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Paz y Ciencia

miércoles, 20 de junio de 2012

Los valores sagrados de la educación: Alice Miller



Los valores sagrados de la educacion, del libro "Por tu propio bien" de Alice Miller.

Pero también nos produce un placer muy especial, secreto, ver cómo la gente que nos rodea no se da cuenta de lo que realmente está ocurriendo (Adolf Hitler, cit. según Rasuchning, pág. 181).

Sinopsis del libro: ¿Cuántas veces no habremos oído —y dicho, llegado nuestro turno— «te castigaremos por tu propio bien» ? Este libro denuncia precisamente los estragos de este tipo de educación —que se propone romper la voluntad del niño para convertirlo en un ser dócil y obediente— y demuestra cómo, fatalmente, el niño que ha sido pegado pegará a su vez, el que ha sido amenazado amenazará y el que ha sido humillado humillará ; cómo, sobre todo, en el origen de la peor violencia, la que uno se inflige a sí mismo o la que se hace padecer al prójimo, se encuentra siempre el aniquilamiento del alma infantil.

Las personas uqe hayan crecido dentro del sistema de valores de la "pedagogía negra" y no hayan tenido experiencias psicoanalíticas de ningún tipo, recibirán mi postura antipedagógica ya sea con un miedo consciente, ya con un rechazo intelectual. Me reprocharán mi indiferencia ante ciertos valores sagrados o el hecho de que saque a relucir un optimismo ingenuo y no tenga la menor idea de lo malos que pueden ser los niños. Tales reproches no me sorprenderían, pues sé perfectamente en el qué razones se apoyan. No obstante, quisiera decir algo sobre el problema de la indiferencia de valores.
Para cualuier pedagogo resulta evidente que es malo mentir, hacer daño a otra persona u ofenderla, reaccionar con crueldad a la crueldad de los padres en vez de mostrar comprensión haci asus buenas intenciones, etc, etc. Por otro lado, se considera bueno y valioso que el niño diga la verdad, que agradezca a sus padres sus intenciones y pase por alto la crueldad de sus actos, que acepte las ideas de sus progenitores, pero a la vez sea capaz de expresarse críticamente sobre sus propias ideas y, sobre todo, que no cree dificultad alguna en relación con los que se le exija. Para inculcar al niño estos valores casi universalmente válidos y arraigados tanto en tradición judeo-cristiana como en otras, el adulto debe recurrir a veces a la mentira, la simulación, la crueldad, los malos tratos y la humillación. Sin embargo, en su caso no se trata de "valores negativos" , puesto que él mismo ha sido ya educado y solo puede destinar estos medios al objetivo sagrado: conseguir que el niño se libere algún día de la mentira, la simulación, la maldad, la crueldad y el egoismo. De lo expuesto resulta evidente que una relativización de los valores morales tradicionales ya es inmanente a este sistema de valores: en última instancia, la jerarquía y el poder deciden si una acción se ha de incluir entre las buenas o entre las malas. El mismo principio domina el mundo entero. El poderoso dictamina el criterio, y el vencedor en la guerra obtiene reconocimiento tarde o temprano, independientemente de los crímenes que haya cometido en su marcha hacia la victoria.
A esta conocidísima relativización  de los valores según la posición de poder quisiera yo añadir otra, deducible de perspectivas psicaonalíticas. En cuanto dejamos ed dar instrucciones a los niños, debemos comprobar que es impoisble decir la verdad sin herir al mismo tiempo a nadie, o demostrar, sin mentir, una gratitud que no sentimos, o bien pasar por alto las crueldades de los padres y convertirnos en seres humanos con autonomía crítica. Estas dudas surgen necesariamente en cuanto abandonamos el sistema abstracto de valores de la ética religiosa o filosófica  y nos volvemos hacia la realidad psíquica concreta. Las personas no familiarizadas con esta manera concreta de pensar puede que sientan mi relativización de los valores pedagógicos tradicionales y, en general, el cuestionamiento del valor de la educación, como una actitud chocante, nihilista, amenazadora o incluso ingenua. Esto dependerá de su propia historia. Por mi parte solo puedo decir que, para mi, existen valores que no necesito relativizar y de cuya posibilidad de realización probablemente dependan, a la larga, nuestras perspectivas de supervivencia. Entre ellos se cuentan: el respeto al más débil -es decir, también al niño- y el respeto a la vida y sus leyes, sin las cuales cualquier creatividad acabaría asfixiándose. El fascismo, en todas sus manifestaciones, carece de este respeto, propaga la muerte psíquica y castra el alma con ayuda de su idelogía. Entre todas las figuras prominentes del Tercer Reich no he encontrado una sola que no hubiera tenido una educación rígida y severa. ¿No debería invitarnos a reflexionar?

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