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Paz y Ciencia

miércoles, 16 de enero de 2013

La función del arquetipo


LA FUNCIÓN DEL ARQUETIPO

El motivo del niño no solo representa algo que existió en un pasado remoto, sino también algo que existe ahora; es decir, no se trata simplemente de un vestigio sino de un sistema que funciona en el presente cuyo propósito es el de compensar o corregir, de manera significativa, la inevitable excentricidad de la mente consciente. Esta suele concetrarse solo en unos pocos contenidos potenciales. Esta exclusión dará lugar a cierta unilateralidad de los contenidos conscientes. Puesto que la conciencia diferenciada del hombre civilizado constituye un instrumento eficaz para la realización práctica de sus contenidos, a través de la dinámica de la voluntad, existe tanto mayor peligro, cuanto más ejercita su voluntad de que se pierda en la unilateralidad y termine desviándose progresivamente de las leyes y raíces de su ser. Esto implica, por un lado, la posibilidad de la libertad humana pero, por otro lado, es una fuente de transgresiones continuas contra los propios instintos. En consecuencia, el hombre primitivo, que, como animal, permanece más próximo a sus instintos, se caracteriza por el miedo a la novedad y por su apego a la tradición. Para nuestra manera de pensar, su atraso es muy notorio, mientras que nosotros exaltamos el progreso. Pero nuestro progresismo, aunque puede dar lugar al atractivo cumplimiento de muchos deseos, va generando una deuda prometeica igualmente colosal, que debemos pagar de tanto en tanto en forma de catástrofes monstruosas. Durante cientos de años el hombre ha soñado con volar, ¡y lo que ese sueño nos ha deparado son los bombardeos masivos! En la actualidad, la esperanza cristiana de una vida más allá de la tumba nos hace sonreír, y sin embargo caemos a menudo en milenarismos cien veces más ridículos que la noción de un idílico más allá. Nuestra conciencia diferenciada está en continuo peligro de desarraigo; de ahí que necesite la compensación del aún vigente estado de la infancia.
Desde la perspectiva progresista, los síntomas de la compensación se describen en términos pocos halagadores. Dado que, vista superficialmente, parece una operación dilatoria, la gente habla de inercia, atraso, escepticismo, crítica, conservadurismo, timidez, mezquindad, y así sucesivamente. Pero en la medida en que el hombre tiene una enorme capacidad para disociarse de sus propias raíces, puede también verse arrastrado inadvertidamente hacia la catástrofe por su peligrosa unilateralidad. El ideal conservador es siempre más primitivo, más natural (tanto en su sentido positivo como negativo) y, en la medida en que confía en la ley y en la tradición, más "moral". El ideal progresista, por su parte, es siempre más abstracto, menos natural y, en la medida en que es desleal a la tradición, menos "moral". El progreso impuesto por la voluntad es siempre convulsivo.  El atraso podrá estar más próximo a la naturalidad, pero se ve a su vez amenazado por peligrosos despertares. La antigua perspectiva se daba cuenta de que el progreso solo es posible "Si Dios quiere", mostrándose con ello consciente de la existencia de los opuestos y repitiendo en un plano más elevado los seculares "ritos de paso". Cuanto más diferenciada se vuelve la conciencia, tanto mayor es el riesgo de ruptura con la condición de partida. La ruptura total se produce cuando se olvida Deo Concedente. La psicología tiene ahora por axioma la idea de que cuando una parte de la psique se escinde de la conciencia, solo queda aparentemente desactivada pero, de hecho, toma posesión de la personalidad y falsea los objetivos conscientes del individuo. Por consiguiente, si se reprime el estado infantil de la psique colectiva hasta excluirlo totalmente, los contenidos inconscientes pueden terminar dominando a los objetivos conscientes e inhibir, falsear e incluso destruir su realización. El progreso viable es solo posible con la cooperación de ambos.

CARL GUSTAV JUNG

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