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Paz y Ciencia

jueves, 14 de junio de 2012

La atención al analizando



"El acto de desobediencia como acto de libertad es el comienzo de la razón." Erich Fromm.
"En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y es el mármol, el médico y el paciente." Erich Fromm.
"La esperanza es paradójica. Tener esperanza significa estar listo en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida." Erich Fromm.

La posibilidad de que haya confianza es condición para empezar una relación terapéutica. Cuando un paciente me pregunto si confío en él, le digo: "Confío en usted por ahora, pero yo no tengo motivo para confiar en usted, ni usted tiene motivo para confiar en mí. Veamos qué pasa si después podemos confiar el uno en el otro, cuando nos hayamos tratado un poco". Si le dijese: "¡Claro que confío en usted!", le mentiría. ¿Cómo podría confiar en él, a menos que fuese un hombre excepcional? A veces, confío en una persona a los cinco minutos; a veces, sé definitivamente que no voy a confiar en alguien, y eso es bastante malo, porque no sirve de base para el análisis.
Pero si, a pesar de no confiar en esa persona, veo en ella algo en lo que podría cambiar, quizá le dijese que no la veo muy digna de confianza, pero que creo que hay algo en ella. Y si tampoco es así, sin ofenderla, encontraría alguna razón para explicarle por qué no somos muy aptos para colaborar y qu debería ir a otro. Jamás he dicho a nadie, ni se lo voy a decir, que no puede analizarse o que no tiene remedio. Estoy profundamente convencido de que nadie puede responder de esta afirmación. Yo no soy Dios para saber definitivamente si una persona es curable o no. A mi juicio, lo puede parecer, pero ¿cómo voy a poder confiar en mi juicio hasta tal punto de dictar un veredicto sobre esa persona, negando que nadie la pueda ayudar? De manera que nunca he terminado una primera entrevista, ni he interrumpido el cominezo de una labor, con semejante afirmación. Cuando he creído que yo no estaba en situación de atender a una persona, he tratado de mandarla a otro. Y no por excusa, sino por la profunda convicción de que estoy obligado a darle cualquier posibilidad que tenga, y una decisión de tan vital importancia, ciertamente, no puede basarse solo en mi juicio.
En lo que se refiere a reducir la dependencia del paciente, es cuestión de dosificar cada caso. Tratándose de un paciente cuasi esquizofrénico, con un entremado apego, que yo llamo simbiótico, a su analista, se siente absolutamente perdido si no tiene este vínculo inconmovible o inquebrantable con la persona central. En muchos pacientes esquizofrénicos o preesquizofrénicos se descubrirá una relación simbiótica con la figura materna o paterna, y en ese momento debe hacer qeu se enfrenten a la necesidad de independizarse... y podrían sufrir una crisis psicótica. Sobre la relación simbiótica, yo diría que no se ha cumplido la individuación a pesar de haberse superado la adolescencia.
Freud creía que al examinar, al estudiar al profundidad de una persona, el comprender esta lo que ocurre en su interior puede hacerle cambiar de personalidad, puede curar sus síntomas. Quisiera llamar la atención sobre lo extraordinario de esta idea de Freud, de dedicar tanto tiempo a una persona, ya entonces, hace mucho años, y más aun ahora, que no corresponde al talante contemporáneo. Al contrario, como todo hay que hacerlo deprisa, la objeción más importante al psicoanálisis es que lleva mucho tiempo. Claro que un análisis malo debe durar lo menos posible. Pero un análisis eficaz, un análisis profundo, debe durar tanto como haga falta. Naturalmente, hay que probar métodos para no prolongarlo más de lo necesario, pero la idea de que merece la pena prestar atención a una persona, dedicarle cientos y cientos de horas, me parece que por sí solo manifiesta el profundo humanismo de Freud.
Pero que el psicoanálisis lleve demasiado tiempo no es en sí mismo, un argumento en contra. Y el aducirlo como problema social no pasa de mera justificación. Es decir, cuando uno cree que una persona no merece tanta atención, que esa persona no es tan importante para eso, justifica esta idea presentándola como un punto de vista social: el que solo los acomodados pueden permitirse ese tratamiento. Siempre hay profesionales que analizan algunos pacientes gratis o por reducidos honorarios, sin que de este modo pueda resolverse el problema de la remuneración. Me parece que la única solución estaría en que la sanidad pública hiciese asequible a todos este tratamiento terapéutico.
Por otra parte, la idea de que el paciente debe pagar el tratamiento como condición para curarse parece la contraria a la del Evangelio, de que los ricos no entrarán en el reino de los cielos.Me parece un absurdo enorme. Porque se trata del esfuerzo que uno haga. Para una persona muy rica, pagar el tratamiento no signifca absolutamente nada. De hecho, sirve para deducir de los impuestos (Nota de Rodrigo C.: 1ºSoy partidario de la Aceptación Incondicional y 2ª Creo que en tiempos como estos, todavía más, hay que tener sensibilidad con los honorarios, sin que llegue a ser una cuestión de regateo de mercadillo turco). De manera que se convierte en el único criterio de si una persona se muestra desinteresada por el tener que pagar o no pagar. Pero es una justificación muy interesada del psicoanalista, que el paciente tenga que pagar y, cuanto más pague, antes se curará, porque ha hecho más sacrificio. Aunque también es una forma de pensar moderna: uno paga lo que más estima y no paga lo que estima poco. Pero si uno paga mucho por el psicoanálisis, puede estimarlo menos aún, porque, sencillamente, está acostumbrado a comprar. Es un hecho. La gente que tieen mucho dinero no da un valor especial a lo que compra.
En cuanto a la terapia de grupo, desconfío mucho de ella. Tengo que decirlo, aunque yo ninca he hecho terapia de grupo, y quizá precisamente porque me disgusta muchísicmo. Simplemente, me disgusta la idea de que una persona hable de su intimidad delante de otras diez. Yo no lo soportaría. Además, sospecho que se trata de un psicoanálisis de pobres, para los que no pueden pagar los 25 dólares por hora de consulta, pero si se juntan diez y pagan 50 entre todos, ¡pùes muy requetebién! (Nota de Rodrigo C.: Ahora, el psicodrama y otras técnicas gestálticas y psicoanalíticas pueden ayudar, aunque lo entiendo como refuerzo, no como único tratamiento).
Aunque, en realidad, puedo imaginar que la terapia de grupo tenga utilidad especial para los adolescentes, en el caso de que no estén muy enfermos y sus problemas sean parecidos. Quizá les sirva de ayuda el ver que sus problemas son semejantes a los de otros y pueden aliviarse superficialmente con buenas instrucciones y buenos consejos, lo que no está mal. Pero no creo de ningún modo que pueda sutituir al psicoanálisis, tan individual y personal que no me parece que pueda prestarse a este método de la terapia de grupo. Y yo soy un individualista, chapado a la antigua. Pero eso, creo que es inhumano y antihumanista el método, el sistema, el ambiente general de hoy, en que la intimidad va reduciéndose cada vez más en beneficio de la cháchara colectiva. Y no me parece que sea favorable a ninguna buena terapéutica, excepto en casos muy precisos en los que no se pretenda mucho más.
No me impresiona todo eso que se dice, de que la relación terapéutica entre el analista y el paciente es artificial, como también sería artificial la relación amorosa entre dos personas que no se amen en sociedad y no se exhiban en sus momentos más íntimos -"¿estáis viendo qué bien lo hacemos?"- delante de otros diez. Se trata de la justificación de una época que va perdiendo cada vez más intimidad.

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