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Paz y Ciencia

viernes, 1 de junio de 2012

La influencia de la cultura y la sociedad




Según Freud, el origen de una orientación determinada del carácter -oral-receptivo, oral-sádico, o anal- se debe a la fijación de la líbido a una de las zonas erógenas. En otras palabras, según el curso que tome su desarrollo, la libido se fija a cierta zona erógena, y el rasgo de carácter es, ya una sublimación de este deseo libidinoso, ya una formación reactiva en contra [...]
En mi opinión, este no es más que un elemento secundario. Lo fundamental no es la fijación a una zona erógena, sino que, en efecto, el hombre tiene solo unos cuantos modos de asimilar el mundo: puede obtener cosas, reciebiéndolas pasivamente, tomándolas por la fuerza, o acumulándolas. Pero creo, como ya dije en mi libro Ética y Psicoanálisis, que hay otro modo: el trueque. Y también podemos obtener cosas produciéndolas. No hay más. Y creo que depende primero del carácter de la sociedad, de la cultura; y segundo, del carácter de los padres -por no hablar de la constitución del niño-, cuál de estas formas o modos de asimilación será el fundamental de la persona. Y solo secundariamente se presentará lo que pueda ser cierto sobre eso de las zonas erógenas, pero más bien como consecuencia, no como causa.
En mi idea, el carácter, como en realidad cualquier otro concepto, no deriva, pues, de la evolución de la libido, sino del carácter de los padres y de lo que he llamado el carácter social, es decir, el tipo de carácter que cada sociedad produce, por necesitar hombres que quieran hacer lo que deben hacer. Poniendo un ejemplo sencillo, en el siglo XIX hacía falta que la gente ahorrase. La época exigía acumulación de capital. La gente debía tener el gusto del ahorro. De modo que la educación, el ejemplo de los padres y la forma entera de crianza de los niños producían ese tipo de carácter social que llamaríamos anal-acumulativo. Hoy hace falta que la gente gaste. De modo que se produce la orientación receptiva y comercial. Hace falta gente que esté dispuesta a ofrecerse en la plaza. Tomando una expresión correcta de esta época, en vez de decir "no te creo", muchos dicen "no te lo compro". O sea, saben muy bien, aunque no conscientemente, que todo, incluso el intercambio de ideas, es cosa de mercado, se compra o no se compra.
En cuanto a las orientaciones del carácter, mi descripción de los síndromes es parecida a la de Freud, pero no su explicación genética. En mis escritos, no he aclarado bastante dónde veo las semejanzas y dónde no las veo. Y quizá no lo haya hecho porque, en realidad, yo mismo no lo he tenido claro hasta hace pocos años.
Pero quisiera tocar un punto: cuando dicen que yo doy importancia a la cultura, creo que hacen jusiticia a Freud, porque Freud también da importancia a la cultura. Aunque hay una diferencia grande. Para Freud, la cultura era una cosa cuantitativa, de más o menos civilización, es decir, de más o menos fuerza de intensidad de la represión del instinto. Mientras que yo considero la cultura, no como cosa cuantitativa, de más o menos represión, sino como una cosa cualitativa, como la diferente estructura de una sociedad determinada, que forma al hombre, lo moldea y constituye su vida. Dicho de otro modo, yo creo que nosotros somos lo que debemos ser en conformidad con las necesidades de la sociedad en que vivimos y, por eso, para mí es importantísimo estudiar la particular estructura de una sociedad determinada, sea el feudalismo, o el capitalismo decimonónico, el capitalismo de nuestro siglo, o la sociedad esclavista griega. El carácter que forman estas estructuras sociales es para mí el esencial principio genético de los tipos, no la evolución de la libido según ciertos hechos o sucesos en relación con las zonas erógenas.
Lo que me importa subrayar es el estudio de la estructura particular de cualquier sociedad determinada, y eso no lo hizo Freud. Lo cual no es criticarlo, porque él no estaba predispuesto a ello. Pero, en lo esencial, tampoco lo han hecho Harry Stack Sullivan ni Karen Horney, que no se han interesado por analizar la sociedad, sino que se han interesado simplemente por la influencia de la cultura...Bueno, no soy justo del todo. Karen Horney menciona ciertos rasgos típicos de la sociedad moderna, pero para mí hace falta más: hace falta combinar el psicoanálisis con un análisis científico estricto de la estructura social.
(En la conducta sexual, queda clara la influencia social y cultural sobre los impulsos instintivos.) Hoy se consume todo inmediatamente, y asi se consume la sexualidad. Es parte de la tendencia, es lo único que se tiene en la vida, y la sociedad no corre ningún peligro en absoluto. Al contrario, todas las ideas críticas, todas las protestas contra esa forma de vida, relativamente inhumana, quedan amortiguadas por este gran desfogue sexual.
No hablo de relaciones sexuales extraconyugales, sino de las relaciones sexuales -llamémoslas sexualidad "instantáneas"- que no se acompañan de ningún hondo sentimiento ni clase ninguna de intimidad humana. Tampoco digo que nada de eso esté mal. Yo creo también que no hay nada malo en la sexualidad, porque la sexualidad es una manifestación de vida, no de muerte. Y creo también que no hay nada malo en ella, porque es sexualidad:es, en efecto, mucho mejor que su represión y que su insincera negación, como ocurría en el siglo pasado. Hablo de una evolución muy en general. Hablo de la sexualidad frívola, puramente accidental, sin intimidad, que practicaba, por ejemplo, la clase alta del siglo pasado. Es curioso: mucha gente cree que este tipo de vida sexual es cosa nueva, que la han traído generaciones jóvenes. Olvidan por completo que al menos la clase alta de Inglaterra ha llevado mucho tiempo esta forma de vida. Leyendo descripciones de sus saraos, vemos que, en aquellos palaciones de sesenta o cien habitaciones, el cuidado principal de los anfitriones era distribuirlas de modo que no supusiera ningún apuro el buscar la mujer de otro, que no tuviesen que andar mucha distancia de un dormitorio a otro. En Jeannie, libro sobre la madre de Churchill, leemos que acostumbrada a dormir con hombres que podían ser de utilidad para su hijo, y este la animaba bastante. Churchill no lo dice con muchas palabras, pero opinaba que era deber de una madre ayudar a su hijo a hacer carrera. Y todo, sin sombra de dudas ni justificaciones morales de ningún tipo. Por tanto, no se trata de nada nuevo. En realidad, no es más que uno de tantos casos en que un uso antiguo de la clase alta acaba por generalizarse. Aquella pauta cultural se observa hoy en la sociedad entera.



http://youtu.be/krI0lBqPaDY Avalanch-Xana- Buena letra. Con la contundencia de Fromm.
http://www.youtube.com/watch?v=hbiQn4-1qv8&feature=colike Saratoga -Si Amaneciera- Más dulce.
http://youtu.be/cS7aLUp8EzU Saratoga -Parte de mí- Balada.

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