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Paz y Ciencia

sábado, 2 de junio de 2012

La llamada de la Psicología Positiva




Yo no escogí la psicologia positiva. Sentí su llamada. Era lo que quería desde un buen comienzo, pero la psicología experimental primero y la psicología clínica después eran las únicas posibilidades que se asemejaban de algún modo a mis intereses. No conozco ninguna forma menos mística de decirlo. Vocación -ser llamado a actuar en vez de decidir actuar- es una vieja palabra pero es real. La psicología positiva me llamó al igual que las zarzas ardientes llamaron a Moisés.
Los sociolingüistas distinguen entre un trabajo, una carrera y una vocación. El trabajo se hace por dinero y cuando deja de dar dinero, uno deja de trabajar. Una carrera se sigue por los ascensos, y cuando ya no se puede ascender más, se deja o uno se convierte en una especie de cáscara vacía. Sin embargo, una vocación se acomete por su valor intrínseco. Se acometería de todos modos, sin sueldo ni ascensos. "¡Intenté impedírmelo!" es lo que nos grita el corazón cuando se siente frustrado.
Cada mes organizo una sesión optativa de cine con palomitas, vino, pizza y cojines en el suelo. Paso películas que transmiten la psicología positiva mejor que las clases llenas de palabras pero sin música ni imágenes cinematográficas. Siempre he empezado con Atrapado en el Tiempo e, incluso después de haberla visto cinco veces, me asombra hasta qué punto nos insta, con anhelo, a experimentar la transformación personal positiva. He pasado El diablo viste de Prada, una película sobre la integridad, la de Meryl Streep, la jefa despiadada y no la de Anne Hathaway, la "gorda"; Cadena Perpetua, y no es Andy Dufresne (Tim Robbins) el banquero acusado por error, quien se redime, sino el narrador, Red (Morgan Freeman); Carros de Fuego, con la personificación de tres motivos para ganar: Eric Liddell, que corre por Dios; lord Andrew Linley, por la belleza, y Harold Abrahams, por él mismo y la tribu; y Sunday un the Park with George, que, incluso después de haberla visto veinticinco veces, hace que se me caigan las lágrimas durante la trascendental escena final del primer acto en el que queda reflejado lo que es el arte, los niños, París, lo perdurable y lo efímero.
El año pasado completé la serie con Campo de Sueños, una obra genial, incluso mejor que la fascinante novela Shoeless Joe de W.P. Kinsella en la que está basada. Vi por primera vez esa película en circunstancias extrañas y conmovedoras. En 1989 llegué a casa un lluvioso día de invierno y me encontré en la puerta a un psicólogo agotado, desaliñado y empapado. Se presentó en un inglés inconexo diciendo que era Vadim Rotenberg de Moscú, explicó que acababa de huir de la Unión Soviética y que yo era la única persona que conocía en EEUU. Nuestro "conocimiento" consistía en que yo le había escrito pidiéndole la reimpresión de su fascinante obra sobre la muerte súbita en animales, y luego él me había invitado a dar una conferencia en Baku, Azerbaiyán, en 1979; el viaje se canceló de forma imprevista a instancias del departamento de Estado de EEUU debido a una crisis repentina producida durante al guerra fría.
Me explicó sin aliento que había escapado por los pelos de la URSS. Me contó fragmentos de su historia; era el único judío al que habían concedido un laboratorio entero durante el mandato de Leónid Brézhnev, dado que el politburó consideró que su obra sobre la indefensión aprendida y la muerte súbita resultaba significativa desde un punto de vista militar. Cuando Brézhnev falleció en 1982, la estrella de Rotenberg se fue apagando, el antisemitismo volvía a aumentar y la situación se estaba desmoronando.
Me sentía más incómodo de lo normal en compañía de desconocidos, por lo que me lo llevé al cine. Resulta que daban Campo de Sueños. Encantandos, contemplamos cómo un maizal de Iowa se convertía en un campo de béisbol, los Chicago Black Sox se materializaron a partir del maíz y en el marcador del Fenway Park de Boston parpadeaba "Moonlight Graham". Rotenberg se inclinó hacia mí cuando el padre de Ray Kinsella (Kevin Costner), muerto hacía tiempo, le pregunta si quiere recoger un lanzamiento. Llorando, el psicólogo me susurró: "¡Ezta pilícula no ser de béizbol!".
Está claro que no es de béisbol. La película va sobre la vocación, sobre recibir una llamada, sobre construir algo allí donde no había nada. "Si lo construyes, vendrán". Había recibido una llamada, eso es lo que me había pasado. A pesar de las objeciones de mis decanos, de mi propio departamento y de los administradores, el programa del Master Aplicado de Psicología Positiva nació en los maizales baldíos de Filadelfia. ("¿Esto es el cielo?", pregunta Shoeless Joe. "No, es Iowa", responde Ray Kinsella.) ¿Y quién vino?
-¿Cuántos habéis recibido la llamada para venir aquí? -me aventuré a preguntar con timidez. Se alzaron muchas manos. Todas las manos.
- He vendido el Mercedes para venir.
- Yo era como un personaje de Encuentros en la Tercera Fase, esculpiendo la torre que soñaba continuamente. Entonces vi en anuncio del Master y aquí estoy, en la torre.
- Dejé la práctica clínica y mis pacientes.
- Odio viajar en avión y cojo un dichoso avión y viajo durante sesenta horas, entre venir desde Nueva Zelanda y volver, una vez al mes, para estar aquí.
El MAPP ha sido mágico, mucho mejor que cualquier otra experiencia docente de las que he tenido durante mis cuarenta y cinco años de profesor. Los elementos, en formato resumido, son los siguientes:
- Contenido intelectual: desafiante, aplicable a nivel personal y divertido.
- Transformador: tanto a nivel personal como profesional.
- Vocacional: los alumnos y los profesores se sienten llamados.
Estos elementos implican la posibilidad de que exista una educación positiva para alumnos de todas las edades, y me centraré en esta visión más amplia.



http://www.youtube.com/watch?v=1Mp0rBHhXMs&feature=colike James Taylor -How Sweet It Is 1979-
http://www.youtube.com/watch?v=PTAMkbaXKXw&feature=colike Eric Clapton -Tears in Heaven-
http://www.youtube.com/watch?v=DLG3YKa-UFk&feature=colike Led Zeppelin -Stairway To Heaven-

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