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Paz y Ciencia

lunes, 25 de junio de 2012

Tristeza normal y patológica



"La depresión abre una enorme grieta en el amor". Andrew Solomon. El demonio de la depresión, 2001.

Son muchas las personas que conocen de primera mano el poder de la melancolía para corromper sus relaciones y sus vidas. Al mismo tiempo, también es una fuente inagotable de inspiración para aquellos y aquellas que se expresan a través del arte, sea como oficio o como afición, tiene el mismo valor, la expresión del interior. Eso vale.
Algunas veces cuesta identificar el motivo del abatimiento. No tiene por qué haber precipitantes objetivos o tangibles, en muchos casos, se debe a una cuestión interna, un nudo, un quiste emocional que permanece bloqueando el limpio flujo de la conciencia por problemas acumulados en la biografía.
En ocasiones la causa se encuentra en un trastorno físico, por ejemplo: anemia, hepatitis o cáncer.
En ocasiones se debe a precipitantes externos bien detectados: despido, situación de incertidumbre por un ERE, separación de la pareja, etc.
La distinción entre en el sentimiento normal de tristeza y los efectos de un trastorno de depresión que requiere tratamiento especializado (a me humilde parecer la tristeza normal puede requerir si así lo siente la persona tratamiento especializado, aunque no sea medicamentoso, por cierto, tanto mejor). La distinción es un desafío.
La capacidad de ponernos tristes es una cualidad natural, como Charles Darwin detectó ya hace siglo y medio, al describir esta reacción común incluso en los primates cuando son separados de sus madres o de compañeros de grupo. Pese a ser una emoción dolorosa, la tristeza y el llanto que causan las desgracias son considerados en todas las culturas una especie de grito de socorro que merece una respuesta de apoyo, de compasión y de solidaridad por parte de los demás. Sin embargo, la amargura y la desesperación que, sin causa aparente, manifiestan las personas patológicamente deprimidas suelen provocar en los demás incomprensión e incluso rechazo y alejamiento de los afligidos, lo que retroalimenta el aislamiento, la depresión y el sentimiento de abandono.
La tristeza normal tiene tres características: es un estado emocional coherente con una circunstancia dolorosa específica; su intensidad es proporcional al suceso que la provoca, y remite cuando cesa el motivo o la persona se adapta o supera gradualmente la situación. La tristeza es una respuesta a una situación concreta de pérdida tanto transitoria como prolongada.
La segunda propiedad de la tristeza normal es que su intensidad y manifestación son proporcionales a la magnitud y duración de la pérdida. Esto también implica que la persona afectada percibe la circunstancia negativa correctamente y no la distorsiona ni exagera.
El tercer aspecto de la reacción normal de tristeza es que remite o se aplaca cuando la situación que la causó cambia para mejor, o la persona se adapta y la supera emocionalmente...
Distinguir la tristeza normal del trastorno depresivo es importante. Aunque puede ser nefasto considerar normal una depresión patológica, diagnosticar com patológica una condición normal también puede ser muy perjudicial. En efecto, lo habitual es que una vez que los afligidos son catalogados de enfermos (lo que, por cierto, no ayuda generalmente), la atención se concentre en la enfermedad como una agresión externa y en el tratamiento, por lo que tanto ellos como las personas a su alrededor dejan de tomar medidas apropiadas y beneficiosas para entender, cambiar o resolver sus circunstancias. Además corren el riesgo de recibir remedios médicos innecesarios o incluso nocivos.
La depresión puede ser un trastorno de personalidad, algo caracterial o un síndrome, tener esto en cuenta es fundamental porque hasta no hace mucho, la depresión se entendía y se entiende dentro de la "epidemia del siglo", etc. Sin embargo, aquellos que hayan leído el blog, saben que el narcisismo conduce a la depresión, y ese, de hecho, es el motivo de consulta en los trastornos de personalidad.
La depresión da lugar a síntomas, sensaciones, sentimientos y pensamientos. Los síntomas (que es lo que interesa en el DSM y a muchos psiquiatras) tienen que durar, al menos, dos semanas. Las personas deprimidas pierden completamente el interés en actividades y relaciones que hasta entonces le resultaban placenteras. Además de profundamente tristes, se sieten ansiosas, iritables e impacientes con los demás, en particular con los seres cercanos que más quiere.
Los estados depresivos alteran el pesamiento. Fomentan opiniones más desfavorables de sí mismos y la autocrítica mordaz de los fallos y defectos más insignifcantes. Estas personas profundamente melancólicas se consideran indignas de afecto, se juzgan culpables de cualquier desgracia, real o imaginaria, y llegan hasta considerarse merecedoras de su propia desdicha. Sin tratamiento, las perspectivas de sí mismos, del mundo que les rodea y del futuro se ensombrecen hasta el punto de no verle ningún sentido a la vida e incluso desear estar muertos. Es un recorrido angosto y oscuro donde, en términos psicoanalíticos  gobierna la pulsión de muerte: Thanatos. Es un camino hacia la muerte, hablando de forma metafórica, no obstante, las personas melancólicas llegan a desear la muerte e investigan en internet, por ejemplo, medios. La mayoría de los intentos de suicidio no llevan a la muerte. Antes de hacer ningún tipo de conducta desgarrada o si aparecen pensamientos catastróficos en ud pida ayuda. La depresión se puede curar, se cura de hecho.

Texto inspirado en el libro de Luis Rojas Marcos: "Convivir". Punto de Lectura, 2009, Madrid. Pp.:73-77.

Rojas Marcos es un representante de la psicología positiva en España, no obstante, su formación en EEUU en psiquiatría se plasma en sus textos, antes de la revolución "positiva" y plasma los clichés psiquiátricos, a veces, nihilistas. O, tal vez, ajenos a un marco de trabajo psicoanalítico, humanista, gestáltico, sistémico. La línea de trabajo es la medicación, segúnsu marco, y un apoyo en medidas psicoterapéuticas. Lo cual es más eficaz al revés. Psicoterapia y medicación, como último recurso. Quiero decir algo importante, desde mi prisma, me da igual que la persona no "reuna" los criterios diagnósticos para una depresión, con lo que trabajo es con un ser humano y sus sentimientos,  no con un libro absurdo y prejuicios diagnósticos y demás protocolos absurdos.  Rodrigo Córdoba Sanz.




La melancolía es un tema iconográfico antiguo y persistente en las artes plásticas.
No hace mucho tiempo, en el Grand Palais de París, se presentó una muestra que recorría ese tema a través de más de veinte siglos. Jean Clair, su curador, la tituló Melancolía, genio y locura en Occidente. Según el crítico, la melancolía se caracteriza por un estado de consternación en el que la realidad parece extraña. El mundo visible, para el melancólico, perdió todo sentido, es inaccesible.
La melancolía es uno de los estados de la mente que más ha interesado en Occidente desde que en el V antes de Cristo, Hipócrates, padre de la medicina moderna, la definió asociada a la bilis negra (del griego melankholía, compuesto por melas, negro, y kholé, bilis). Era uno de los cuatro humores producidos por el cuerpo humano (sangre, bilis amarilla, flema y bilis negra) que, aunque hoy parezca absurdo, se creía que provocaban temperamentos particulares, con características específicas y que se combinaban para determinar los estados de salud y enfermedad del cuerpo y del alma.
En la primera sala del Grand Palais, junto con estelas funerarias áticas del siglo V antes de Cristo, se exhibía una pequeña estatua romana de bronce que presenta el arquetipo del hombre melancólico, sentado, con la mano en la mejilla. En esa posición está representada la figura femenina de Melancolía (1514), el famoso grabado de Alberto Durero.
En la influyente Iconología de Cesare Ripa, publicada en Roma a fines del siglo XVI (un repertorio de imágenes y alegorías), se describe la Melancolía de manera similar, como una mujer sentada sobre una roca, que apoya las mejillas sobre sus manos. Esa representación se reitera durante siglos y se convierte en el paradigma de la actitud provocada por el humor de la bilis negra.
En la muestra, la sala dedicada al siglo XX, con su título, señala el sentido exacto de la alegoría en el arte moderno: "La angustia de la Historia". En este apartado están las telas de Giorgio De Chirico (autor en 1912 de una obra titulada Melancolía), con sus mundos abandonados, poblados por estatuas, sombras y ruinas. También se presentan, entre otras, pinturas y esculturas de Edvard Munch, Auguste Rodin, Francis Gruber, Edward Hopper, Mario Sironi, Pablo Picasso, Otto Dix y George Grosz. Completaban la exhibición los contemporáneos Ron Mueck (uno de los Young British Artists) y el alemán Anselm Kiefer, de quien se expuso Melencholia (1989), un avión de plomo similar a los que mandó construir Hitler en sus últimos momentos, que lleva en una de sus alas el conocido poliedro del grabado de Durero.
En el arte argentino del siglo XX, la melancolía aparece como motivo iconográfico reiterado en la obra de varios artistas de la generación surgida en la década del treinta, entre quienes están Emilio Centurión (1894-1970), Lino Enea Spilimbergo (1896-1964) y Antonio Berni (1905-1981).
Emilio Centurión, en obras como Retrato (Museo Eduardo Sívori), realizado en 1934, remite a la melancolía en un contexto pictórico clásico, austero, de formas rotundas y materialidad táctil. Lino Enea Spilimbergo, desde el comienzo de la década del treinta, pintó mujeres monumentales, pétreas, despojadas de la palpitación de lo orgánico y profundamente melancólicas.
A esta serie pertenece Figuras, del Museo Nacional de Bellas Artes, tela que representa a una mujer y un niño -muy dulce y sereno este último-, pintados con severa estructura, con dibujo cerrado y color sobrio.
También en los años treinta, Antonio Berni, de manera contemporánea con sus grandes composiciones, pintó otras telas de un realismo más mágico que crítico.
Las mujeres de estos cuadros tienen una actitud pensativa y ausente, están abismadas en sus pensamientos. Sin dudas, responden al motivo iconográfico de la melancolía. Entre ellas se encuentra La mujer del suéter rojo (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, MALBA), una figura que presenta una quietud melancólica sin angustias.
En Primeros pasos (Museo Nacional de Bellas Artes), se reitera el motivo de la melancolía. Detrás de la joven bailarina, liviana y grácil, contrasta el duro y distante personaje femenino que, en actitud pensativa y melancólica, está sentado frente a una máquina de coser. Quizás, la composición alude a la meditación de la mujer sobre el futuro incierto.
La melancolía, para estos pintores, según puede inferirse, es una figura alegórica de la desesperanza. Sus cuadros hablan del desaliento frente destino del país (y del mundo) amenazado por los fascismos. En definitiva, como escribió Paul Valéry en sus Cahiers, analizando el famoso grabado de Durero: lo que abruma a los melancólicos "es la horrorosa masacre de todos los posibles que el curso de la realidad exige"

Por Jorge López Anaya
Para LA NACION
http://blogs.periodistadigital.com/eldivan.php/2007/03/08/p79471

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