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Paz y Ciencia

jueves, 18 de abril de 2013

Alice Miller



"En mi infancia tuve que aprender a reprimir mis emociones espontáneas a las afrentas -reacciones como la rabia, la ira, el dolor o el miedo- por temor a un castigo. Más tarde, en mi etapa escolar, me sentía incluso orgullosa de mi capacidad de autocontrol y de mi contención. Creía que esta capacidad era una virtud, y esperaba verla también en mi primer hijo.
"Sólo cuando pude liberarme de esta actitud me fue posible entender el sufrimiento de un niño al que se le prohibe reaccionar de manera adecuada a las heridas y experimentar su forma de relacionarse con sus emociones en un entorno favorable, para que más adelante, en su vida, en vez de temer sus sentimientos encuentre en ellos una orientación.

"Por desgracia, a mucha gente le ha ocurrido y le ocurre lo mismo que a mí. De pequeños no se les permitió mostrar sus emociones, por lo que no las vivieron y más tarde las anhelaron. En la terapias algunos han conseguido encontrar sus emociones reprimidas y vivirlas, con lo que éstas se han transformado en sentimientos conscientes que la persona puede entender desde su propia historia, y ya no necesita temer. Sin embargo, otros han rechazado este camino porque no han podido o no han querido confiar a nadie sus trágicas experiencias. Son los que en la actual sociedad de consumo se encuentran como en casa.
"Es de buen tono no mostrar los sentimientos salvo en un estado excepcional, el producido tras el consumo de alcohol y drogas; de lo contrario, lo que gusta es ridiculizar los sentimientos (los ajenos y los propios). El arte de la ironía suele estar bien remunerado en el mundo del espectáculo y el periodismo; es decir, que incluso es posible ganar mucho dinero desde la supresión efectiva de los sentimientos.
"Es más, cuando uno, al fin, corre el peligro de perder por completo el acceso a sí mismo, de no funcionar más que con la máscara, con una personalidad falsa, recurre a veces a las abundantes drogas, alcohol y medicamentos que, precisamente con todo el dinero que ha ganado ironizando, tiene a su alcance. El alcohol ayuda a estar de buen humor, y las drogas, aún más fuertes, logran mayor eficacia. Pero como estas emociones no son auténticas, como no están ligadas a la verdadera historia del cuerpo, su acción es, a la fuerza, transitoria. Siempre se necesitan dosis más altas para llenar el hueco dejado por la infancia. "

Alice Miller

3 comentarios:

Clarisa T. dijo...

Este artículo es estupendo, sinceramente, el tema de la represión de los sentimientos en la infancia, da para mucho...pero sin duda, aunque "lo perdido, perdido esté", de la buena hora que uno se permite esta complicidad para sanarse en lo que pueda, eso ya es un camino para comprenderse, y empezar a dejar fluir las emociones...Muy bueno..incluso emotivo...reconocerse para empezar a ser sin miedos...Te lo sigo diciendo, lindo trabajo tuyo. Saludos!!!

Psicoletra dijo...

Agradezco tus aportes con cariño. Esto es un acicate para seguir trabajando duro, con cariño, con ternura y con amor.

M.Isabel Villar Garrido dijo...

Felicidades por la publicación. Muy interesante. ¿Las citas del artículo de qué libro son?