que reluce porque "los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones", pero Sancho está dispuesto a engolfarse hasta el cuello. Al final tiene que reconocer que estaba equivocado: "dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos (...). Abrid caminos, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad". (Segunda parte, capítulo LIII).
La capacidad del poder para provocar algún tipo de bienestar, y el ansia correlativa de poseerlo, se da en diferentes escalas, algunas minúsculas y tristísimas. Primo Levi, en su obra Los hundidos y los salvados, indica que también enrte las víctimas de campos de concentración se establecían estas relaciones de poder. Algunos privilegiados, que tenían algo más de comida o ejercían algún pequeño trabajo, abusaban de los más débiles.
Otra visión diferente pero complementaria es la que ofrece Hobbes, para quien el poder es un ansiolítico. El ser humano está permanentemente aterrado. "El día que yo nací", escribió, "mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo". El poder es quien puede introducir su orden. Por eso, el súbdito quiere serlo: para que el poder benévolo le proteja de la violencia y el caos.
El deseo de vinculación social y de reconocimiento. Somos seres sociales, y nuestra propia imagen, el concepto que tenemos de nosotros mismos, depende del juicio de los demás. El poder es un modo de afirmación y reconocimiento social. La llamada de la fama o de la gloria, el afán de distinguirse, es un motor muy poderoso. Bertrand Russell escribió: "Las dos mayores pasiones humanas son el afánde poder y el afán de gloria". Ambos afanes están relacionados. El papel de la vanidad en el deseo de poder es tremendo y ridículo, aunque quien lo siente no suele reconocerlo. La parafernalia del poder, la glorificación del floripondio, da origen a placenteros fuegos fatuos. Los cortesanos de Luis XIV vivían como un privilegio asistir a su despertar y ayudarle a cambiarse de camisa, y languidecían de pesar si eran excluidos de ese círculo doméstico. En ocasiones, la vanidad halagada es el mayor atractivo de la profesión política. Richard Crossman, miembro del parlamento británico, hace en sus memorias un comentario curioso: "Los políticos no suelen ser aficionados a ejercer el poder. Les gusta el `juego´ y la importancia de la política, así como el "prestigio que les confiere" su posible poder. Pero la inmensa mayoría de los políticos británicos, al igual que los colegas de otros países desean ganar el éxito sin mucho esfuerzo, y se estremecen cuando tienen que tomar una decisión y el poder debe ejercerse inevitablemente".

Jose Antonio Marina: "La Pasión del Poder. Teoría y Práctica de la Dominación". Anagrama, 2010, Barcelona. Pp: 22-24




http://youtu.be/QfhEKpFiepM Jorge Drexler -Todo se Transforma- Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma. Nada se pierde, todo se transforma.
http://youtu.be/QfhEKpFiepM Jorge Drexler -La Trama y el Desenlace-

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