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Paz y Ciencia

jueves, 4 de abril de 2013

El Escritofrénico

 
 
La locura, a veces no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma" Johann Wolfgang Goethe

La idea de este libro nació del azar y sus consecuencias. De un choque frontal e inesperado entre saberes y experiencias. Pasamos por la vida chocando entre unos y otros y, de vez en cuando, uno de esos choques entre las singularidades que somos provoca un estallido como el que dio origen al universo.

Puede ser que la vida sea únicamente ese lapso de tiempo entre una explosión y otra, ese camino que andamos a ciegas luchando por llegar a parecernos a lo que soñamos en alguna ocasión sobre nosotros mismos. En ese viaje hacia lo desconocido, la incertidumbre hace a veces de ancla, como aquel elemento que nos permite reconocernos en nuestra insignificancia ante una realidad inasible. Frente a esta, la certeza nos eleva en ocasiones, aupada por la voracidad de nuestros deseos, hacia cielos en los que la perspectiva general nos aleja de la necesidad de ese otro amigo que nos ubica en el mundo con su mirada.

Podría contarles muchas cosas de Marcos, ese pequeño -y no tan pequeño- diablo cuyo relato en primera persona llena el grueso de estas páginas. Una persona sacudida por el dolor y lo incomprensible, como un intento por sostenerse haciendo equilibrios en un mundo violento y absurdo que le agrede con su sola existencia y que, a diferencia de nosotros los llamados normales, no pretende adaptarse, sino que se revela ante él. Este detalle no hace de Marcos alguien mejor ni tampoco peor al resto de la humanidad. Lo único que supone es una carga extra de sufrimiento en el momento en el que para protegerse de la violencia de esta sociedad el propio Marcos levanta una torre imaginaria en la que parapetarse de todo y de todos, también de los que le quieren y le sostienen cuando el diálogo entre iguales es posible. Esta peculiaridad arquitectónica se construye a base de certidumbres, y no sería muy diferente a las máscaras con las que los normales nos protegemos de los demás, ocultando nuestro verdadero ser a fin de no ser reconocidos en la insustancialidad que nos es innata. No somos nada más que la suma de la proyección de nuestros deseos junto a la de los deseos del otro que nos invade con su mirada [...]

A día de hoy se puede decir que Marcos está curado, y esto no implica una ausencia de síntomas, sino la plena aceptación de su singularidad como ser humano. En este papel la literatura ha supuesto un puente que lo ha comunicado con el mundo. Desde la carga simbólica que supone la metáfora en sí misma, esta, como el psicoanálisis o como el animalario de un chamán, como esa serie de combinaciones posibles de sistemas dentro de una estructura limitada, tanto para crear imágenes oníricas, como míticas, como enfermizas y delirantes dentro del conjunto de leyes sociales y culturales a las que pertenecemos, le han servido para contarse y para entenderse, para fijar ciertas cosas fuera del campo de lo inefable, para mirarse y después poder mirar al mundo con otros ojos. Los ojos de un escritor.

Miguel Sordo Cañameras
Psiquiatra, psicoanalista y antropólogo



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